Fassbinder tiene más garra
En ‘Los gatos mueren como las personas’, Dan Jemmet intenta traducir con un lenguaje manierista y estereotipado el divertido y fresco juego de cine dentro del cine que el director alemán estableció entre dos películas suyas rodadas en 1970
El rodaje de Whity, melodrama dirigido por R. W. Fassbinder, fue uno de los más caóticos de la historia del cine europeo. Los enredos amorosos entre los miembros del equipo, las discusiones a grito pelado, las borracheras y las peleas de madrugada en su alojamiento almeriense encendieron la mecha de la disolución del Antiteater, compañía con la que el director de Las amargas lágrimas de Petra von Kant rodó once películas y escenificó 16 obras teatrales entre agosto de 1967 y septiembre de 1969. Fa...
El rodaje de Whity, melodrama dirigido por R. W. Fassbinder, fue uno de los más caóticos de la historia del cine europeo. Los enredos amorosos entre los miembros del equipo, las discusiones a grito pelado, las borracheras y las peleas de madrugada en su alojamiento almeriense encendieron la mecha de la disolución del Antiteater, compañía con la que el director de Las amargas lágrimas de Petra von Kant rodó once películas y escenificó 16 obras teatrales entre agosto de 1967 y septiembre de 1969. Fassbinder por aquel entonces era tan prolífico como Lope de Vega lo pudo ser en su día: a todo le sacaba partido. Tanto es así que la conflictiva filmación de Whity en el Cortijo Romero, convertido hoy en la Casa del Cine de Almería, le sirvió de asunto de una nueva película, Warnung vor einer heiligen Nutte (Atención a esa prostituta tan querida), donde cuenta con pelos y señales lo sucedido unos pocos meses atrás en esa finca en la que tres años antes se hospedó John Lennon durante el rodaje de Como gané la guerra.
En Atención a esa prostituta… los actores del Antiteater muniqués interpretaron cada uno de ellos el papel de uno de sus compañeros, mientras que Lou Castel encarnaba a un iracundo alter ego de Fassbinder. Esta película sarcástica, autocrítica y divertida supuso la clausura del Antiteater y el comienzo de una época nueva en la arriesgada carrera de su director.
A Dan Jemmett, que en 2013 escenificó El café, versión fassbinderiana de la obra homónima de Goldoni, le ha parecido que toda esta peripecia podía ser el asunto de una pieza teatral nueva, Los gatos mueren como las personas, que él mismo ha escrito en dos actos (con la colaboración de Brenda Escobedo). En el primero de ellos, el director británico reproduce grosso modo la situación que el cineasta germano desarrolla durante la primera mitad de Atención a esa prostituta…, donde un grupo de actores espera la llegada del director de una película titulada Patria o muerte. En la producción recién estrenada en Madrid, la compañía espera al director de la obra de teatro dentro del teatro que va a interpretar (Cuarteto, de Heiner Müller). Y en la segunda parte, cuando en el filme empieza el rodaje de Patria o muerte, en la obra teatral lo que empieza es la representación del drama compuesto en 1981 por Müller a partir de Las amistades peligrosas, novela de Choderlos de Laclos escrita en vísperas de la revolución francesa.
Lo que en la versión cinematográfica original tiene gracia por la autenticidad que respiran Fassbinder, Eddie Constantine y los actores del Antiteater parodiándose todos ellos a sí mismos, en la función de teatro no pasa de ser un juego conceptual que pudiera tener interés tal vez para quienes conozcan suficientemente los dos modelos de los que parte el director británico. Jemmett ha hecho una elección muy de su gusto. Todo sucede en un bar que podría ser el de un hotel, el de un teatro o el que pudo haber en su día en el Cortijo Romero. También su versión de El burlador de Sevilla sucedía en un bar (y la de El café, claro): en alguna de ellas había una gramola, como en Los gatos mueren como las personas, donde suenan cinco canciones durante otros tantos tiempos muertos, a los que hay que sumar ocho minutos de inacción en los que se proyectan imágenes.
No le falta imaginación al vestuario con el que Vanessa Actif parodia en la segunda parte los personajes de Chorderlos de Laclos, pues fusiona lo dieciochesco con lo punk. La escenografía corpórea de Adán Torres tiene una entidad que no se ve a menudo en las producciones españolas. Todo ello no parece ser lo suficientemente interesante para la mayoría del público, que apenas ocupó un tercio del aforo del Teatro Valle-Inclán en una función de a diario (a pesar de que se ha retirado la grada) y que recibió el final con aplausos tibios.
El elenco de siete actores se entrega con fe a la interpretación manierista, hierática, de gestos exacerbados que la dirección le encomienda. Es especialmente afortunada la recreación que Julia Piera hace de Jeff, el director de Cuarteto, alter ego de Fassbinder. También se distingue la actuación de David Luque, quizá porque su personaje es el único que en la primera parte tiene visos de humanidad y se sale, por tanto, del cuadro estereotipado en el que deben desenvolverse sus compañeros. A Clemente García le toca encarnar a Heiner Müller, que toma notas de lo que los actores dicen y les sopla texto al oído de manera reiterativa.
Casualmente o no, la semana pasada en la Casa del Cine de Almería se celebró Panorama Fassbinder, para acercar al público al cineasta que, por intermedio de Sergio Leone, llevó allí el rodaje de Whity, un wéstern oblicuo, con estética de cine de terror y con un final que es un guiño a la escena última de Marruecos, de Josef von Sternberg.
‘Los gatos mueren como las personas’. Dramaturgia y dirección: Dan Jemmet. Madrid. Teatro Valle-Inclán, hasta el 23 de junio.
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