‘Nodi: de gossos i malditos’: hay que destruir la cultura catalana

El montaje de la joven compañía La Moukhles & Sentís mira la contracultura de los años setenta, unos años de libertad que, vistos con la mirada actual, parecen un espejismo

Una escena de la obra ‘Nodi: de gossos i malditos’.POL NARANJO

Barcelona era una fiesta hasta que la heroína, el SIDA y el pujolismo se lo cargaron todo. Durante el breve periodo de tiempo que duró la Transición, el hedonismo y la anarquía llenaron Cataluña de figuras extraterrestres: algunas todavía están entre nosotros, otras fueron una rutilante estrella fugaz. Los Juegos Olímpicos de 1992 y la cultura del diseño dieron carpetazo a la época libertaria: la banca siempre gana. Los que todavía no se habían colocado no tardaron en colocarse.

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Barcelona era una fiesta hasta que la heroína, el SIDA y el pujolismo se lo cargaron todo. Durante el breve periodo de tiempo que duró la Transición, el hedonismo y la anarquía llenaron Cataluña de figuras extraterrestres: algunas todavía están entre nosotros, otras fueron una rutilante estrella fugaz. Los Juegos Olímpicos de 1992 y la cultura del diseño dieron carpetazo a la época libertaria: la banca siempre gana. Los que todavía no se habían colocado no tardaron en colocarse.

Nodi: de gossos i malditos es un montaje sencillo, pero brutalmente honesto, donde la joven compañía La Moukhles & Sentís mira la contracultura catalana de los años setenta con el cariño que proporciona la distancia generacional. Joan Sentís es un “niño olímpico” que en el instituto se obsesionó con Pau Riba y su universo, y que gracias a un trabajo alimenticio conoció a Marisa Muñiz, una superviviente de aquella época. Nodi es un perro, el hermano perdedor de Cobi o la antítesis del chucho —y su creador Javier Mariscal— que pasó directamente del underground a TV3. Marisa es encarnada por la talentosa Miriam Moukhles: un portento escénico, un nombre a tener muy en cuenta. Pau Riba toma el cuerpo de Fermí Delfa en un trabajo no ya de imitación, sino de posesión demoniaca: vemos el alma del cantante con nuestros propios ojos. Utilizando herramientas de la autoficción y del teatro documental, la pieza bascula entre la idealización de una época y la mirada crítica que proporciona el tiempo. Joan Sentís fue, sin duda, un adolescente raro.

Maria Donoso y Albert Boronat firman la dramaturgia y la dirección de una propuesta inteligente, política y con mucho humor. En un presente donde vemos espectáculos que se han parido en dos meses, es un placer descubrir una pieza que se ha cocinado a fuego lento durante tres años. Con tan solo una mesa y un tocadiscos, unas lámparas, una guitarra y humo artificial, Nodi: de gossos i malditos es más profunda que muchas sesudas tesis doctorales. Mientras que Madrid tuvo su Movida (promovida por el ayuntamiento), Barcelona vivió unos años de libertad que, vistos con la mirada actual, parecen un espejismo. La conversación entre Pau Riba y Pau Malvido es desgarradora. Donde estaba la antigua sala Zeleste, hoy en día hay una tienda Desigual.

‘Nodi: de gossos i malditos’. Dramaturgia y dirección: Maria Donoso y Albert Boronat. El Maldà, Barcelona. Hasta el 26 de mayo.

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