‘Derecho a la pataleta’: dibujos animados y autoficcionados
El espectáculo de Berta Prieto y Lola Rosales mezcla la narrativa del yo y una mítica serie que emitió la televisión catalana a principios de los 2000 con gracia, ironía y autoconciencia
Hace tiempo que la autoficción reina en nuestras pantallas, la literatura del yo ha saltado a los escenarios y es muy habitual encontrar la primera persona del singular en nuestras ficciones. Berta Prieto y Lola Rosales encabezan la compañía Las Chatis de Montalbán, tienen veintipocos años y muchas ganas de guasa y de comerse el mundo. Prieto es, junto a Belén Barenys, la responsable de ...
Hace tiempo que la autoficción reina en nuestras pantallas, la literatura del yo ha saltado a los escenarios y es muy habitual encontrar la primera persona del singular en nuestras ficciones. Berta Prieto y Lola Rosales encabezan la compañía Las Chatis de Montalbán, tienen veintipocos años y muchas ganas de guasa y de comerse el mundo. Prieto es, junto a Belén Barenys, la responsable de Autodefensa, uno de los fenómenos audiovisuales más estimulantes del año pasado. Ahora vuelven a coincidir en Derecho a la pataleta. La missió més trepidant de les espies de veritat, un espectáculo que mezcla la autoficción con una mítica serie de dibujos animados que emitió la televisión catalana a principios de los 2000. Sus protagonistas eran tres clichés con patas: la lista, la guapa y la deportista combinaban sus estudios en un instituto de Beverly Hills con peligrosas misiones secretas de superespías, donde siempre acababan salvando el mundo. El montaje se abre con un prólogo de Prieto y Rosales, vestidas con traje y corbata de vendedor de pisos, donde nos cuentan el origen del título Derecho a la pataleta.
Tal es su gracia, ironía y autoconciencia que esta introducción se podría convertir en un espectáculo autónomo, un stand up improvisado que se ríe de los códigos absurdos del propio teatro. A continuación, empieza lo que parece la versión escénica de un capítulo de la serie de dibujos animados: diálogos infantiles, entonaciones de doblaje y poses exageradas. Natàlia Barrientos y Paula Vicente Mascó son, junto a Barenys, las tres espías “de verdad”, y combinan en sus cuerpos las adolescentes chillonas con el desengaño de la Generación Z. Porque la propuesta supera, por suerte, la emulación de la serie animada y se convierte en una especie de sesión de autoficción: terapia, parodia y homenaje, todo al mismo tiempo. Hablan de likes y de algoritmos como si esto fuera lo que se les pide a los jóvenes, mientras a la vez confiesan que el cambio climático les importa una mierda o que no harán nada para el feminismo más allá de no depilarse los sobacos. El humor, la autoironía y la rabia se combinan con una trama absurda de dibujos animados y telones pintados a mano. Las Chatis de Montalbán cantan, bailan y se lo pasan bomba en escena. Y huyendo todo el rato del retrato generacional, acaban hermanándose con la gran Concha Velasco. La chica yeyé original.
‘Derecho a la pataleta’. Texto y dirección: Berta Prieto y Lola Rosales. Compañía Las Chatis de Montalbán. Sala Beckett. Barcelona. Hasta el 14 de mayo.
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