‘Desde que el mundo es mundo’, ver lo que existe

Además de su sobresaliente labor como profesor, investigador y crítico de la poesía contemporánea, Luis Bagué Quílez, con sus ocho premiados libros de poesía hasta este Desde que el mundo es mundo, ha ido entregando los capítulos de una serie poética en construcción que dibujan un espacio de reflexión sob...

Además de su sobresaliente labor como profesor, investigador y crítico de la poesía contemporánea, Luis Bagué Quílez, con sus ocho premiados libros de poesía hasta este Desde que el mundo es mundo, ha ido entregando los capítulos de una serie poética en construcción que dibujan un espacio de reflexión sobre la existencia y la condición humana. Una voz y unas imágenes con “grano” propio y huella reconocible que dan forma referencial y verificable a su personal playlist de la realidad. La épica oral de un presente abierto, descompuesto y en crisis, que contuviera a su vez el pasado y, quién sabe, el futuro, “el ritmo contra la melodía” de la tradición y la inmediatez más pop: “nuda vida”, pero “la vida, pese a todo”.

Sus libros son las sucesivas escenas de un documental poético que diera cuenta de la genealogía e inmediatez de la vida contemporánea, un friso de su imaginería, el retrato de un sujeto poético, testigo moral y reflexivo, que escruta su identidad desde un montaje de correspondencias: de reiterados juegos de lenguaje; de referencias literarias y citas; de “la seducción magnética de la publicidad” y el cine; de écfrasis en movimiento y de reformuladas frases hechas que, con irónico e incisivo humor, comercian entre ellas y son vehículos en sí mismas. Decir el mundo más que contar la historia de ese mundo y de “sus contradicciones”. Y ello desde el acceso franco a la propia identidad y a sus fábulas domésticas para quizás encontrar respuestas a esas interrogantes retóricas, “las mismas / que vienen repitiéndose / desde que el mundo es mundo”, pero a sabiendas de que “hay un demonio en todas las preguntas”.

Más allá del desengaño y la desmitificación, sabe dar voz a la persona familiar y doméstica

Este libro alcanza las mejores cotas de la escritura poética de Bagué. Más allá del desengaño y la desmitificación, sabe dar voz a la persona familiar y doméstica, insertando en sus versos lo privado e íntimo del “aprendizaje recíproco” del nacimiento y crianza de un hijo, de la pandemia o la muerte de su madre. La madurez de un yo que, desde los ojos del hijo, se sabe ahora capaz de aprender que “No existe lo que ve. Ve lo que existe”.

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