‘Amèrica’: la culpa blanca, esclavista y catalana
En un texto necesario, Sergi Pompermayer pone un espejo delante del pasado de Cataluña
Cataluña está empezando a afrontar su pasado esclavista. De forma simbólica, retirando estatuas del espacio público, o tímidamente y mediante las artes. Si en Tituba. Bruixa, negra i ramera Denise Duncan daba voz a la muje...
Cataluña está empezando a afrontar su pasado esclavista. De forma simbólica, retirando estatuas del espacio público, o tímidamente y mediante las artes. Si en Tituba. Bruixa, negra i ramera Denise Duncan daba voz a la mujer que desencadenó los hechos de Salem, en Amèrica el dramaturgo Sergi Pompermayer pone un espejo delante del pasado de los catalanes. Una familia de la alta burguesía barcelonesa se reúne para celebrar el cumpleaños de su hijo Max, que estudia en Londres. Éste se presenta a la cena acompañado de su novia, Kayla: negra y catalana. Lo que podría parecer, en un primer momento, una especie de actualización de la película Adivina quién viene a cenar esta noche (Stanley Kramer, 1967) va mucho más allá. Pasado y presente se entremezclan en una historia, también, de privilegio y clase.
Con una puesta en escena casi minimalista, pasado y presente se entremezclan en una historia, también, de privilegio
Julio Manrique dirige una puesta en escena casi minimalista: el espacio escénico de Alejandro Andújar sitúa toda la acción en el comedor de la familia, y las videocreaciones de Francesc Isern sirven de contrapunto audiovisual, casi innecesario, a algunas escenas. “El mundo se va a la mierda” es la primera frase de la obra: Pompermayer hace que el cumpleaños del hereu de la familia sea el 11 de septiembre, el Día Nacional de Cataluña. Joan Carreras es el padre, personaje que el actor evita que caiga en el estereotipo: empresario de éxito, continuador de una familia de alta alcurnia, marido y padre supuestamente ejemplar. Mireia Aixalà nos vuelve a demostrar, por enésima vez, que es una actriz con una enorme vis cómica y dibuja el personaje de la madre con una mezcla de parodia y cariño que la hacen irresistible. Su obsesión por reducir sus emisiones de CO2 y comprarse un Tesla (rojo, por supuesto) y su estupendo vestuario (obra de Maria Armengol) demuestran la capacidad que tienen las clases dominantes para adaptarse siempre a las modas del momento. Quien se lleva la función es Tamara Ndong, que aquí debuta con su primer gran papel después de trabajar en varios montajes de La Fura dels Baus: el viaje que hace su personaje es el más interesante de la función, y sus escenas con Carreras son lo mejor de Amèrica. Kayla ya venía preparada a la cena, conociendo a Max, pero no era consciente de todos los cadáveres que escondían en el armario. “¡Y yo que pensaba que tenía una familia de mierda!”.
El joven Marc Bosch interpreta con resolución a un hijo que lleva sobre sus espaldas el peso de sus apellidos, y es gracias a Kayla que será consciente de sus privilegios. “No hay nada más obsceno que un privilegiado haciéndose la víctima”, le espeta Kayla. Con papeles menores, Carme Fortuny es una abuela imponente, matriarca catalana que cuando interviene no deja títere con cabeza, y Aida Llop es la criada, actualización del mito del “esclavo agradecido” llevado al siglo XXI. Si bien la familia le permite sentarse con ellos en la mesa (cosa bastante improbable), la chica es el eslabón más débil de un ecosistema que ha sabido intercambiar unos esclavos por otros. Amèrica es, sin duda, un espectáculo necesario en el teatro catalán. Solamente hace falta ver cómo el público ríe o aplaude algunos de los comentarios racistas que pronuncian los personajes de la obra.
‘Amèrica’. Texto: Sergi Pompermayer. Dirección: Julio Manrique. Teatro La Villarroel. Barcelona. Hasta el 29 de enero de 2023.
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