‘Un tiempo de gracia’, la certeza que nos salva

Junto con su reconocida dedicación a la investigación y la enseñanza de la literatura hispanoamericana, una parte esencial de la escritura de Esperanza López Parada (Madrid, 1962) encuentra en la poesía el medio para (a)guardar la vida. Desde sus primeros libros, ocho desde hace casi 40 años, el impulso por procurar materia y luz al misterio de lo escondido encuentra sustrato en la quiebra y la juntura de lo real, allí donde lo invisible sirve a lo visible y lo que no está a lo que está, haciendo...

Junto con su reconocida dedicación a la investigación y la enseñanza de la literatura hispanoamericana, una parte esencial de la escritura de Esperanza López Parada (Madrid, 1962) encuentra en la poesía el medio para (a)guardar la vida. Desde sus primeros libros, ocho desde hace casi 40 años, el impulso por procurar materia y luz al misterio de lo escondido encuentra sustrato en la quiebra y la juntura de lo real, allí donde lo invisible sirve a lo visible y lo que no está a lo que está, haciendo posible ver donde no se ve. En esa fisura entre la realidad y las palabras toma forma la sustancia quebrada de “una frágil membrana / entre el mundo y el mundo”.

En los dos últimos libros de la escritora, Las veces (2014) y el reciente Un tiempo de gracia, el daño y el duelo por la muerte de los seres queridos (“muertos tenaces que atesoro”) son para su poesía la ganancia mayor de tantas pérdidas. Justo “en ese punto antes del punto”, donde se tensa una escritura que “se coloca antes de lo que vendrá después”, buscamos saber “qué es y no es todavía vivir”. Si Las veces tuvo su origen en la muerte de la madre, Un tiempo de gracia lo tiene en dos acaecidas el mismo mes y separadas por un año: la de su compañero de vida y la de su padre. A ambos dedica este libro asumiendo “el simple hecho / de estar hoy aquí / y haber sobrevivido”.

Es una suerte de almanaque entrecortado, un año circular de fechas señaladas, de lugares y día restados, de poemas limpios, serenos y reflexivos que claman desde su corazón enunciativo. Una renovada e ­imaginativa elegía que sabe mostrar “la lección de la fugacidad”, la “inminencia” y la “gracia” otorgada a una vida en compañía de quienes ahora son apenas ya un aleteo: “Esto es el misterio / voy por el mundo tan habitada / que apenas me sostengo”. Porque existe eso que “no es el tiempo”, “es la gracia / que nos nimba de suerte / la certeza misma / de que algo nos salva”. Una “cuerda pulsada y pronta” entre la vida y la muerte.

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