La venganza tardía de Michael Head
Venerado por Oasis o The Coral, el exlíder de The Pale Fountains vive, a los 60 años, una segunda juventud. Su nuevo disco, el espléndido ‘Dear Scott’, ha hecho entrar al músico por primera vez en el ‘top ten’ británico
Por fin lo consiguió. Michael Head ha tardado 40 años en colar un disco en el top ten del Reino Unido. Dear Scott, su nuevo álbum, entró directo al número seis. Es un milagro. Su trayectoria se resume en nueve discos en cuatro décadas que han sido estrepitosos fracasos comerciales. Una dinámica asesina para un compositor excepcional de delicadas maravillas pop que llegó un punto que no sabía por dónde le daba el aire: “No quiero ser fa...
Por fin lo consiguió. Michael Head ha tardado 40 años en colar un disco en el top ten del Reino Unido. Dear Scott, su nuevo álbum, entró directo al número seis. Es un milagro. Su trayectoria se resume en nueve discos en cuatro décadas que han sido estrepitosos fracasos comerciales. Una dinámica asesina para un compositor excepcional de delicadas maravillas pop que llegó un punto que no sabía por dónde le daba el aire: “No quiero ser famoso. Aunque tampoco he tenido la oportunidad. No sé qué cojones ha pasado”, declaró en 1992. Sí, pero no, la historia de su vida.
Por aquel entonces, parecía haberse rendido después de uno de los casos de mala suerte más asombrosos de la historia del pop. Aquel año, Shack, su grupo de entonces, preparaba el lanzamiento de su segundo disco, Waterpistol. El primero, Zilch (1988), no había llegado a ningún sitio, pero eso no era nuevo para los dos líderes, los hermanos de Liverpool Michael y John Head, que ya se habían estrellado contra la indiferencia del público con su primer grupo, los maravillosos The Pale Fountains. Lo que no cambiaba tampoco es que cada vez que tenían algo nuevo entre manos les decían que esta vez sí, que ahora iban a triunfar.
Waterpistol terminó de grabarse en 1991, después de dos años de trabajo complicados por los problemas habituales con Head, adicto a la heroína. Pero todo el mundo parecía estar muy satisfecho con el resultado. Hasta que una noche el estudio se incendió, destruyendo el master del álbum. En teoría no pasaba nada, porque el productor había hecho una copia de seguridad… que se dejó en un coche de alquiler en EE UU. Siguieron meses de búsqueda para dar con las cintas. Al final se recuperaron, pero el sello se había declarado en quiebra. Quedó aparcado en una balda.
Lo terminó lanzando una discográfica alemana en 1995. Y sonaba fabuloso, “como unos The Stone Roses en acústico o unos The La’s no obsesionados con los sesenta”, escribió el crítico Stewart Mason. Las reseñas fueron unánimes. “Si esto se hubiera publicado años antes…”, decían casi todas. A Head, metido de lleno en la adicción, aquello le sonó a chiste. El grupo se había disuelto hacía años y él había logrado uno de los sueños de su vida, ser guitarrista en una gira de su ídolo, Arthur Lee, líder de Love, el grupo que le obsesiona desde adolescente, hasta el punto de saber tocar todas sus canciones (y lucir sus camisetas en sus retratos promocionales).
Había editado un disco increíble con el nombre de The Strands, The Magical World Of The Strands (1997), cuando le convencieron de refundar Shack. En 1999 publicaron HMS Fable, con el cantante entrando y saliendo de desintoxicación. Incluía una de las canciones más gloriosas de los noventa, ‘Comedy’, y la entonces todopoderosa revista musical británica NME le colocó en su portada con el titular: “Este hombre es nuestro más grande compositor. ¿Le reconoces?”. Y aun así el disco no entró en el top 20.
Shack editarían dos álbumes más. El último, The Corners Of Miles And Gil, en el sello de uno de sus mayores admiradores, Noel Gallagher, que no llegó ni al top 50. Fue el fin. Michael Head no publicaría ningún otro álbum hasta 2017, acompañado por la misma The Red Elastic Band con la que ahora edita este exitoso Dear Scott. Inesperadamente exitoso, porque nadie se figuraba que esto iba a pasar. Ni él ni su desconocida discográfica, Modern Sky UK, la sucursal británica de un gigante chino, que por algún motivo decidió abrir oficina en Liverpool, hogar de Head. Se intuye que en el fichaje del músico de 60 años algo ha tenido que ver que sus únicos compañeros de sello con cierto renombre son The Coral. Uno de los fundadores de la banda, Bill Ryder-Jones, otro rendido admirador de Head, es el productor de Dear Scott y ha hecho un trabajo espléndido. Sus melodías nunca han sonado tan pulidas.
En una época en que hasta la más pequeña banda tiene un libro o un documental, él no tiene nada de eso
Esta no es la primera vez que Head, inglés hasta la médula, ficha con un sello de origen foráneo. El primer sencillo de su carrera lo publicó la sección británica de una discográfica belga, Les Disques du Crépuscule. Entonces, Michael Head era un jovencito de 21 años, líder de The Pale Fountains, una desconocida banda de Liverpool. La noche que los ficharon era la primera vez que actuaban fuera de su ciudad. Horas antes de aquel concierto en Londres de abril de 1982 estuvieron hablando con el trompetista de la banda a la que iban a telonear y descubrieron que ambos eran muy fans de un grupo californiano de los sesenta entonces bastante olvidado, Love. Le invitaron a subir al escenario con ellos. La trompeta y las ambiciosas canciones pop encajaron a la perfección y pasó a ser miembro oficial de los Fountains. Entre el público estaban los responsables del sello, que les ofrecieron allí mismo grabar un sencillo. Aquel single, ‘Just A Girl’ / ‘Something On My Mind’ salió en julio de 1982 y hoy, exactamente 40 años después, sigue sonando maravilloso. Tres meses después fichaban por una multinacional, Virgin, que les adelantó 150.000 libras, una gran cantidad para unos debutantes.
A partir de ese comienzo fulgurante, todo fue cuesta abajo. Nada de lo que hicieron después cuajó. The Pale Fountains apenas duraron tres años, pero publicaron dos discos, Pacific Street (1984) y From Across The Kitchen Table (1985), que aún hoy suenan, especialmente el primero, exquisitos. A Love, a John Barry o a Aztec Camera, compañeros de generación con más suerte comercial. Michael Head siempre tuvo voz de tener 40 años y un gusto por la instrumentación acústica y atemporal, los coros, las trompetas y los violines. Podría encajar en muchas partes y no encajaba en ninguna.
No hay rastro de sus viejas adicciones: “Lo dejé gracias a una increíble red de apoyo... y a no poder pagarlo”
Se lee constantemente que es de esos artistas bendecidos por la crítica, pero ignorados por el público. No es exactamente así. En una época en la que hasta la más pequeña banda cuenta con un libro o un documental, él no tiene nada de eso. Y él parece haber vivido gran parte de su vida pasmado ante la paradoja de ser ocasionalmente reconocido como uno de los grandes y que eso no signifique nada. Cuentan los que han estado en los conciertos de la pequeña gira que ha realizado con este álbum que él está espléndido, sano, ni rastro de sus viejas adicciones. “Lo dejé gracias a una increíble red de apoyo… y a no poder pagarlo”, dijo recientemente. En algunos directos le ha acompañado su hermano John. En los vídeos de YouTube se le ve sonriente, agradecido como un chaval, con esa mirada del que oye los aplausos y piensa: “Ya era hora”.
Michael Head & The Red Elastic Band
Modern Sky UK
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