De cómo Beyoncé resucitó la música ‘house’

Lo nuevo de la cantante, adelanto de su séptimo álbum de estudio, confirma la resurrección de un género nacido en los clubes homosexuales de Chicago en los ochenta, desprovisto ya de todo cariz ‘underground’

La cantante estadounidense Beyoncé, en una imagen de 2020.Adidas / BEEM (Cordon)

Descorchado a tiempo para celebrar la llegada del verano, el esperado regreso de Beyoncé solidifica algo que ya flotaba en el aire: la resurrección de la música house que triunfó en los ochenta y noventa, nacida en los clubes homosexuales de Chicago y luego exportada con gran éxito a Europa. La voluntad de la cantante sería, en sus propias palabras, aportar un ápice de ligereza a esta era sombría. “Con todo el aislamiento y la injusticia del año pasado, creo que estamos listos para escapar, viajar, amar y reír de nuevo”, dijo a ...

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Descorchado a tiempo para celebrar la llegada del verano, el esperado regreso de Beyoncé solidifica algo que ya flotaba en el aire: la resurrección de la música house que triunfó en los ochenta y noventa, nacida en los clubes homosexuales de Chicago y luego exportada con gran éxito a Europa. La voluntad de la cantante sería, en sus propias palabras, aportar un ápice de ligereza a esta era sombría. “Con todo el aislamiento y la injusticia del año pasado, creo que estamos listos para escapar, viajar, amar y reír de nuevo”, dijo a Harper’s Bazaar en 2021. “Siento que surge un renacimiento y quiero contribuir a alimentar esa escapada de todas las formas posibles”.

El pasaporte hacia ese lugar se llama Break My Soul, primer adelanto de su séptimo disco de estudio, debidamente titulado Renaissance, que llegará el 29 de julio. La canción puede entenderse como un remake de un clásico del house noventero, Show Me Love, del que toma prestada la misma base rítmica (y cita como coautores en los créditos a sus dos compositores, Allen George y Fred McFarlane). E incluso como una secuela oficiosa: si Robin S., intérprete del original, buscaba desesperadamente a un amante que estuviera a su altura (“Estoy harta de dar mi amor / y no llegar a ninguna parte”), Beyoncé retoma la historia donde ella la dejó. “Me acabo de enamorar”, entona en la primera estrofa. “Damos vueltas en círculos / buscando amor / subimos y bajamos, nos perdemos y encontramos / buscando amor”, añade con las mismas consonantes arrastradas que lucía Robin S. en el original.

Es imposible que Beyoncé, que en los últimos años ha hecho gala de una insistente reivindicación política disoluble en la cultura mainstream, ignore el peso cultural de este estilo musical, que empezó siendo bailado por gays negros en los clubes del South Side de Chicago. A esas fiestas todo el mundo era bienvenido, a diferencia de lo que sucedía en las selectas discotecas de Manhattan en tiempos del disco. En realidad, el house nació de las cenizas de este último en locales que abrían del sábado por la noche al domingo por la tarde. Por ejemplo, The Warehouse, que dicen que dio nombre al género y donde pincharon sus impulsores, como Frankie Knuckles y Ron Hardy. Frente al sintético tecno de Detroit, el house se distinguía por un perfil más cálido y sensual, con sus líneas de bajo lúbricas y sus samples de temas soul o funk, sobre los que brillaban las voces de divas negras como Crystal Waters (Gypsy Woman), Barbara Tucker (Beautiful People), CeCe Peniston (Finally) o Ultra Naté (Free, que la cantante acaba de actualizar junto a Icona Pop), con las que la canción de Beyoncé también parece emparentada.

De un tiempo a esta parte, el house se ha infiltrado en la cultura actual hasta protagonizar algo parecido a una rehabilitación. El desigual nuevo álbum de Drake, Honestly, Nevermind, celebra ese mismo legado. Está producido por nombres vinculados al género, del sudafricano Black Coffee hasta el estadounidense Gordo, que se hizo un nombre dentro de la cultura de club de Baltimore, algo parecido a un Chicago en miniatura durante los noventa. La herencia de la música de baile en ese deprimido núcleo urbano de la Costa Este también es reivindicada por cantantes como Lizzo, Megan Thee Stallion y Cardi B. WAP, el exitoso dúo que interpretaron las dos últimas en 2020, hacía un guiño a Whores in This House, un clásico de 1992 surgido en los clubes de la ciudad de John Waters y The Wire.

Antes que Beyoncé, Jason Derulo, Clean Bandit o Charli XCX rindieron homenaje al mismo himno ’house’. ¿Qué significa que, tras tantos años situada en la vanguardia, la mayor estrella de la música prefiera reubicarse en una relativa retaguardia?

Pero el clásico house más incontestable de actualidad sigue siendo Show Me Love, que en los últimos años ha sido objeto de un sinfín de homenajes en los últimos años. Antes que Beyoncé, ya samplearon su base —que seguía el obligatorio patrón del four on the floor, como se denominaba al compás 4/4 que incendiaba cada noche las pistas— nombres como Jason Derulo (Don’t Wanna Go Home, en 2011), Kind Ink con Chris Brown (Show Me, en 2013) y Charli XCX (Used to Know Me, de hace solo un par de meses, convertido en uno de los temas de la temporada). En 2014, Clean Bandit y Sam Feldt grabaron sendas versiones del clásico, mientras que Kiesza triunfó en el Reino Unido con Hideaway, que oscilaba entre la reverencia al original y el plagio descarado.

Tal vez ese sea el motivo por el que el regreso de Beyoncé resulta muy notable, pero no excepcional. ¿Qué dice de la mayor estrella del pop planetario, la que ha demostrado tener más ambición y olfato, que decida regresar después de tanto tiempo con una idea que ya han tenido tantos otros? ¿Qué significa que Beyoncé haya dejado de innovar y ahora prefiera seguir la corriente? Tras tantos años en la vanguardia, ¿por qué decide reubicarse ahora en una relativa retaguardia?

Puede que este nuevo tema sea más agradable al oído que algunos de sus experimentos recientes, pero insinúa un cambio de rumbo algo desconcertante. Tras revolucionar el pop de los ochenta, Madonna levantó el segundo capítulo de su trayectoria sobre la absorción de fenómenos musicales preexistentes, del voguing a Abba, pasando por el dance británico, los ritmos urbanos o incluso el autotune. Esa interminable sucesión de reinvenciones fue extraordinariamente aplaudida, pero con el tiempo acabó dibujando una curva descendiente en su carrera. A la espera de que llegue el nuevo disco de Beyoncé, que podría encerrar sorpresas que invaliden análisis precipitados, un simulacro tan explosivo y bien ejecutado como Break My Soul, emblema de un house desprovisto ya de todo cariz underground, podría suponer el primer indicio de su madonnización.

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