Un sermón de Els Joglars sobre el lenguaje inclusivo y la igualdad de género
El tono jocoso y procaz en el que transcurre parte de ‘¡Que salga Aristófanes!’ se aproxima más al que utiliza Cela en ‘La insólita y gloriosa hazaña del Cipote de Archidona’ que al que es propio del comediógrafo griego
¡Cuánto nos hemos reído con las afiladas sátiras de Els Joglars! En sus espectáculos mejores, la compañía catalana nos hacía cosquillas mientras ponía un dedo en la llaga: en ¡Que salga Aristófanes!, coproducido por los Teatros del Canal madrileños, no consigue ninguna de esas dos cosas. La diana de su sátira está en esta ocasión desdibujada y desplazada a la izquierda. Els Joglars pretenden burlarse, mediante un humor de trazo grueso, de las medidas que están adoptando algu...
¡Cuánto nos hemos reído con las afiladas sátiras de Els Joglars! En sus espectáculos mejores, la compañía catalana nos hacía cosquillas mientras ponía un dedo en la llaga: en ¡Que salga Aristófanes!, coproducido por los Teatros del Canal madrileños, no consigue ninguna de esas dos cosas. La diana de su sátira está en esta ocasión desdibujada y desplazada a la izquierda. Els Joglars pretenden burlarse, mediante un humor de trazo grueso, de las medidas que están adoptando algunas Administraciones para imponer el lenguaje inclusivo, de los lugares comunes de ciertos discursos sobre igualdad de género, de la retórica que preside muchas políticas sostenibles…
¡Que salga Aristófanes! se desarrolla en un centro de reeducación cuyos internos representan un espectáculo (situación que evoca la del manicomio de Yo tengo un tío en América). José, su protagonista, sufre desdoblamiento de personalidad, como el Josep Pla de La increíble historia del Dr. Floit & Mr. Pla, solo que el teatro ejerce sobre él un efecto terapéutico similar al que ejercía el psicodrama sobre el mandatario de Ubú, president, versión caricatural de Jordi Pujol. Pero a diferencia de lo que sucede en esos tres clásicos de Els Joglars, en la función de ahora apenas hay escenas resueltas con pericia. Su libreto, aleccionador y doctrinario, es un vehículo que la compañía utiliza para verter opiniones contundentes pero estereotipadas. Para ridiculizar cuantos discursos no son de su agrado, Els Joglars los pone en boca de personajes antipáticos, a los que José replica con sermones, sin que entre ambas partes se entable nunca un debate sustancial. En su puesta en escena, la distancia entre la realidad y la función de teatro dentro del teatro no está bien medida, ni están coloreadas las atmósferas de ambas secciones. Tampoco se han deslindado suficientemente los desdoblamientos sucesivos que sufre José, encarnado por Ramon Fontserè. En su delirio, este profesor de clásicas expulsado de la Universidad se cree Aristófanes redivivo, se imagina impartiendo de nuevo su asignatura y toma a veces conciencia repentina de que está recluido en un centro de reeducación, pero tales cambios vertiginosos de identidad, tiempo y lugar no se expresan escénicamente mediante un lenguaje aquilatado. La actuación de Pilar Sáenz es precisa y luminosa, como siempre. El tono jocoso y procaz en el que transcurre parte de ¡Que salga Aristófanes! se aproxima más al que usan Cela y sus camaradas en La insólita y gloriosa hazaña del cipote de Archidona que al que es propio del comediógrafo griego.
‘¡Que salga Aristófanes!’. Texto y dirección: Ramon Fontserè y Alberto Castrillo-Ferrer. Teatros del Canal. Madrid. Hasta el 6 de marzo.
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