Cinco artistas de cuidado
La Compañía de Circo Nueveuno hace malabarismos de trinchera a trinchera en un espectáculo medido a metrónomo que se representa en el Teatro de La Abadía
La carpa es la bóveda celeste del circo y la pista es el claro de bosque donde se reúnen sus huestes indómitas. Cuando abandona su carpa para introducirse en los teatros, el circo se urbaniza. Allí encuentra otro hábitat y un público más cultivado, como le aconteció a la comedia nueva del Siglo de Oro cuando dejó atrás los corrales para aclimatarse a los salones palaciegos. Suspensión, espectáculo que la compañía madrileña Nueveuno estrena el 28 de diciembre en el Teatro de La Abadía, es un ejemplo interesante y ...
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La carpa es la bóveda celeste del circo y la pista es el claro de bosque donde se reúnen sus huestes indómitas. Cuando abandona su carpa para introducirse en los teatros, el circo se urbaniza. Allí encuentra otro hábitat y un público más cultivado, como le aconteció a la comedia nueva del Siglo de Oro cuando dejó atrás los corrales para aclimatarse a los salones palaciegos. Suspensión, espectáculo que la compañía madrileña Nueveuno estrena el 28 de diciembre en el Teatro de La Abadía, es un ejemplo interesante y representativo de este circo con impronta teatral, cultivado siempre por compañías de tamaño mediano, que se ha puesto en boga en Europa a medida que se han ido incrementando los costes de producción.
Nueveuno es una compañía integrada por cuatro malabaristas jóvenes, uno de los cuales es también mago consumado, y por un iluminador que hace prestidigitación con el espectro electromagnético visible. El título de su tercer espectáculo de sala hace referencia a ese instante en el que una pelota deja de ascender pero aún no empieza a caer. En dos de los seis números de Suspensión, Miguel Frutos, Josu Monton, Fernando Santa-Olalla y Jorge Silvestre, director de la compañía, orquestan un combate agónico entre la fuerza de la gravedad y el impulso impreso a las entre 8 y 16 pelotas que ponen en órbita con un tempo exacto, marcado a metrónomo.
Para el primero de los números, el escenógrafo Alfonso Reverón, junto a Santa-Olalla y Frutos, ha ideado un dispositivo de cinco paneles separados entre sí, detrás de los cuales sucede la acción. De este modo, los malabaristas quedan ocultos y las pelotas atraviesan los huecos entre panel y panel como balas que fueran de trinchera a trinchera, o vuelan por encima de los paneles como piroclastos escupidos por un volcán. En el segundo número, Isaac Posac, que en las funciones de La Abadía sustituye a Santa-Olalla, consigue que su diábolo se mueva como si llevara motor. ¿Será un dron?, se pregunta el espectador, testigo de varios desplazamientos que parecen imposibles en un artilugio impulsado con una cuerda. Mientras, en off, la voz de un hermano suyo relata un episodio amargo de la vida del intérprete. Durante los tres primeros números, Silvestre y su equipo mantienen un equilibrio delicado pero luminoso entre lo que se ve y los testimonios que sobre los malabaristas ofrecen las voces grabadas de sus familiares. En los tres últimos, la perfecta armonía se quiebra debido al protagonismo que llega a tomar la palabra.
Suspensión
Idea original y dirección: Jorge Silvestre. Creación colectiva de la Compañía de Circo Nueveuno: Carlos Marcos, Fernando Santa-Olalla, Jorge Silvestre, Josu Monton, Miguel Frutos. Madrid. Teatro de La Abadía, del 28 de diciembre al 16 de enero.
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