Desde Hungría sin amor: el teatro arrollador de Kornél Mundruczó
El aclamado cineasta y director teatral, doblemente premiado en Cannes, se estrena en España con una obra sobre el racismo y la segregación social
A Kornél Mundruczó (Gödöllő, Hungría, 46 años) su labor cinematográfica le ha deparado prestigio y muchos premios internacionales, entre ellos dos del Festival de Cannes, pero es en los escenarios donde su talento brilla con mayor intensidad. Fragmentos de una mujer y Evolution, sus películas más recientes, son versiones de sendas piezas teatrales de Kata Wéber, su esposa, que él ha puesto en escena durante los tres últimos años. La primera de ellas, estrenada en Netflix en 2020,...
Regístrate gratis para seguir leyendo
Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
A Kornél Mundruczó (Gödöllő, Hungría, 46 años) su labor cinematográfica le ha deparado prestigio y muchos premios internacionales, entre ellos dos del Festival de Cannes, pero es en los escenarios donde su talento brilla con mayor intensidad. Fragmentos de una mujer y Evolution, sus películas más recientes, son versiones de sendas piezas teatrales de Kata Wéber, su esposa, que él ha puesto en escena durante los tres últimos años. La primera de ellas, estrenada en Netflix en 2020, habla del trauma que supone para la madre la muerte de su bebé durante el parto y de la elaboración del duelo. Evolution, también con guion de Weber, desarrolla uno de sus temas favoritos: la repetición de acontecimientos familiares idénticos en generaciones sucesivas.
En 2009, Mundruczó creó la compañía Proton Theatre, con la que ha montado espectáculos que tuvieron éxitos sonados, entre ellos Desgracia, adaptación de la novela de Coetzee. Su colaboración con Wéber comienza en Viaje de invierno, donde un intérprete no alemán canta con acento extranjero este ciclo de lied de Schubert mientras se proyectan imágenes de un campo de refugiados húngaro. En su colaboración más reciente, Los siete pecados capitales / Patria, la pareja actualiza esta obra de Brecht y Weill.
Imitation of Life, tragedia conmovedora de Mundruczó y Wéber que supone su estreno en España, ha pasado como un rayo por el Teatro Valle-Inclán de Madrid. Produjo un impacto violento, porque a cada instante se palpan en ella el dolor, el hambre y el desamparo de sus protagonistas. En primavera se representará también en el Teatre Lliure barcelonés. Kata Wéber y Soma Boronkay, sus autores, hablan de la segregación que sufren las personas empobrecidas, de la inequidad en las relaciones contractuales, del racismo, de la forja de una identidad individual aceptable socialmente y de la perpetuación de un pasado ominoso que se repite como el estribillo de una canción pegadiza.
Imitation of Life es una tragedia con trasfondo político, como Antígona, pero pone también el dedo en la llaga de las relaciones familiares, a la manera de Una luna para los desdichados, de Eugene O’Neill, donde los negocios de la Standard Oil son el telón de fondo de un desengaño amoroso. La pieza de Wéber y Boronkay, inspirada en un suceso, habla de la suerte de Lőrinc Ruszó, madre de etnia gitana, que va a ser desahuciada por deudas. Péter Jakab, líder de un partido ultraderechista, la ha denunciado por engancharse ilegalmente a la red eléctrica. Su barrio sufre un proceso de elitización galopante porque, en la ficción, Budapest ganó la candidatura a los Juegos Olímpicos de 2024.
La obra es una tragedia con trasfondo político, como Antígona, que pone el dedo en la yaga de la familia, como Eugene O’Neill
Los autores y el director crean una tensión entre lo dramático y lo grotesco, como Valle-Inclán en La rosa de papel, con un humor punzante, similar al de las viñetas de El Roto. Ruszó habla de la persistencia de la marginación gitana, de las vejaciones recibidas en su infancia, cuando Hungría estaba en la órbita soviética, y de cómo las políticas neoliberales la han conducido a una situación desesperada, sin vuelta atrás. Sufre una marginación triple: por su clase social, su etnia y su condición femenina.
Mundruczó escenifica la banalidad del mal con trazo menudo, veloz, vigoroso, naturalista, sin maniqueísmo, con objetividad, sumergiendo al público en los diálogos que sus actores entablan en el seno de una escenografía hiperreal o en primeros planos proyectados en pantalla grande.
La acción salta del escenario a la pantalla y viceversa: lo filmado jamás ilustra la representación, al contrario de lo que suele suceder en el teatro español, donde las proyecciones se usan a menudo como sucedáneo económico del decorado. Durante el segundo acto, la vivienda de Ruszó gira 180 grados sobre sí misma a la vista de todos y se coloca boca abajo, con el suelo en el lugar donde estaba el techo, mientras se van despeñando desde siete metros de altura los numerosos enseres de su inquilina.
Es una metáfora estrepitosa del despojo que está sufriendo y del naufragio definitivo de su familia. El caos que se produce durante ese giro es tan atroz como el crash bursátil de 1929 y tiene consecuencias no menos dolorosas. Ruszó y su hijo no son Yocasta y Edipo ni Willy Loman y su primogénito, pero poseen una dimensión trágica equivalente. El espectáculo podría terminar cuando el cobrador de morosos abandona la casa: sería un gran final, pero la historia se reinicia con otros protagonistas, para desembocar en un nuevo falso final, también de vértigo, que no voy a destripar. La función caló hondo: el público salió transformado.
‘Imitation of Life’. Texto: Kata Wéber. Dirección: Kornél Mundruczó. Estreno en España: Teatro Valle-Inclán (Madrid). Teatre Lliure
Puedes seguir a BABELIA en Facebook y Twitter, o apuntarte aquí para recibir nuestra newsletter semanal.