Días de escuela

Publicada en 2016, Nemo, de Gonzalo Hidalgo Bayal, es, para mí, una de las mejores novelas aparecidas en los últimos años en castellano y una de buena puerta de entrada al mundo narrativo de su autor: la comarca de la Tierra de Murgaños y su centro, Murania. Para hacerlo en su nueva novela, Hervaciana, conviene tener presente otra del autor extremeño, Campos de amapolas blancas (1997). Aquí se describe la atmósfera del colegio de los padres hervacianos, otro lugar ficticio que nunca deja de recordarnos el autoritarismo y la arbitrariedad, de los colegios religiosos durante...

Publicada en 2016, Nemo, de Gonzalo Hidalgo Bayal, es, para mí, una de las mejores novelas aparecidas en los últimos años en castellano y una de buena puerta de entrada al mundo narrativo de su autor: la comarca de la Tierra de Murgaños y su centro, Murania. Para hacerlo en su nueva novela, Hervaciana, conviene tener presente otra del autor extremeño, Campos de amapolas blancas (1997). Aquí se describe la atmósfera del colegio de los padres hervacianos, otro lugar ficticio que nunca deja de recordarnos el autoritarismo y la arbitrariedad, de los colegios religiosos durante el franquismo. Hervaciana es un libro unitario, aunque los capítulos que lo conforman funcionen como relatos autónomos. El propósito, el tono y la atmosfera son los de un texto compacto, con un propósito de libro de formación. El narrador en primera persona nos relata circunstancias distintas de su paso por el Real Colegio de Sant Hervacio. Generalmente en relación a sus compañeros. Sólo en dos o tres historias, Gonzalo Hidalgo Bayal dibuja el punto físico desde donde recupera el pasado en el colegio. Son una cafetería o alguna concurrida acera de Madrid. Gente a la que creía que nunca más vería, hasta que un día se la encuentra de frente, hablan y se comprometen a verse otro día. La escritura de Hidalgo Bayal en este soberbio libro tiene ecos cervantinos y borgianos. Por la ironía pactada con la ternura, la exactitud flaubertiana de los vocablos y, sobre todo, por la infinitud de los gestos y comportamientos psicológicos retratados. Hay, además, que hacer notar algo muy importante. En ningún momento su autor incurre en un comprensible presentismo. No hay en estas historias, acechos sexuales de religiosos a estudiantes. En una sola historia, con maestría elíptica, se menciona una reunión a puerta cerrada entre un alumno y un religioso y de la que nadie nunca supo nada verazmente. Para terminar, propongo leer seguidas ‘El signo del León’ y ‘Pluma 22′.

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