Su obra de arte, gracias

La figura del marchante que asesoraba a coleccionistas y amantes del arte está empezando a mutar en algo parecido a un algoritmo. Es el nacimiento del ‘dealer’ cíborg, dispuesto a cambiar las dinámicas del mercado

La artista robot Ai-Da en la apertura de su exposición en el Design Museum de Londres, el pasado 18 de mayo.DPA vía Europa Press (Europa Press)

Empieza a circular en la jerga artística un nuevo tipo de marchante que poco tiene que ver con el típico representante o asesor de arte, que vive prácticamente en un avión y conoce al dedillo la escena del arte. Se trata de un tipo de dealer cíborg que vive la vida en streaming y que ofrece gran variedad de información asociada a los gustos de cada cual, más o menos como funcionan los algoritmos de Spotify. Su trabajo pasa por un buen radar de novedades casi a modo del conocido Discover Weekly de esa plataf...

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Empieza a circular en la jerga artística un nuevo tipo de marchante que poco tiene que ver con el típico representante o asesor de arte, que vive prácticamente en un avión y conoce al dedillo la escena del arte. Se trata de un tipo de dealer cíborg que vive la vida en streaming y que ofrece gran variedad de información asociada a los gustos de cada cual, más o menos como funcionan los algoritmos de Spotify. Su trabajo pasa por un buen radar de novedades casi a modo del conocido Discover Weekly de esa plataforma musical. Puede que lea esto con un poco de estupor, pero llevamos tiempo acostumbrados a que una máquina se ponga al otro lado de la línea o nos dé las gracias cada vez que compramos pitillos. La pandemia ha empujado al mundo del arte, tradicionalmente analógico y tendiente al beso, hacia un ámbito virtual que se parece cada vez más a una gran pista de patinaje. Es fácil resbalar si no se domina el equilibrio entre lo online y lo offline, entre el antiguo beso y el nuevo codo, o entre visitar una exposición y un PDF en tu bandeja de entrada.

Hay cosas que asombran de este 2021. Mientras las ferias de arte se fueron anulando, las ventas online en subastas han sido apabullantes. El año pasado, Sotheby’s creció un 413% y Christie’s, un 120%. Buen momento para coleccionistas con tiempo extra y el tirón de la pantalla. También subieron las catas de vinos online como nueva forma de negocio artístico. Las bodegas culturetas empezaron a emerger en Zoom desde que la neoyorquina Winston Art Group, conocida empresa de asesoramiento y tasación de obras de arte, empezara a paladear chardonnay y whisky mientras hablaba de Warhol y Basquiat. Tal ha sido el éxito que ya han sacado una app, llamada Vitis, que permite a los clientes analizar sus colecciones, revisar el valor de sus obras y debatir entre oportos si es momentos de conservar, vender o beber.

Artory, otra asesoría en formato app, explica en su página web que los nuevos compradores son ahora más escépticos y que un 60% de ellos está preocupado por posibles obras falsas. De ahí su plataforma para marchantes y casas de subastas dispuesta a facilitar información y aclarar dudas. En lugar de tener que recorrer los pasillos de una feria de arte o, en caso de no poder desplazarse, estas aplicaciones absorben gran cantidad de datos para ofrecer los llamados “comparables”, que utilizan para determinar el valor justo de mercado. Además, le permite a uno llenar su agenda profesional de eventos a los que desea asistir, ahora que para todo hay que concertar cita, registrarse y dejar comentarios. Ocurre lo mismo con Art4Technology, Codex, Artcarta Pay o Artsy. También con Invaluable o Artnet, dos de los marketplaces en alza.

Omnicanalidad

Cuando todo esto encarna un cuerpo, FaceTime es el gran aliado para las visitas individualizadas con clientes acurrucados frente a sus chimeneas en Aspen o las terrazas de Menorca. Otro paso más es la llamada omnicanalidad. Atentos a este término conocido en otros ámbitos del mundo digital presente ya en el mercado del arte. Dicen que es la clave para vender más: estar presentes en muchos canales que frecuentan los coleccionistas y coordinados para que el cliente perciba uniformemente una determinada marca. Dicen que es la manera para que el arte llegue a más gente que nunca. Empresas como SeditionArt y, especialmente, Meural, ofrecen una nueva forma de acceder a obras de arte: mediante un marco tecnológico, como un espejo, sus clientes pueden visualizar creaciones libres de derechos y cambiarlas pasando la mano por el espejo. O, por una suscripción, acceder a nuevas obras de artistas que crean obras exclusivamente para ese medio. Meural es conocido, de hecho, como el Spotify del arte y abre la puerta a nuevas formas de disfrute y comercialización del arte digital. Aunque hay también escépticos que ven en todo esto una manera de control más a nuestros gestos y gustos.

Vuelvo al símil de los patines. Parece que todo este mercado online está haciendo un giro paralelo, pero en realidad es estático y no deja de girar sobre sí mismo, sin moverse del sitio. Lo mismo pienso cada vez que veo a alguien hacerse un selfie en una exposición para dar fe de su visita en Instagram. La paradoja nos engulle por momentos en la falsa idea de que la tecnología nos hará libres. Aunque hay motivos para el optimismo. Sabemos que el mundo del arte está saliendo de la era del bloqueo. Artnet asegura que el negocio se encuentra en su mejor posición y lo equipara justo al momento previo al confinamiento. Ahora que la máquina lo sabe todo, el reto será no perder la emoción de que algo te dé hipo o sueño sin un móvil cerca…


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