La infinitud de lo pequeño
‘Augurios de inocencia’, de William Blake, es un poema de aliento musical que lo remueve todo en nosotros
A los clásicos hay que abordarlos con naturalidad y confianza, como si fuesen nuestros amigos, con los que podemos discutir, conversar y pensar, estableciendo lazos profundos y directos, interactuando con sus textos. No en vano, son clásicos no solo porque llegaron a la excelencia, sino porque, generación tras generación, hacen posible dialogar con ellos, debido a que dejaron la posibilidad de intervenir incesantemente en sus obras redondas y a la vez abiertas. Es lo que ocurre con el poema de Blake ...
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A los clásicos hay que abordarlos con naturalidad y confianza, como si fuesen nuestros amigos, con los que podemos discutir, conversar y pensar, estableciendo lazos profundos y directos, interactuando con sus textos. No en vano, son clásicos no solo porque llegaron a la excelencia, sino porque, generación tras generación, hacen posible dialogar con ellos, debido a que dejaron la posibilidad de intervenir incesantemente en sus obras redondas y a la vez abiertas. Es lo que ocurre con el poema de Blake Augurios de inocencia.
La edición de Fernando Castanedo es ejemplar por su esclarecida introducción y, sobre todo, por su traducción. A Augurios de inocencia ha añadido nueve poemas más, que no tienen desperdicio, pero aquí vamos a comentar el que da título al libro y que comienza con un nudo de paradojas al estilo de las de Pascal: “Ver el mundo en un grano de arena / y el cielo en la florecilla del campo / sostener lo infinito en la palma de la mano / y poseer lo eterno en una hora apenas”. La infinitud de lo pequeño que obsesionaba a Pascal halla en estos versos su mejor definición. A partir de ese momento el poema se abre a una sucesión de profecías donde animales y hombre conforman un único mundo, y donde las predicciones son formuladas desde un presente absoluto, que es el presente absoluto del infierno y del cielo, creando un dédalo de asombrosas correspondencias y resonancias, donde el dolor animal se funde y se confunde con el dolor humano.
La versión de Castanedo, laboriosa y delicada, es bastante fiel al sentido de cada verso y a la vez transmite el aliento musical de un poema que lo remueve todo en nosotros. Al final, el Dios de Blake no se oculta a los seres de la noche, pero solo muestra su forma humana a los que habitan el día y buscan, hasta en las regiones más oscuras del mundo y del alma, la mirada de la inocencia, la mirada que aún no está emponzoñada por la culpa: ese residuo negro que deja el reino de la maldad, y que va recorriendo todo el poema desde el quinto verso hasta el final.
Augurios de inocencia
Autor: William Blake.
Traducción: Fernando Castanedo.
Editorial: Cátedra, 2020.
Formato: Tapa blanda. 178 páginas. 12 euros.