Keith Jarrett, en su plenitud
La reedición de un disco clave del pianista de jazz, que anunció su retirada en 2020 debido a un ictus, invita a una revisión de su legado como improvisador en solitario
En la discografía de Keith Jarrett hay 22 entradas a piano solo, 22 hitos en un mapa único de las conexiones neuronales de uno de los músicos de jazz más influyentes del último medio siglo. La fórmula, en la que no se incluyen sus incursiones en la clásica, ha permanecido más o menos inalterable desde la primera vez (Facing You, 1971) hasta la última, ...
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En la discografía de Keith Jarrett hay 22 entradas a piano solo, 22 hitos en un mapa único de las conexiones neuronales de uno de los músicos de jazz más influyentes del último medio siglo. La fórmula, en la que no se incluyen sus incursiones en la clásica, ha permanecido más o menos inalterable desde la primera vez (Facing You, 1971) hasta la última, Budapest Concert, grabado en la ciudad húngara en 2016, pero que vio la luz en octubre del año pasado, poco después de que, en una entrevista con The New York Times, el instrumentista estadounidense desvelara que dos ictus se habían llevado por delante su legendaria destreza con la mano izquierda.
Sería ingenuo considerar este su último disco, por más que el círculo que cierre sea perfecto; si así fuera, Jarrett se habría estrenado y se despediría de ECM, la discográfica alemana en la que ha publicado unos 80 títulos, solo ante el piano. Dada la tendencia de su sello a explotar la insaciabilidad de los fans de su artista más vendido, así como la fidelidad de Manfred Eicher, el fundador, por registrar sus recitales de piano solo (casi siempre en directo, en un par de ocasiones en estudio), es probable que la compañía tenga material almacenado.
No deja de ser irónico que ambos, Eicher y Jarrett, nacidos en 1943 y 1945, respectivamente, sufrieran sendos accidentes cerebrovasculares más o menos en la misma fecha, tras 50 años de trabajar juntos. Al músico lo dejó mudo al piano. Al productor, recuperado en parte, le estropeó la celebración de medio siglo de su empresa, prevista para 2019. También ha ralentizado el frenético ritmo de una compañía en la que casi todo pasa por él. Uno de los platos fuertes de aquella fiesta era la lujosa reedición en vinilo de Sun Bear Concerts, la piedra de toque de la pianística de Jarrett y uno de los lanzamientos que mejor resumen el espíritu de respeto por la música de ECM; una caja que en su día fue de 10 elepés (después, de seis cedés) y que contiene cinco conciertos registrados en noviembre de 1976 en una gira japonesa.
Eicher, uno de los últimos creyentes en el viejo poder de los mass media, hizo un avance, con una tirada de 350 ejemplares, que estuvo disponible a finales de 2019 exclusivamente en la tienda en línea del respetado periódico semanal alemán Die Zeit. La idea era poner en el mercado pocos meses después 2.000 unidades numeradas más. El coronavirus acabó también con ese plan y, finalmente, la suntuosa caja, réplica de la edición original, un archivador de cartón con forma de acordeón con un libreto con fotos en blanco y negro de aquellos días y una cita de Gertrude Stein por todo texto (“Piensa en tus oídos como si fueran ojos”), saldrá a la venta (a partir de 250 euros) el próximo viernes.
La música, disponible en las plataformas digitales desde 2017, año en el que ECM, siempre celosa de la calidad del sonido, cedió en su numantina resistencia a los nuevos tiempos, es extraordinaria. En estos recitales se escucha a un músico de 31 años en la plenitud de facultades y sobrado de inventiva. Los conciertos obedecían a una misma estructura, dos largas piezas improvisadas y algún bis, pero las ideas, pura improvisación, cambiaban de una noche a otra.
Abunda el lirismo de su característico toque, pero también la rabia experimental. La técnica la definió el artista como free playing. No hay nada preconcebido. Cuando se sienta en la banqueta, se limita a actuar como una suerte “médium de una fuerza superior”, que deja que la cosa fluya a través de sus manos, según su biógrafo Wolfgang Sandner (Keith Jarrett. Una biografía; Libros del Kultrum). Esa explicación irracional podría responder a la pregunta de por qué el músico ofrece su cara más áspera en la ciudad de Kioto para entregarse unos días después a una bella meditación en la de Nagoya.
Jarrett también tenía por aquel entonces confianza para regalar. Pocos músicos (y aún menos productores) se atreverían a una demostración de fuerza de esas características. Tampoco es probable que salieran indemnes de tamaño coqueteo con la megalomanía. Él tenía entonces carta blanca. El extraordinario éxito de su The Köln Concert (1975), el disco más vendido de ECM, con casi cuatro millones de ejemplares, expandió los límites de una ambición que se había revelado con el previo Solo Concerts: Bremen / Lausanne (1972). El recital de la ópera de Colonia, con un piano con el que Jarrett, paradójicamente, no se sentía cómodo, lo sacó del gueto del jazz. Sun Bear Concerts, cuya duración se aproxima más al ciclo de sonatas de un compositor romántico, lo estableció como una estrella de la música culta, capaz de vender por sí solo todas las localidades de cualquier gran teatro del mundo.
En los ochenta, Jarrett estrenó otro de sus vehículos de expresión predilectos: el Standards Trio, junto a Gary Peacock (bajo) y Jack DeJohnette (batería). Aquella aventura, tras la muerte de Peacock en septiembre, también es historia. Si la discografía de esa formación, consagrada al Gran Cancionero Americano, sirve para trazar la epopeya de una amistad, los registros de piano cuentan los altibajos de una vida: está el ímpetu juvenil del principio, la descarada confianza del apogeo (Concerts, Bregenz / München) o las dudas de la madurez, cuando, a mediados de los ochenta, Jarrett dio la impresión de avergonzarse de su torrencialidad previa y grabó un recital de piezas más cortas en Tokio (Dark Intervals, 1988).
Si Testament está tocado bajo la influencia del divorcio de su segunda mujer, el bello The Melody at Night with You (1999) lo grabó en su casa en Nueva Jersey mientras se recuperaba del síndrome de fatiga crónica que lo apartó de la vida a finales de los años noventa (quizá por eso el programa consta de 10 standards, como si otorgara poderes curativos a esa música familiar). A Multitude of Angels (2016), serie de recitales en Italia en 1996, nos habla de cómo se sentía justo antes de esa enfermedad, aún sin diagnóstico, mientras que Radiance (registrado en 2002 en Japón, publicado en 2005) marcó un nuevo comienzo tras su vuelta a la vida, así como la pauta de su estilo tardío, más minimalista, en unos años en los que racionó sus apariciones en solitario.
Esos discos también invitan a un viaje sofisticado (y prepandémico) por los teatros y las ciudades de esa gran cultura de la Europa del último medio siglo de la que Eicher y Jarrett fueron guardianes antes del cambio de turno. El compositor estonio Arvo Pärt, otra estrella de ECM, comparó en cierta ocasión sus cedés con “lápidas”. Según esa lógica, los de piano solo de Jarrett, con sus ascéticos diseños, su escaso interés en dar explicaciones y sus textos literarios (Michael Krüger, Foster Wallace, Robert Bly…) servirían para jalonar el último descanso de una forma de entender la música: buenos presupuestos, sellos independientes con decenas de empleados y ventas físicas que justificaban todo lo anterior. En la era de Spotify, la caja que ahora ve la luz cumpliría, pues, la función de ese impresionante mausoleo de una familia pudiente que reconcilia a los visitantes del cementerio con la eternidad.
Sun Bear Concerts
Keith Jarrett
ECM / Distrijazz