Orgullo de perdedor
Don Carpenter escribía para Hollywood y, pese a triunfar, pues vivía de lo que escribía, no lo sentía así. Pero no podía quejarse
Don Carpenter nació en Berkeley. Como Philip K. Dick. Como la generación beat. Como Ursula K. Le Guin. Leerle es siempre viajar en el tiempo y en el espacio. Trasladarse mentalmente a la disoluta y a ratos absurda y trotamundos vida del escritor californiano hasta cierto punto acomodado en la incomodidad del fracaso. Subirse a un coche, siempre traqueteante y falto de gasolina, y recorrer las cal...
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Don Carpenter nació en Berkeley. Como Philip K. Dick. Como la generación beat. Como Ursula K. Le Guin. Leerle es siempre viajar en el tiempo y en el espacio. Trasladarse mentalmente a la disoluta y a ratos absurda y trotamundos vida del escritor californiano hasta cierto punto acomodado en la incomodidad del fracaso. Subirse a un coche, siempre traqueteante y falto de gasolina, y recorrer las calles de San Francisco, y detenerse ante el Enrico’s —el café limbo en el que se arremolinan los escritores que quedaron en la cuneta en la insuperable Los viernes en Enrico’s—, y dormir en un motel y charlar hasta las tantas y acostarse casi siempre tristemente con alguien y nunca beber demasiado, pero sí lo suficiente para lamentarse por todo lo que no está saliendo como debería. Es decir, echarle un vistazo a la vida del propio Don Carpenter.
Su vida es la vida del escritor que fue siempre un escritor asalariado. Carpenter, como John Fante, escribía para Hollywood y no tenía tiempo para nada más, y por eso, pese a triunfar, después de todo, vivía de lo que escribía, se sentía un perdedor. Pero no podía quejarse. De ahí la encantadora pesadumbre, la luminosa melancolía de Dave Ogilvie, el narrador de Un par de cómicos, que tan bien retrata el mundo sin asidero, casi como de decadente parque de atracciones sin atracciones, que es su vida. La vida de, en este caso, un presumible futuro actor que conoció a tiempo a una estrella en ciernes —Jim Larson— y triunfó a su lado.
Atrapado en una rutina de rodajes intermitentes y desarmantes, Ogilvie teme la posible desaparición del indómito y escurridizo Larson todo el tiempo como debió temer Carpenter la desaparición de aquello que más aborrecía —el propio Hollywood— porque sin él no sería exactamente él. Porque él —Larson, o Hollywood— era lo único que tenía. Hay en su honesto retrato un brillante esbozo del viejo orgullo del perdedor, algo que pareció que iba a reinar para siempre en lo literario, pero que parece hoy un encantadoramente iluso objeto del pasado, algo propio de una literatura que, quién sabe por qué, ha dejado de producirse.
UN PAR DE CÓMICOS
Autor: Don Carpenter.
Traducción: Rubén Martín Giráldez.
Editorial: Sexto Piso, 2021.
Formato: tapa blanda (184 páginas, 18,90 euros).