Autobiografía con gatos
Antonio Pau repasa su vida a través de sus mascotas y analiza las mejores representaciones felinas en la historia del arte
A Mao Tse-Tung, que era “amarillo y rojo, como El Gran Timonel”, le precedió Tutu, como el disco de Miles Davis que, a su vez, homenajeaba a Desmond Tutu, el arzobispo sudafricano que fue premio Nobel de la Paz en 1984; después de Mao vinieron Benito y Rodolfo, que originalmente iban a llamarse Ven y Vete para propiciar confusiones. El conocimiento de los más importantes (y controvertidos) dirigentes políticos del siglo XX parece no estar muy extendido entre ciertos colectivos españoles, por ejemplo el de los veterinarios: cuando le dijimos el n...
A Mao Tse-Tung, que era “amarillo y rojo, como El Gran Timonel”, le precedió Tutu, como el disco de Miles Davis que, a su vez, homenajeaba a Desmond Tutu, el arzobispo sudafricano que fue premio Nobel de la Paz en 1984; después de Mao vinieron Benito y Rodolfo, que originalmente iban a llamarse Ven y Vete para propiciar confusiones. El conocimiento de los más importantes (y controvertidos) dirigentes políticos del siglo XX parece no estar muy extendido entre ciertos colectivos españoles, por ejemplo el de los veterinarios: cuando le dijimos el nombre de nuestro gato, el veterinario que estaba completando su ficha respondió: “Ah, qué gracioso: como la cerveza”. Desde entonces, la historia médica de Mao estuvo asociada a la denominación comercial de la cerveza madrileña por antonomasia, pero en privado siempre supimos cuál era su verdadero nombre. (Por cierto, “Mao” significa “gato” en chino).
Uno podría escribir su autobiografía hablando solo de los gatos que tuvo, de los rasgos más salientes de su personalidad y de cómo fue su relación con ellos. Y eso es precisamente lo que hace el escritor y jurista español Antonio Pau (Torrijos, 1953) en Gatuperios, comenzando por la gata de su abuela farmacéutica, que acechaba a las visitas desde la oscuridad. A esa gata la siguieron el gato de su padre, que irrumpía en su consulta y se echaba en el regazo de los pacientes más prometedores (“generalmente elegía a una mujer gruesa”, recuerda Pau); la gata en guerra permanente con el chihuahua de la familia, que, sin embargo, comparte pacíficamente con él ahora su “última morada” bajo un almendro silvestre; el que solo se deja tocar en ocasiones pero no parece poder renunciar a la presencia de su dueño.
Gatuperios no es solo una suma de pequeños retratos, sin embargo, sino también un recorrido por algunos de los gatos más memorables de las artes visuales: el de un singularísimo doble retrato de Hans von Kulmbach de 1508; el que, comprensiblemente, huye del ángel en una Anunciación de Lorenzo Lotto; los gatos que aparecen en las obras de Francisco de Goya; el icónico chat noir de Théophile Steinlen; el negro de la Olympia de Édouard Manet; los de Balthasar Klossowski, Balthus; el de una obra de Franz Marc en la que, según Pau, “lo que [Marc] pintó no fue solo la forma del gato, sino también toda la dulzura del gato”; los de Paul Klee, Jean Metzinger y Manuel Alcorlo. Gatuperios incluye dos dibujos del propio Alcorlo y una nota final del escritor Álvaro Pombo, y es también una propuesta de reforma del lenguaje: Pau propone revisar las definiciones de “perrería” y “gatuperio” para que ya no hagan referencia a perjuicios, “embrollos y enjuagues”, sino a “acciones ingenuas de gatos y de perros, especialmente por diversión o juego, y comúnmente faltas de reflexión o sensatez”.
Pero hay una enorme sensatez en los gatos, como sabe quienquiera que tenga o haya tenido uno a su lado, en su desdén por las apariencias y por las dificultades de quienes, tontamente, nos creemos sus dueños pero somos sus agradecidos sirvientes. Y también la hay en este libro, que es delicado y escurridizo como las figuras que lo inspiran y, como ellas, tiene una fuerza y una elegancia arrebatadoras.
Gatuperios
Autor: Antonio Pau.
Editorial: La Huerta Grande, 2020.
Formato: 46 páginas. 8 euros.