Querida y terrible Rusia

Keith Gessen, nacido en Moscú y criado en Estados Unidos, confronta sus dos patrias a través de un ‘alter ego’ que se ve obligado a regresar a su país de origen para cuidar a su abuela

Viandantes en una calle del barrio ruso de Nueva York.Spencer Platt (Getty Images)

Todas las familias felices se parecen. La nuestra, obviamente, no era una familia feliz”, confiesa Andréi Kaplan, un treintañero emigrado a Massachu­setts de niño cuando el Kremlin autorizó la partida de soviéticos de origen judío, como Brodsky o Dovlátov, en la denominada “tercera ola”. Melancólico y dubitativo, el protagonista de esta novela es una versión actualizada del hombre superfluo, incapaz de encauzar su vida, como los Oneguin y los Oblómov. “A mí me gustaba leer y había pensado que los libros me ayudarían a entender el mundo”, confiesa. Tras encadenar cursos de cultura eslava en la ...

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Todas las familias felices se parecen. La nuestra, obviamente, no era una familia feliz”, confiesa Andréi Kaplan, un treintañero emigrado a Massachu­setts de niño cuando el Kremlin autorizó la partida de soviéticos de origen judío, como Brodsky o Dovlátov, en la denominada “tercera ola”. Melancólico y dubitativo, el protagonista de esta novela es una versión actualizada del hombre superfluo, incapaz de encauzar su vida, como los Oneguin y los Oblómov. “A mí me gustaba leer y había pensado que los libros me ayudarían a entender el mundo”, confiesa. Tras encadenar cursos de cultura eslava en la universidad, en plena crisis financiera global la realidad le demuestra lo contrario: su cuenta bancaria es un erial, su novia lo deja en un Starbucks, las perspectivas laborales en una Facultad son remotas y vivir en Nueva York supone un coste prohibitivo. Solo encuentra salida en una llamada del hermano, retornado a Moscú.

Decide probar suerte en la jungla darwinista pos-soviética y cuidar a su abuela, historiadora jubilada, en el piso que le concedió Stalin. La expectativa de indagar en los recuerdos de la matriarca, y que eso le dé para un texto académico, es otro incentivo, pero descubrirá que la frágil memoria de la casi centenaria apenas emite fogonazos de lucidez: “Mereció la pena intentarlo. Este es un país terrible y no va a funcionar nada, nunca”, comenta al nieto. La relación entre ambos (enfermedad cognitiva de por medio) le sirve a Kaplan de víncu­lo con su madre muerta y con una historia familiar repleta de contradicciones.

En su segunda novela tras Todos los jóvenes tristes y literarios, ­Keith Gessen, cofundador de la revista n+1 y traductor de Alexiévich y Petrushévskaia, se inspira en su bagaje personal para perfilar un análisis del reciente paisaje sociopolítico ruso a través de las expectativas truncadas del protagonista. Como él, el autor volvió a Moscú para cuidar a su abuela cuando su hermana, la también escritora Masha Gessen, tuvo que regresar a América por las políticas homófobas de Putin. Para Kaplan, Rusia representa la burbuja nostálgica de sus padres y de su estrecho círculo, el “gueto ruso” del que los hijos ansían huir al “Estados Unidos real”. Por eso, hasta que vuelve a sus raíces, no puede confrontar esas ideas preconcebidas sobre su lejano lugar de origen. A medida que traba amistad con moscovitas de todo pelaje y se enamora de una activista, la ciudad deja de ser “el lugar terrible donde había nacido” para convertirse en otra cosa.

Al alejarse del exotismo, Gessen se desmarca de una heterogénea corriente literaria, surgida en 2002 con El manual del debutante ruso, de Gary Shteyngart, e integrada por autores de origen eslavo marcados por su condición transnacional, plurilingüe y migrante. Además de narrar el conflicto intergeneracional, el extrañamiento cultural o el problemático tránsito a la madurez, Gessen confronta sus dos patrias, “terribles” cada cual a su manera. Aunque igualadas por el mismo patrón neoliberal —"la mercantilización de las relaciones humanas"—, la Rusia de Putin emerge como alumna aventajada, inspiradora de otras cleptocracias.

Atraviesa la novela, salpicada de apuntes de literatura rusa, el tema del dinero y la desigualdad como nueva forma de dictadura. Si la gente no puede permitirse hacer nada aparte de sobrevivir (cavila un Kaplan más incisivo), probablemente no se organice ni adquiera ningún poder político. Así que “ya no era necesario meterlos a todos en un gulag”. El protagonista se siente frustrado por no saber brindar una “nueva interpretación de Rusia” que cambie la forma en que la gente la percibe más allá de los tópicos, algo que Gessen, en cambio, sí consigue.

UN PAÍS TERRIBLE

Autor: Keith Gessen. Traducción de Amelia Pérez de Villar.


Editorial: Galaxia Gutenberg, 2020.


Formato: 400 páginas. 23 euros.



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