Una denuncia de abusos sexuales alcanza al colegio jesuita de Buenos Aires donde impartió clases el Papa
Un extutor del centro del Salvador, en el que Francisco fue profesor en los años sesenta, está acusado de haber agredido sexualmente a más de 40 niños desde 1998. Las víctimas han pedido sin éxito ayuda al Pontífice
Gonzalo Elizondo y Pablo Vio son dos amigos argentinos de 32 años. Estudiaron juntos en el Colegio del Salvador, una centenaria institución educativa jesuita de Buenos Aires, donde dio clases Jorge Mario Bergoglio, hoy el papa Francisco. Terminada la secundaria en esta institución, Elizondo y Vio mantuvieron la amistad. Sin embargo, tardaron casi dos décadas en darse cuenta de que compartían un recuerdo doloroso: ambos sufrieron abusos de su tutor, el hermano César Fretes, cuando tenían 11 años. Al romper el silencio y comenzar a buscar respuestas, descubrieron que las víctimas se contaban por decenas. Hasta ahora, tienen contabilizadas 42.
Fretes falleció en 2015 sin haber sido denunciado ante la Justicia. Las autoridades del colegio reconocen la existencia de los abusos, pero se oponen a ofrecer una disculpa pública y compensar económicamente a las víctimas. Tampoco han sancionado a los responsables de la escuela en ese momento, tal y como exigen los exalumnos. “Hubo muchos adultos responsables que no actuaron como tenían que actuar. Nos descuidaron, nos abandonaron, se enteraron de que había un abusador y lo que hicieron fue encubrirlo y trasladarlo”, dice Vio en una entrevista con EL PAÍS junto a Elizondo.
Ambos denuncian que Fretes abusó de ellos en 2002, cuando era su tutor de sexto de primaria, pero no se lo dijeron a nadie e hicieron lo posible por olvidarlo. Un año después, el colegio trasladó al jesuita a más de 1.000 kilómetros de distancia sin dar ninguna explicación, pero entre los estudiantes empezó a correr un rumor: había abusado de algún alumno. Ese murmullo hizo que Elizondo resignificase lo ocurrido en el retiro espiritual del año pasado, cuando despertó en mitad de la noche y sintió que Fretes tenía la mano metida dentro de su pantalón. “Me dijo que me encontró sonámbulo y me llevó de vuelta a la habitación, pero yo nunca fui sonámbulo”, recuerda Elizondo en una entrevista con EL PAÍS. “Al escuchar los rumores reinterpreté que no fue un accidente, sino que me estaba tocando”, asegura. Sin embargo, pensó que con el traslado el colegio ya había actuado y continuó callado.
Vio tardó más en darse cuenta de que había sufrido un abuso porque en la adolescencia no tenía herramientas para hacerlo. En la escuela no impartían educación sexual, como sí es obligatorio ahora, y muchos no sabían cómo actuar ni qué pensar cuando Fretes llevaba las charlas de las tutorías hacia temas sexuales. “Te iba preparando, cada vez avanzaba más”, dice Vio. “Un día en su despacho me pidió que me bajara los pantalones. Me tocó el pene, me corrió la piel y me pidió que en los vestuarios mirara a mis compañeros, que comparara y luego le contara”, recuerda. “En ese momento incluso pensé que tenía suerte de tener a esa persona al lado y que me enseñase, nunca me explicaron que eso estaba mal”, denuncia.
Elizondo se acercó por primera vez a las autoridades del colegio en busca de respuestas en 2019. Tres años después, lo acompañan Vio y decenas de víctimas más. Pero chocan con la falta de colaboración de la institución religiosa, que también rechaza hablar con los medios al alegar que ya se ha disculpado ante la comunidad educativa y ha tomado medidas para prevenir nuevos casos.
“Nos avergüenza”
“En primer lugar, reiteramos nuestro pedido de perdón a aquellos que sufrieron en el Colegio lo que no debían sufrir. Nos avergüenza. Lo lamentamos profundamente. Por eso les pedimos públicamente perdón”, dice la carta enviada a principios de mes a la comunidad educativa y firmada por el actual rector, Jorge Black, y quien ostentaba ese cargo en 2003, Rafael Velasco. “Las autoridades del Colegio y de la Compañía de aquellos años obraron creyendo que hacían lo mejor posible. En aquel momento se creyó que alcanzaba con sacar al acusado y preservar así a los alumnos de más daño”, agregaron, en referencia a la decisión de trasladarlo a Mendoza.
Aunque en teoría tenía prohibido el contacto con menores, Fretes volvió al colegio en un par de ocasiones y participó también en algunas actividades con alumnos entre 2003 y 2007, cuando fue expulsado de la Compañía de Jesús, supuestamente como resultado de una investigación interna sobre los casos de abusos.
“No nos dejan ver el certificado de expulsión. Sabemos que lo de la investigación es falso porque no hablaron con nadie, no preguntaron a nadie”, dice Vio. Las víctimas aseguran que antes de la denuncia recibida contra Fretes en 2003 —que se saldó con su traslado a Mendoza—, las autoridades de la escuela habían recibido otras dos.
La primera se remonta a 1998, solo un año después de que el hermano —que no llegó a ordenarse sacerdote— se incorporase al cuerpo docente. “Una familia fue a plantear al rector, Luis de Maussion, que su hijo había sufrido una situación de abuso por parte de Fretes. Sin embargo, De Maussion desestimó su testimonio y decidió mantener al abusador en su cargo”, destacan en una cronología elaborada de forma colectiva a partir de los distintos testimonios. La segunda data de 2001, cuando un alumno de sexto grado le contó al rector Velasco un intento de abuso por parte de Fretes. “El rector no solo desestimó su testimonio, sino que se encargó de exponerlo ante todos sus compañeros como un mentiroso”, cuentan.
Silencio del Papa
Jorge Mario Bergoglio, hoy Francisco, es de formación jesuita y dio clases en el Colegio del Salvador a mitad de los años sesenta. Al escuchar los discursos del Papa contra la pedofilia en el seno de la Iglesia y saber su cercanía con la escuela, Elizondo pensó que podría interceder. En 2020 tomó valor y le escribió una carta al Vaticano. Nunca recibió respuesta. “Los está protegiendo. Reconocer los abusos sería soltarles la mano”, sostiene Vio.
Después de varios años de lucha sin resultados, los exalumnos son muy críticos con la actuación de las autoridades de la institución jesuita donde estudiaron y de toda la jerarquía católica. “El objetivo de la Iglesia es que nos cansemos, que se nos termine la energía y lo dejemos y así ellos puedan seguir tapándolo, como si nada. Si el Papa saliese a hablar nadie podría seguir haciéndose el distraído y nos daría una recarga de energía, no va a pasar”, anticipa Vio.
Si conoce algún caso de abusos sexuales que no haya visto la luz, escríbanos con su denuncia a abusos@elpais.es. Si es un caso en América Latina, escríbanos a abusosamerica@elpais.es.
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