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Cuestión de cadencia: ¿qué nos hace imparables en el senderismo?

Cuando practicamos senderismo, hiking o montañismo, la falta de condición es uno de los principales enemigos a vencer. Aprende el secreto para no terminar exhausto y sin oxígeno en tu próxima aventura natural

Foto: Jordan Siemens/Getty Images)
Foto: Jordan Siemens/Getty Images)
Ricardo Pineda

Durante los dos años recientes, las actividades al aire libre han tenido un repunte considerable, explicado en buena medida por el confinamiento y la búsqueda de una vida más sana, así como el aire puro y los paisajes imponentes que los entornos naturales pueden brindar. Se estima que al cierre de 2021, cerca de 8.1 millones más personas en comparación con 2019 hicieron al menos una caminata al aire libre, cifra que va en aumento, de acuerdo con un informe de la Outdoor Foundation, área filantrópica de Outdoor Industry Association.

Trekking, hiking, montañismo, downhill, una caminata tranquila, incluso un camping o un picnic han sido la gran válvula de escape para miles de personas, quienes están en búsqueda de nuevas experiencias, de una vida más sana o de desafíos que los pongan a prueba.

No son pocos quienes han confesado en más de una ocasión sentirse felices o sorprendidos al llegar a la cumbre de un cañón o una montaña, lograr una caminata de más de cuatro horas, o sencillamente de mantener la emoción por la aventura, así como la curiosidad por desconectarse de la vida moderna y enfrentarse ante los indecibles paisajes naturales.

Para Jesús Rivera, guía de alta montaña quien lleva cerca de 14 años haciendo este tipo de actividades, la atracción y pasión por la aventura tiene distintos significados y orígenes para cada persona. “En mi caso representa interactuar con aspectos positivos del mundo, saber que te sientes libre y capaz de vivir de forma imparable. Y cuando llegas, conoces y te enamoras de entornos así, cada vez buscas más y mejores escenarios, siendo testigo de esa magnificencia y del asombro de ver que puede existir todo eso y de esa manera”, precisa.

(Foto: Jordan Siemens/Getty Images)
(Foto: Jordan Siemens/Getty Images)

Justamente la diversidad de ópticas, sensibilidades y objetivos es lo que hace que los bosques, los desiertos, las cañadas o las montañas puedan regalarnos sus maravillas y beneficios al organismo de forma tan generosa y excitante sin importar nuestra edad, condición u objetivo con el cual emprendemos la aventura.

Para Gabriela Gissel Gonzalez Huchin, marchista profesional de 30 años, las actividades en ambientes naturales y terrenos elevados es vital para su desarrollo como atleta de alto rendimiento. “Desde los doce años de edad comencé a subir al Nevado de Toluca, buscando la altura debido a que se generan más glóbulos rojos, que mejora tu nivel de oxigenación. Pero yo creo que además, la montaña te fortalece física y mentalmente, te familiarizas y conectas de una forma especial con los árboles, la belleza de la naturaleza, el silencio; todo eso te transporta a otro mundo al que vives cotidianamente”, explica Gissel.

Entre los beneficios de una buena caminata, nos explica Antonio Márquez de Voortus, proyecto eco sustentable enfocado a la aventura exterior y el confort, se encuentran “el fortalecimiento del sistema inmunológico, estimula la disminución de enfermedades infecciosas, combate la depresión, ayuda al hoy necesario descanso mental, en buena medida derivado del ritmo en el que están las ciudades actualmente y para el cual no está preparado el cuerpo humano de forma natural, entre otras cosas. Salir a la naturaleza y tener este cambio de escenarios y velocidades te ayuda a tener un descanso o suspiro mental”, asegura el cofundador de Voortus.

(Imagen: John Finney photography/Getty Images)
(Imagen: John Finney photography/Getty Images)

Cadencia, la clave

No obstante lo bello y significativo que las actividades exteriores puedan resultar, uno de sus escenarios recurrentes nos encuentra sudando y agotados de forma inmediata, incluso sufriendo el mal de altura o de montaña, que es el nombre común con el que se le denomina a la hipoxia o falta de oxígeno y adaptabilidad en lugares con una altitud distinta a la que estamos habituados.

Además de las rocas, los terrenos irregulares o los senderos empinados, los entornos naturales suelen presentar un desafío físico considerable, especialmente para aquellos quienes no están habituados al ejercicio regular o enfocado en la resistencia. Aunque esto varía entre persona y persona. Francisco Zárate, montañista amateur con más de diez años de experiencia, afirma que “hay gente que lo puede hacer con mucha facilidad, que no siente ninguna diferencia, pero también existe a quien le puede dar mal de montaña, incluso en niveles bajos de altura”.

A esto habría que agregar que en el bosque, el desierto o la montaña, el tiempo y la luz suelen comportarse de formas muy distintas a las que estamos habituados, por lo que un retraso, percance por fatiga o cansancio no sólo pueden retrasar la aventura sino poner en riesgo toda nuestra experiencia.

Al respecto, el guía Jesús Rivera destaca que en el caso de la alta montaña, es después del mediodía cuando el clima cambia de forma mucho más abrupta e intempestiva, por lo que habitualmente estas aventuras comienzan por la noche, intentando terminar lo más temprano posible. “Allá arriba se juntan nubes, corrientes de aire, vientos fuertes o irregulares, por lo que hacer alta montaña por la tarde se torna muy complicado. Usualmente solemos hacer ascenso a la media noche, contemplando de seis a nueve horas y bajar”.

Tanto Jesús como Gabriela, Francisco y Antonio coinciden en que una de las claves para ser imparables en nuestra carrera, caminata, ascenso o recorrido es mantener una cadencia constante, es decir un número determinado de pasos dentro de un cierto lapso de tiempo. Y aunque por muchos años prevaleció la idea de que el promedio de una cadencia ideal gira alrededor de 180 pasos por minuto, un estudio publicado en 2019 en el Diario de Fisiología Aplicada, perteneciente a la Sociedad Americana de Fisiología, demostró que no existe una misma cadencia para una persona u otra, y que los motivos por los que ésta puede variar de forma múltiple.

Sin embargo, nuestros expertos consultados coinciden en que conseguir una cadencia constante requiere de una respiración profunda y acompasada, algo de concentración, así como conocer nuestro ritmo interno. No hay necesidad de correr o hacerlo de forma irregular.

Francisco Zárate reflexiona en que muchas veces, en estas aventuras, “cuando vamos en grupo nos forzamos a ir más rápido de lo normal y eso puede llevarnos a tomar malas decisiones. Si uno se presiona puede tomar un mal camino o lastimarse, o ir más rápido de lo normal, lo cual puede quebrarnos. Llevar tu propio ritmo te ayuda a conocerte para exigirte más, pero poco a poco”.

Para evitar que nuestra aventura, carrera o caminata se vea interrumpida es importante también tomar las precauciones correctas. Además de la cadencia, nos explica Gabriela Gissel, “técnicamente hay que cuidar mucho la pisada, todo el tiempo, ya que el terreno suele ser irregulares, esto además de contar con un buen equipo, botas, así como procurar caminar y correr antes para que lo disfrutes más e ir subiendo la intensidad”.

En caso de mal de montaña, afirma Jesús Rivera, no hay mejor remedio que descender, ya que de lo contrario podríamos complicarlo aún más. “Hay que llevar un ritmo constante pero suave para no enfriarnos y no caer en la noción de que no estamos avanzando. Pasos suaves para no demandar más oxígeno que el que podemos dar”.

Sobre la firma

Ricardo Pineda
Es branded content analyst para El PAÍS México. Periodista, locutor y especialista en contenidos y estrategias digitales. Trabajó en Forbes México, El Financiero, Radio UNAM e Infosel Financiero. Ha colaborado también como columnista sobre temas culturales en diversos medios locales. Es egresado de la UNAM y actualmente vive en Ciudad de México.
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