Niñas y lideresas: seis voces que transforman sus territorios

En Colombia se forman los liderazgos sociales desde la infancia. Estas son las historias de seis adolescentes que trabajan por otras niñas en Tumaco, Buenaventura, Cali, Catatumbo, Quibdó y Barranquilla

De izquierda a derecha: Ana Lemos, Hanna Yarzagaray, Mairy Viveros, Yuliana Regalado, Gabriela Martínez y Yuliza Suárez, lideresas de distintas regiones de Colombia. / Mónica CotesUNICEF

El 19 de diciembre de 2011, la Asamblea General de las Naciones Unidas adoptó una resolución para declarar el 11 de octubre como Día Internacional de la Niña y reconocer sus derechos así como señalar los desafíos que enfrentan. “La generación actual de niñas sufre de forma desproporcionada las consecuencias de las crisis mundiales del clima, de los conflictos, de la pobreza y del retroceso de los logros conseguidos con tanto esfuerzo en materia de derechos humanos e igualdad de género”, reconoce la ONU, pero también recuerda la valentía con la que hacen frente a estas situaciones e inspiran a otras niñas a protegerse y exigir respeto. En Colombia abundan los casos de niñas que se han convertido en lideresas de sus territorios y lo transforman desde la música, el arte o la educación. UNICEF, en su iniciativa El Poder de las Niñas, reunió a varias de ellas en Bogotá. Estas son sus historias:

Yuliana Regalado, Tumaco

Yuliana Regalado, lideresa de El Diviso (Tumaco).Andrés Bermudez

Se hizo lideresa a la fuerza. Siendo apenas una niña fue víctima del conflicto armado. Se rodeó de mujeres, de las de su familia y las de cabildo indígena Awá, de El Diviso, un corregimiento de Tumaco, en el suroccidente colombiano. A ellas se debe hoy. Yuliana, a sus 16 años, es la voz que alienta a otras niñas de su comunidad como gobernadora estudiantil de su colegio y consejera de niñez y juventud del cabildo indígena.

Le gusta presentarse como una “lideresa rebelde de buena manera” y está decidida a que las niñas de la comunidad vean más opciones que “casarse con un viejo” o ir a la guerra. “Estar en los grupos es tener claro que el final es la cárcel o la muerte, así que mi lucha es porque no tengan que elegir entre esas dos cosas, sino que sepan que pueden estudiar y hacer otra cosa”, dice Yuliana que también tiene su bastón de mando. Su trabajo como lideresa se enfoca en dar herramientas a las niñas de su comunidad para que puedan identificar y defenderse de situaciones de violencia de género. Lo hace desde la emisora del colegio y se inventó un reinado no solo de belleza, sino de inteligencia. “Quería darles seguridad, decirles que no están solas y que pueden hablar si sufren de abusos. Quiero darles esa empatía, esa motivación a través de mi historia”.

“La situación de las niñas es trágica”, no duda en advertir y señala la solución. “Los gobernadores de nuestros cabildos deben enfocarse en la seguridad de las niñas, no solo de los adultos”, asegura. “En un futuro me veo como una mujer lideresa, que muestra que a pesar de todo lo que le pasó dio voz a niñas que eran muy calladas. También me veo, por qué no, como la guardia de mi resguardo”.

Yuliza Suárez, Barranquilla

Yulisa Suárez, lideresa de Barranquilla.Andrés Bermudez

Habla con la propiedad de quien lleva años siendo lideresa. Comenzó a los 13 cuando se mudó de ciudad y su mamá se sumó a una fundación para mujeres en un barrio popular de Barranquilla. Yulisa Suárez estudiaba en el colegio que quedaba tras la Casa de la Mujer, y desde ahí veía a su madre y a otras vecinas asistir a capacitaciones de todo tipo.

Es integrante de la Red Departamental de mujeres jóvenes y lidera el proyecto Voces de Niñas, que llega a 60 niñas y adolescentes a quienes les enseña sobre salud menstrual, autocuidado y prevención de la violencia basada en género. “Me motiva brindar un espacio seguro para que puedan hablar ese tipo de temas en una ciudad machista como Barranquilla”, dice Yuliza, que lidera los talleres destinados a niñas de 9 a 17 años, muchas migrantes. Así como ella lo necesitó en su momento, cree que es esencial darles herramientas a las niñas para que tengan “conocimientos básicos de lo que les pasa a sus cuerpos”.

Mairy Riveros, Buenaventura

Mury Riveros, lideresa de Buenaventura.Andrés Bermudez

Ser una adolescente y conseguir que su barrio tenga agua potable. Aprender palabras como Box Culvert (una estructura que permite el paso de agua por debajo de una vía), entender cómo funciona un presupuesto, cómo se ejecuta, gestionar y lograr que se haga una obra. Eso ha hecho, entre otras cosas, Mairy Riveros, de 18 años. “La gestión de esa obra en El Pailón fue como una inauguración de mi liderazgo”, dice esta joven que más adelante se convirtió en parte de Voces de Poder, una iniciativa de Unicef para fortalecer el rol de las y los jóvenes en la construcción de paz.

Mairy se crece cuando habla de Buenaventura, del amor que tiene por esta región que vive una paradoja: es uno de los municipios por donde circulan millones de pesos cada día y al mismo tiempo uno de las más desiguales y donde la violencia es una realidad inocultable. Ella está dedicada, primero, a evitar la estigmatización y mostrar que Buenaventura es más que grupos armados; y, segundo, a intentar atraer jóvenes de esa alternativa violenta siempre presente. Mairy lo hace a través de la música del Pacífico. “Más allá de las fronteras es una iniciativa para cambiar las narrativas de violencia que hay en la ciudad a través de los saberes ancestrales. Es una escuela de música, pero no solo para desarrollar habilidades artísticas sino un espacio para promover la participación de los jóvenes”, cuenta Mairy que hoy es vicepresidenta de la Plataforma Distrital de Juventud.

Gabriela Martínez, El Tarra

Gabriela Martínez, lideresa de El Tarra (Norte de Santander).Andrés Bermudez

Se levanta todos los días a las 4:30 a.m. y camina durante una hora para llegar a su colegio en El Tarra, un municipio del Catatumbo, en los límites entre Colombia y Venezuela. Gabriela Martínez, de 19 años hoy, es la presidenta del comité juvenil de La Esmeralda y se ha dedicado a mejorar las condiciones de juego de los niños del barrio.

Su proyecto actual consiste en mejorar la cancha deportiva, cuyo arco de guadua se caía cada que alguien metía un gol. “Es el único espacio que tenemos para la diversión, sobre todo los más pequeños. Por eso decidí adecuarla”. Lo hizo a través de fútbol, comida y esfuerzo. “Un campeonato comunitario, una ollla de sopa grandísima para toda la comunidad. Yo creo que los niños y niñas merecen jugar en un lugar bueno”, dice Gabriela, quien se ve en un futuro como maestra o “por qué no, presidenta”.

Hanna Valentina Yarzagaray, Quibdó

Hanna Valentina Yarzagaray, de Quibdó, Chocó.Andrés Bermudez

Tiene 12 años y ya anda probando prototipos de robótica para mejorar la vida de los adultos mayores de su natal Quibdó. Comenzó en un programa llamado Niñas en Steam (Science, Technology, Engineering, Arts & Mathematics, por sus siglas en inglés) y es hoy parte de la Escuela de Robótica del Chocó.

Junto a otras dos niñas diseñó Sayaha, un programa que ayuda a adultos mayores en labores de la vida cotidiana. “Es un programa que permite generar órdenes como encender la luz, apagar el computador o acciones que facilitan la vida de personas de más de 85 años”, cuenta ella y agrega que está investigando para crear un prototipo que ayude a animales callejeros.

Su liderazgo se enfoca en tumbar los estereotipos de que la ciencia y la tecnología son para hombres. “Siento que puedo expresar mis ideas al punto de crear prototipos y robots e inspirar a otras niñas a que tengan conocimientos en ciencia y tecnología”, concluye.

Ana Sofia Lemos, Cali

Ana Lemos, rapera y lideresa de Cali.Andrés Bermudez

Su nombre artístico es Queen Ana y hace parte del Crew Feminal Power, un grupo de rap de niñas de Cali. “Lo que hacemos es analizar e investigar las problemáticas del mundo y las convertimos en rimas para que las personas tengan elementos para actuar”. Cantan entonces para denunciar el racismo, el cambio climático y la violencia de género y se han convertido en referentes de su barrio.

Ana tiene hoy 17 años y no se imaginó ser rapera, pero el paro nacional del 2021, en el que miles de jóvenes salieron a protestar a las calles del país, activó en ella una manera de expresar lo que le pasaba como niña. Está convencida de que el rap les permite también hablar de la desigualdad y las drogas, otro de los temas que más les preocupan en su barrio. “También creo que el rap puede ayudar a otras niñas a expresarse y confiar más en sí mismas”, dice mientras recorre las calles de Cali.

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