Raquel Bernal: “Yo crecí sin sufrir por el sesgo de género. Las grandes barreras las he sentido en este puesto”
La rectora de la Universidad de los Andes reflexiona sobre la inequidad de género, el clasismo en la educación colombiana y el liderazgo
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Hay una pregunta que se repite en Bogotá cuando se conoce a alguien por primera vez: ¿En qué colegio estudió? La respuesta da muchas más pistas en Colombia que en otros países. El círculo de amigos, el estrato social, el apellido… La educación divide a la sociedad en dos mitades: los que tienen para permitírselo y los que no. Para Raquel Bernal (Bogotá, 49 años), rectora de la Universidad de Los Andes, una de las razones más importantes de la segregación es la enorme diferencia de recursos entre lo público y lo privado: “Eso suele traducirse en calidad. Es una limitación del sistema educativo”.
Es la primera vez que una mujer ocupa este despacho tras 75 años y 23 rectores hombres. Bernal recibe a América Futura frente a una estantería repleta de libros, orquídeas y dos grandes cuadros al óleo de sus hijos, Santiago y Sofía. Economista especializada en primera infancia y economía de la educación, la rectora reflexiona sobre las brechas de género de la región. Aunque no se siente a gusto con el término feminista, promueve “una educación agnóstica al género”. Después de un año de gestión, habla de un liderazgo femenino posible y efectivo y de encontrar formas en que las alumnas se apropien de carreras como las científicas, donde el porcentaje más alto de profesores y alumnos son hombres: “Si las mujeres tienen un patrón menos competitivo, la forma de participar en clase no puede ser solo levantar la mano”.
En un país en el que solo el 39,7% de los alumnos que se gradúan de bachilleres cursa estudios superiores y donde la tasa de informalidad ronda el 60%, los retos de las universidades privadas como Los Andes son claves para la movilidad social. “Invertimos un tercio de lo que ingresamos de matrículas en becas, pero la calidad cuesta”.
Pregunta. Colombia es uno de los países del continente donde más cuesta salir de los círculos de vulnerabilidad. Y precisamente uno de los factores es la falta de acceso a una educación…
Respuesta. En Colombia, es difícil lograr superar a la generación predecesora y, cuando se logra, se debe a educación de alta calidad. Entonces, los factores que determinan la calidad de la educación son los profesores, la infraestructura, los currículos, los recursos educativos como talleres, laboratorios… Y todo eso cuesta. La educación de calidad como la que hay en esta universidad genera una gran movilidad. Nosotros tenemos ya en este momento cerca de 30% de nuestros estudiantes de pregrado en estratos uno, dos y tres [son los más bajos, de un total de seis], hacemos seguimiento a estos estudiantes y realmente generamos mucho cambio, individualmente y en sus comunidades. Ellos se devuelven y sostienen a sus familias.
P. El año pasado, ustedes aumentaron un 12% el precio de las matrículas, lo que puede alejar a los estudiantes de menos recursos. ¿Qué alternativas propone la institución para no seguir abriendo esa brecha?
R. Ojalá pudiéramos invertir más en becas como hacen universidades que tienen fondos patrimoniales grandes como el MIT y Harvard. Pero, dado el tamaño de la universidad, invertimos como un tercio de lo que ingresamos por matrículas en becas para jóvenes en condición de vulnerabilidad. Eso hace diez años no era para nada así. Es un logro increíble que le ha cambiado la cara a la universidad. Como te digo, la calidad cuesta. Pero debemos ofrecer becas para que jóvenes talentosos que no pueden pagar lleguen a esta educación de calidad. Eso es lo que hacemos.
P. Louise Richardson, primera vicerrectora de la Universidad de Oxford, dijo que no habrá suficientes mujeres al frente de universidades “hasta que no hayamos actuado para eliminar a los trolls amenazadores que hay debajo de ellas”. ¿Con qué trolls batalla usted?
R. Yo crecí sin ningún sesgo de género durante mi niñez, mi juventud y mi adultez temprana. Nunca sentí ninguna barrera para lograr lo que yo quería. Las grandes barreras las he sentido en este puesto de liderazgo. Y son humanas; hay diferencias en los liderazgos y es difícil reconciliar. Pero para mí no son trolls. La invitación que siempre hago es a ponerse en los zapatos del otro; el complemento es lo que hace una suma muy poderosa. Muchas veces somos nosotras mismas las que actuamos de manera diferente para encajar en el liderazgo masculino. Y los hombres no están acostumbrados a ciertas formas de liderar. Yo, por ejemplo, reconozco errores sin problema y siempre hay alguien, incluso mujeres, a las que eso no les parece bien. Entonces siento que sí, que todavía hay un periodo de transición. Nosotras aprenderemos a liderar desde lo que somos y los hombres entenderán que ese complemento también es muy valioso incluso para ellos.
P. En el discurso que dio hace unas semanas, usted dijo: “Cuando la cultura de la dominancia de un grupo sobre otro se rompe, se activa el poder y el valor en cada uno de nosotros. Nos engrandece a todos”. El 72% de las universidades latinoamericanas están dirigidas por hombres. ¿Por qué es tan lenta esa transición?
R. Yo creo que nosotros somos como cualquier otra organización. Lo que se ve en la universidad es el resultado de lo que pasa en la sociedad. Y esto es un proceso que va a tomar tiempo. Toda la investigación que conozco se devuelven a explicar las diferencias de género por las inversiones en el hogar. Yo tengo niños de 11 y 14, a mí me cuesta muchísimo este puesto de trabajo. Esto requiere un cambio cultural para que todos aportemos igual en la casa. Por eso, a mí me gusta mucho la inversión en la primera infancia. Siento que esto toca desde temprano, después ya es muy difícil devolver esos estereotipos y esos patrones. Se ha demostrado en los países desarrollados que un currículo que sea neutro y una capacitación de profesores que no repita estereotipos se convierte en niños que no entienden de carreras de niños y de niñas.
P. ¿Qué nos dicen los patrones de la economía de la educación en Colombia?
R. La verdad es que no se sabe tanto. Existen dos tipos de patrones en las economías en desarrollo. Las familias de bajos recursos que redirigen su economía en el hijo que mayor potencial tiene y los que no. La educación de los hijos son el seguro de vida de los hogares socio económicamente vulnerables. Y eso tiene muchas repercusiones en la manera en la que uno educa. Aunque estos estudios no se han hecho acá, la gente sí le cree mucho a la educación, la verdad. Los papás invierten lo poco que tienen en colegios, universidades de calidad, pero esa plata no retorna lo que debería retornar.
P. Colombia tiene una tasa de informalidad superior al 58%. Y estar graduado muchas veces no es escudo para la precariedad…
R. Falta que la oferta y la demanda estén coordinadas. Hay 678 ocupaciones clasificadas y cerca del 30% son de alto nivel de complejidad: que crea, que innova, gerentes… El otro 70% son ocupaciones rutinarias u operativas con algo de nivel gerencial. Pero la oferta educativa es al revés. Esta es una economía de recursos primarios, no hay mucha industria de alto valor agregado. Sin embargo, no está bien emparejada la oferta y la demanda y no nos concentramos mucho en esto. Las universidades tenemos que sentarnos con la industria para establecer las ocupaciones que se van a necesitar para lograr un proyecto exportador y económico. Y producir esa mano de obra. Yo, por ejemplo, creo que este país se tiene que dedicar a la agricultura moderna y la producción alimenticia eficiente. América va a ser el mercado del mundo ante posibles crisis de seguridad alimentaria y tenemos que estar preparados.
Estamos en un momento en el que 60 millones de ocupaciones desaparecerán, pero más de 100 millones aparecerán en los próximos diez años. Aunque no sepamos bien cuáles son. Tenemos que anticiparnos. Además, los estudiantes de hoy tienen unos sueños muy distintos; de una vida más dinámica, más fluida, donde la experiencia es más importante que el resultado. Y la interdisciplinariedad se vuelve muy importante en el contexto de lo que son los problemas globales de la humanidad.
P. ¿Se vuelve la inteligencia artificial una amenaza?
R. No, yo no le veo nada de malo. No me da nada de susto. Yo capacito al alumno para ser alguien que se adapta y que aprende a aprender toda la vida. Me parece que es una herramienta para mejorar no solo la educación, sino muchos ámbitos de las sociedades y las economías si la usamos bien. Imagínate que podamos predecir bien quiénes son los que están en riesgo académico, quiénes son los que están en riesgo psicológico y podamos dedicar más y mejores recursos a los de alto riesgo. Me parece que va a apalancar mucho del mejoramiento de la vida del ser humano si lo hacemos bien y si formamos a la gente para que sepa aprovechar esa inteligencia artificial.