Petro y Benedetti, ¿una fórmula para la transición cacocrática?

Todo parece indicar que el “Gobierno del Cambio” será el de la transacción cacocrática y no el de la transición democrática. Una palabra griega que se puede traducir como un ‘gobierno de malvados’ o un ‘mal gobierno’

Gustavo Petro y Armando Benedetti durante el Consejo de Ministros, el 4 de febrero.Ovidio Gonzalez S (Presidencia de Colombia)

Con el nombramiento de Armando Benedetti como ministro del Interior y de Gregorio Eljach como procurador general de la Nación, todo parece indicar que el “Gobierno del Cambio” será el de la transacción cacocrática y no el de la transición democrática. La cacocracia es una expresión cacofónica que rima bien con nuestra realidad política. Una realidad que dista mucho del régimen democrático, a pesar de todos los oropeles institucionales con que se reviste desde la Constitución ...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Con el nombramiento de Armando Benedetti como ministro del Interior y de Gregorio Eljach como procurador general de la Nación, todo parece indicar que el “Gobierno del Cambio” será el de la transacción cacocrática y no el de la transición democrática. La cacocracia es una expresión cacofónica que rima bien con nuestra realidad política. Una realidad que dista mucho del régimen democrático, a pesar de todos los oropeles institucionales con que se reviste desde la Constitución del 91. El régimen abusa de la Carta y se exhibe orgulloso por el mundo como un Estado Social de Derecho y hasta proclama ser una democracia participativa, no obstante tener el mayor número de víctimas irredentas y de victimarios impunes del continente. Así lo revelaron las cifras presentadas por la Comisión de la Verdad en su Informe Final[1]: 450.664 personas perdieron la vida a causa del conflicto armado entre 1985 y 2018. Si se tiene en cuenta el subregistro, la estimación del universo de homicidios puede llegar a 800.000 víctimas”. Y, lamentablemente, esa cifra continúa creciendo con miles de víctimas desplazadas y confinadas en el Catatumbo, Chocó, Cauca y otros municipios del país.

La cacocracia inmemorial

Pero nuestra realidad es otra, completamente diferente. Sobrevivimos alelados en este Macondo, deslumbrados por su belleza natural, extraviados en las redes sociales y deslumbrados con los conciertos demenciales de Shakira, ignorando este espejismo mortífero llamado democracia. Aunque en su médula es un régimen cacocrático, definido así por Fundéu[2], la Fundación del Español Urgente: “Por su formación a partir del griego kakós (‘malvado, malo’) y el elemento -cracia (‘gobierno, poder’), sería un ‘gobierno de malvados’ o un ‘mal gobierno’ (en ocasiones se ha definido como ‘gobierno de los ineptos’). Aunque la cacocracia puede incluir la idea de ‘gobierno de los ladrones’, este último concepto se expresa más precisamente con cleptocracia, a partir del griego kléptis, ‘ladrón’ (como en cleptomanía)”. Para la mayoría de colombianos el régimen sería ambas cosas, cleptocrático y cacocrático, pero se engañan si creen que es solo a partir de este gobierno y desconocen o niegan que desde tiempos inmemoriales ha sido así. Incluso, incurriendo en cierto anacronismo, podría afirmar que desde la conquista española el régimen está impregnado por ambos hados maléficos, a pesar de los esfuerzos de algunos gobernantes por liberarse de ellos. Su longevidad se debe, precisamente, a la red de complicidades, lealtades y solidaridades que propicia entre la “gente de bien” y los “políticos”, que se benefician, una vez entran al Estado, de sus alianzas y acuerdos con el crimen, la ilegalidad y los delincuentes de cuello blanco, que la prensa y el ciudadano común llama “corrupción”, pero cuya denominación más exacta sería cacocracia.

El régimen cacocrático

Quien mejor lo definió, justamente por conocer el régimen desde sus entrañas, fue Álvaro Gómez Hurtado, en pleno escándalo del proceso 8.000: “La política se ensució hace ya dos décadas, cuando cayó bajo el dominio del clientelismo y se sometió a la preponderancia del dinero. Desde entonces se quedó sucia. Es la forma de dominio que ha tenido el Régimen imperante para poder doblegar la opinión pública y aprovecharse de las oportunidades de mando y de los gajes del poder. El Régimen necesita que la política sea sucia porque es la manera de conseguir la amplia gama de complicidades que se necesitan para mantener su predominio”[3]. Entonces Gómez Hurtado dijo que la cuestión no se resolvía tumbando a Samper, pues éste era rehén del régimen, como ahora lo es el presidente Petro: “un simple prisionero del Régimen. No tiene autonomía para dominar el Congreso, ni apoyo político para disciplinar a su propio partido, ni prestigio suficiente para que la prensa áulica le preste un apoyo eficaz”[4], escribió sobre el drama de Samper. El 8.000 exhibió sin pudor alguna toda esa tramoya, hasta entonces más o menos oculta, de la financiación de las campañas presidenciales. Pero mucho antes y desde entonces todas las campañas presidenciales exitosas han estado permeadas por poderes de facto ilegales, como el narcotráfico, el narcoparamilitarismo y hasta la guerrilla, o de los legales como Odebrecht y numerosos empresarios en las campañas de Juan Manuel Santos y Óscar Iván Zuluaga[5], aún pendiente de conclusión judicial, pues nada sabemos al respecto, en medio de los nuevos y mayores escándalos, que sepultan los de ayer.

Benedetti es el hombre del régimen

Por eso Armando Benedetti es el ministro del Interior y Gregorio Eljach el procurador general. Ambos conocen perfectamente cómo funciona el Congreso, además de las intimidades e intereses oscuros de numerosos congresistas, lo cual les permitirá seguramente transar muchas decisiones vitales para las reformas en trámite del “gobierno del cambio” o pasar por alto investigaciones disciplinarias que los afecten. La cuestión de fondo es saber hasta qué punto dichas transacciones y negociaciones permitirán la aprobación de reformas como la de salud y laboral, o, por el contrario, será la claudicación de las mismas, en favor de los intereses electorales de los congresistas y de los que ellos bien representan, tanto de las EPS como de los gremios económicos. El presidente Petro, que bien conoce ese entramado de corrupción y de intereses, donde lo público por lo general se subordina a la lógica de intereses particulares, partidistas, corporativos, empresariales y gremiales, se encuentra frente a esa encrucijada histórica y ha jugado la carta de Benedetti y respaldado el nombramiento de Eljach como procurador general.

Armando Benedetti durante la sesión plenaria del Congreso, en Bogotá, Colombia, el 25 de febrero de 2025.Luisa Gonzalez (REUTERS)

La encrucijada histórica

Esa encrucijada se reflejó de manera tragicómica en el Consejo de Ministros, dividido entre leales al proyecto del Pacto Histórico, que el presidente Petro llamó sectarios por vetar la presencia de Benedetti como jefe del Despacho Presidencial y los señaló de quererlo encerrar en la Casa de Nariño. Falta esperar la forma como Benedetti cumpla su tarea de hombre del régimen cacocrático y si logra tramitar con éxito las reformas en curso en el Congreso. Solo entonces sabremos, al final y tardíamente, quiénes contribuyeron a la transición democrática o, por el contrario, terminaron siendo cómplices de la transacción cacocrática, que consolidará por muchas generaciones más el actual régimen electofáctico[6], cuya quintaesencia es la simbiosis de la política con la ilegalidad, el crimen y la impunidad. Una simbiosis exitosa e impunemente forjada por los últimos gobiernos, unos en nombre de la Constitución del 91, otros de la “seguridad democrática”, “la paz con legalidad” y hasta la “paz total”. Pero ningún presidente ha podido gobernar sin romper con aquellos que desde la institucionalidad estatal e incluso la rebelión y la contrainsurgencia han convertido la política en un negociado de intereses, codicias, crímenes, vanidades e impunidades personales, que nos impiden avanzar hacia una transición y paz democrática. ¿Será que en el 2026 tendremos la oportunidad y responsabilidad histórica de no elegir otra vez el mismo régimen? ¿Habrá candidaturas para evitarlo o estaremos condenados a vivir bajo esta cacocracia en nombre de la democracia?


Más información

Archivado En