José Antonio Ocampo sale del Gobierno: Petro pierde un peso pesado
El saliente ministro de Hacienda era una prenda de garantía de seriedad económica y puentes con el centro y el sector privado
“Por decisión presidencial ha llegado el momento de dar un paso al costado”, dijo este miércoles en la tarde José Antonio Ocampo. El ministro de Hacienda saliente se dirigía a un auditorio lleno de funcionarios del ministerio y a periodistas, con unas palabras de despedida en las que dejó claro que su deseo era seguir en el cargo. “Yo acepté el ministerio de Hacienda con el propósito de servirle a mi país, y quiero decir que ese servicio a mi país lo valoro en forma muy fuerte”, expresó.
Pocas horas antes, tras un consejo de ministros de emergencia, el presidente Gustavo Petro había anu...
“Por decisión presidencial ha llegado el momento de dar un paso al costado”, dijo este miércoles en la tarde José Antonio Ocampo. El ministro de Hacienda saliente se dirigía a un auditorio lleno de funcionarios del ministerio y a periodistas, con unas palabras de despedida en las que dejó claro que su deseo era seguir en el cargo. “Yo acepté el ministerio de Hacienda con el propósito de servirle a mi país, y quiero decir que ese servicio a mi país lo valoro en forma muy fuerte”, expresó.
Pocas horas antes, tras un consejo de ministros de emergencia, el presidente Gustavo Petro había anunciado un remezón ministerial muy significativo: sacó a 7 de sus 19 ministros cuando apenas llevaban nueve meses en el cargo, y reemplazó un Gabinete pluripartidista y con caras que en el pasado no habían sido cercanas a él, por uno más petrista.
En ese cambio, el presidente sacó a los dos ministros que representaban más claramente una tecnocracia socialdemócrata, unas ideas de centro o centroizquierda, Ocampo y la ministra de Agricultura, Cecilia López. Los dos habrían firmado una carta con críticas a la reforma a la salud antes de que esta fuera presentada, pero sobrevivieron a la anterior crisis de gabinete, en febrero, cuando el presidente sacó a tres ministros, incluyendo al firmante de la carta más opositor al proyecto, Alejandro Gaviria.
El relevo de Ocampo, un peso pesado del gabinete no solo por su cargo sino por su influencia y reconocimiento, fue la mayor sorpresa. Como ya es costumbre cuando un país gira a la izquierda en América Latina, las expectativas en torno al encargado de llevar las riendas de la economía eran enormes, y el nombre de este economista de 70 años que ya había sido ministro de Agricultura del liberal Ernesto Samper generaba alivio y tranquilidad tanto en mercados e inversionistas como en distintos sectores políticos y económicos.
Por ejemplo, para el economista jefe de Credicorp Capital, Daniel Velandia, “Ocampo ha sido un factor determinante para generar tranquilidad en los mercados en medio de la presentación de reformas por parte del Gobierno que generan preocupaciones por su potencial impacto fiscal, como lo son la propuesta de transición energética y las reformas de salud y pensional”. En una línea similar opina Germán Arce, quien fue viceministro de Hacienda y ministro de Minas de Juan Manuel Santos, y es la cabeza del gremio de las fiduciarias: ”Ocampo es un economista muy respetado, quien venia desempeñando un rol que le daba tranquilidad a los mercados, comprometido con la regla fiscal, técnico, moderado y con buena interlocución. Es una gran pérdida”, afirma.
Ocampo, quien es profesor de planta de la Universidad de Columbia y fue secretario ejecutivo del brazo de Naciones Unidas para el desarrollo de América Latina y el Caribe (Cepal), aceptó la cartera a pesar de que había asesorado la campaña del candidato de centro a la presidencia, Sergio Fajardo. Con una visión económica vinculada a la socialdemocracia, que él mismo ha definido como la suma del neoestructuralismo y la escuela poskeinesiana, se convirtió en una figura clave para moderar los anuncios más estridentes del Gobierno, como los de una transición energética inmediata de la ministra de Minas, Irene Vélez (quien sigue en el gabinete).
En el Gobierno tuvo dos grandes tareas, y en ambas cumplió. “Le dejo al país una reforma tributaria progresiva”, sentenció en sus palabras de despedida. También recordó que es la “única reforma progresista que ha adoptado el Congreso bajo este Gobierno”; fue la primera gran reforma que presentó Petro, en su primer día, y la única que salió adelante antes de la actual crisis con sus aliados políticos de partidos tradicionales. Esa reforma le dio tranquilidad a la mayoría de analistas, ayudó a limitar el déficit fiscal y le dio una victoria temprana al Gobierno.
Ocampo también logró una mejora en indicadores como las tasas de interés que paga el Estado o la tasa de cambio, especialmente desde octubre. “Hemos logrado generar una confianza en el país, en el manejo económico del país, que espero sea consolidada y continúe bajo mi sucesor”, dijo en su despedida. Deja el país con un déficit fiscal en senda de reducción, aunque la inflación nada que toca techo y el crecimiento económico de 2023, tras dos años muy buenos, se prevé que será exiguo.
El nuevo ministro será Ricardo Bonilla, un economista reputado pero menos conocido que Ocampo, y mucho más cercano a Petro que su antecesor. Bonilla ya fue secretario de Hacienda de Petro, cuando era alcalde de Bogotá, ha sido asesor del hoy mandatario en la última década, y viene de ser el presidente de Findeter, una entidad del Estado que financia proyectos territoriales, designado por el presidente.
El ministro designado recibió el anuncio con un reconocimiento a Ocampo y la promesa de mantener la “estabilidad de la economía”.
Ese último mensaje se cruza con otro, que dejó Ocampo en su despedida. En ella contó que en su conversación de salida le subrayó al presidente la importancia de que “se cumplan las reglas básicas que eso (la estabilidad) implica, que son el trabajo con el Banco de la República y el respeto a la regla fiscal (...) y que las reformas que se hayan en materia social sean compatibles con la regla fiscal”.
Ni Petro ni Ocampo han explicado las razones del cambio. El saliente ministro explicaba en noviembre por qué podía ser incómodo en un Gobierno que busca el cambio, y lo busca ya: “Con el presidente uno se entiende. Obviamente él tiene unos objetivos muy ambiciosos que lanzó en la campaña. Entonces vemos qué se puede hacer desde aquí y cómo se puede hacer gradualmente. No hacerlo todo el año entrante, sino en el cuatrienio. Igual que con los colegas de gabinete”.
Ese papel de freno o de encausador de los ajustes pudo pasarle factura. El significado político de su presencia en un cargo neurálgico, y más sumado al de su amiga Cecilia López en Agricultura, ya no parecían encajar en un Gobierno que se encierra en sus bases. La pregunta es si Bonilla o alguien más cumplirá el papel de moderación y liderazgo en un Gabinete. Ta en octubre se preguntaba en EL PAÍS el periodista Juan Pablo Calvás que pasaría cuando se fuera Ocampo. La respuesta ya empezará a conocerse.
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