Heridos y vigilados en la cama del hospital, el doble castigo de los migrantes baleados en la oficina del ICE en Dallas
Las familias de los dos hospitalizados y el fallecido se enfrentan al silencio del Gobierno de Trump, que está utilizando el ataque para justificar su despliegue militar interno

Antes de las siete de la mañana del pasado miércoles, Joshua Jahn, un estadounidense de 29 años, disparó contra las oficinas del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés) en Dallas, Texas. Poco después, Norlan Guzmán Fuentes, salvadoreño de 37 años detenido en las instalaciones, murió. Miguel Ángel García Hernández, mexicano de 31 años, fue llevado al Hospital Parkland con múltiples balazos que le destrozaron el cuerpo y lo dejaron en condición crítica. José Andrés Bordones Molina, venezolano, también resultó herido y está en el hospital. Por una nota de Jahn, las autoridades supieron que el pistolero pretendía “causar verdadero terror” a los agentes de inmigración, aunque ninguno de ellos resultó baleado aquella mañana.
Casi una semana después, la información que el Gobierno de Donald Trump ha proporcionado acerca del migrante fallecido o los dos heridos ha sido mínima y ha llegado a cuentagotas. La Administración del republicano se ha enfocado, en cambio, en victimizar a los agentes de inmigración y a enmarcar el suceso en una campaña de ataques contra la agencia a cargo de llevar a cabo “la deportación más grande de la historia” prometida por el presidente. Poco se ha hablado de los migrantes impactados y sus familiares, quienes en los últimos días han relatado el dolor y la incertidumbre que viven tras el ataque.
El sábado, Trump informó de su orden de enviar tropas y usar “la fuerza total” para proteger la ciudad de Portland (Oregón) y, en particular, las instalaciones del ICE, supuestamente asediadas por “Antifa y otros terroristas domésticos”. A falta de evidencia de ataques o disturbios en la ciudad del noroeste estadounidense, muy conocida por ser un bastión progresista, el ataque letal de Dallas sirvió como la prueba de la necesidad de desplegar a los militares. Es la cuarta ciudad que recibirá soldados nacionales en lo que va de este segundo mandato del republicano, después de Los Ángeles, Washington y Memphis.
El Departamento de Seguridad Nacional todavía no ha confirmado públicamente las identidades de los dos detenidos que resultaron heridos. Este lunes, sí publicó un comunicado confirmando la muerte del salvadoreño, por ahora el único fallecido por el ataque: “Norlan Guzmán Fuentes, de 37 años, mientras se encontraba bajo la custodia del ICE, sufrió una herida de bala mortal, sin sentido y trágica durante un ataque sin sentido de un francotirador contra la oficina local del ICE en Dallas. Guzmán era un inmigrante ilegal procedente de El Salvador que fue detenido por el ICE a partir de una denuncia de las fuerzas del orden locales”. Sobre el suplicio de los familiares de las víctimas, incluida una ciudadana estadounidense, el Gobierno no se ha pronunciado.
La demora de casi una semana para publicar los nombres y las condiciones de los detenidos que resultaron heridos en el ataque ha generado indignación entre los familiares y el público en general. Las autoridades tampoco han respondido a las preguntas de la prensa. Durante el fin de semana se celebraron vigilias por García Hernández a ambos lados de la frontera, así como en apoyo a las otras víctimas y sus familias.
Los familiares de Guzmán, en El Salvador, han rellenado algunos vacíos que han dejado las autoridades. De acuerdo a sus testimonios, antes de su detención por las autoridades migratorias, este trabajaba como jardinero, había vivido en Florida y se mudó a Dallas tras haberse visto involucrado en delitos menores, como pelear en un bar. Enfrentaba una deportación inminente y ya había decidido regresar de manera voluntaria a Jiquilisco, su pueblo natal. En declaraciones a Univision, sus hermanas contaron que planeaban recibirlo con sopa de gallina, como él quería, pero ahora deben preparar su entierro.
De los dos heridos también se han comenzado a conocer detalles gracias a sus seres queridos. García Hernández, el ciudadano mexicano que ahora está en el hospital, llegó a Estados Unidos con 13 años. Ya adulto, se casó con Stephany Gauffeny, tuvo hijos, y trabajaba como pintor. También estaba en medio de trámites para conseguir la ciudadanía a través de su esposa. Sin embargo, el 8 de agosto fue arrestado por conducir bajo efectos del alcohol y al día siguiente pasó a custodia de las autoridades migratorias. Estaba en el país ilegalmente y había sido condenado por dar información falsa, evadir un arresto, manejar ebrio y huir de la policía.
Cuando Gauffeny vio a su esposo por última vez, él le sonreía desde la sala de una audiencia migratoria. La vez siguiente fue en el Hospital Parkland de Dallas, inconsciente. “Está todo hinchado, con grapas en la cabeza, un montón de tubos bajando por su garganta”, contó a CNN.
García Hernández recibió varios disparos. Las balas atravesaron su uretra, coxis y hombro. La más peligrosa le alcanzó una arteria en el cuello que conecta con el cerebro. Su estado era tan grave que los médicos no estaban seguros de que sobreviviera la primera noche. Cuando por fin pudo verlo, Gauffeny encontró a su esposo con los brazos atados a la cama del hospital y los pies esposados. Protestó. Un funcionario del ICE dijo que podían quitarle las esposas temporalmente, pero solo para ser reemplazadas con bridas plásticas.
Según Gauffeny, el ICE le permite cuatro horas diarias de visita. Dos horas en la mañana, y dos en la tarde. Los agentes permanecen en la habitación durante cada encuentro. “Es una situación que pienso que debería, como su esposa, poder estar más tiempo con él”, declaró ella, que está a días de dar a luz y ya había elegido nombre con su esposo para el bebé. “Solo quiero que todos sepan que es un buen hombre, un buen papá, buen esposo, buen amigo, buena persona, trabajador”, agregó Gauffeny. “No solamente es una víctima, es una persona con una vida, con hijos, familia”.
Gabriela Gauffeny, hermana de Stephany, ha organizado una campaña en GoFundMe para cubrir gastos médicos y familiares. “Es el único sostén de su familia, incluyendo a sus hijos y a su esposa, y a su bebé que está por nacer”, escribió sobre el herido.
Mientras tanto, en San Luis Potosí, México, María Hilaria García, que fue deportada desde Estados Unidos dos meses antes del tiroteo, cuenta la situación de su hijo herido. “Un balazo le entró aquí por el cuello y le salió por la cabeza y tocó partes del cerebro”, ha explicado a medios mexicanos. “Fueron cuatro balazos: del cuello, del estómago, otro en la pierna y otro en la espalda”. Ahora, Hilaria está pidiendo una visa humanitaria para regresar a Texas y acompañar a su hijo.
Sobre la tercera víctima, José Andrés Bordones Molina, no hay muchos detalles disponibles. Tiene antecedentes por robo de propiedad y una infracción de tránsito. Las autoridades confirmaron que el venezolano resultó herido en el ataque y permanece hospitalizado, pero su familia no ha hecho declaraciones públicas.
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