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El Supremo de Texas frena de último minuto la ejecución de un hombre condenado por matar a su hija de dos años

Robert Roberson, de 57 años, defiende su inocencia junto a un nutrido grupo de activistas y políticos demócratas y republicanos

Robert Roberson en la prisión de Livingston, en septiembre pasado.
Robert Roberson en la prisión de Livingston, en septiembre pasado.AP
Luis Pablo Beauregard

Robert Roberson seguirá con vida por el momento. El Supremo de Texas ha ordenado la noche de este jueves frenar de último minuto la ejecución del preso, condenado por el asesinato en 2002 de su hija de dos años. El Tribunal más alto del Estado se ha pronunciado sobre un caso que ha sido rechazado tanto por la Suprema Corte y el Circuito texano de Apelaciones. Roberson, de 57 años, cuenta con un nutrido grupo de simpatizantes, entre ellos políticos demócratas y republicanos, quienes consideran que fue condenado a muerte en un juicio con pruebas científicas que no han soportado el paso del tiempo.

Roberson, quien siempre ha defendido su inocencia, iba a convertirse este jueves en el primer ejecutado en la historia de Estados Unidos por un caso del síndrome del bebé sacudido, un tipo de maltrato infantil que puede causar lesiones cerebrales y hasta la muerte a un menor si se le zarandea. El síndrome ha estado en el centro del debate entre los expertos. Voces de la comunidad médica se han mostrado escépticos de que exista evidencia científica concluyente que confirme el síndrome, que fue alertado en el pasado por organismos como la OMS. Algunos científicos desaconsejan que su diagnóstico sea utilizado en procesos penales que lleven al corredor de la muerte.

El caso que tiene a Roberson en el corredor de la muerte inició con el año 2002. Su hija Nikki, quien había nacido con problemas respiratorios crónicos, había estado enferma aquel arranque de año. Tenía fiebre y por breves instantes dejaba de respirar y se ponía azul. Roberson la llevó en una semana con el pediatra y a los servicios de emergencia del hospital de Palestina, la ciudad texana donde vivían. El 31 de enero de aquel año la niña dejó de respirar y su padre la llevó de nuevo al centro de salud. Recibió un masaje cardiaco, lo que reanimó su corazón, pero no su cerebro. Fue desconectada del respirador al día siguiente. Su padre se convirtió en el principal sospechoso después de que los médicos realizaran una tomografía de la menor, donde hallaron un cerebro hinchado y lleno de sangre. Sospecharon maltrato infantil.

“Me acusaron a mí porque no supe explicar qué le pasó”, le dijo Roberson a la cadena de radio NPR. El preso está en el espectro autista que no había sido diagnosticado en el momento de la muerte de la niña y tiene un bajo coeficiente intelectual. Los médicos del hospital fueron quienes llamaron a la policía y lo acusaron del fallecimiento de Nikki después de que el hombre no mostrara ninguna emoción. Sin embargo, el detective principal del caso para el Departamento de Policía de Palestina, Brian Wharton, admite que las autoridades nunca siguieron otra línea de investigación aparte de la del síndrome del bebé sacudido. Wharton, quien se ha convertido en pastor evangélico, es uno de los defensores de Roberson y considera que el sistema legal falló.

Wharton no es el único que lo cree. Los legisladores Joe Moody y Jeff Leach, demócrata y republicano respectivamente, encabezan también una campaña para que sea revisado el proceso que llevó a la condena de Roberson. “Por más de 20 años, Robert Roberson ha pasado 23 horas y media de cada día en confinamiento solitario en una celda tan pequeña como el clóset de los texanos esperando a ser escuchado”, han dicho.

Entre los defensores del recluso se encuentra también John Grisham, escritor superventas y activista contra la pena de muerte. Este ha argumentado que hay avances tecnológicos suficientes que permiten un nuevo diagnóstico de la muerte de Nikki y no la de un síndrome que ha quedado obsoleto para la ciencia moderna. Aunque la niña sí tenía lesiones en el cráneo que pudieron ser ocasionadas por una agresión, nueva evidencia muestra que la menor pudo haber fallecido por complicaciones relacionadas a una pulmonía severa.

La ejecución iba a llevarse a cabo a las 18.00 (horario del centro de Estados Unidos). Roberson aguardaba su destino en una celda contigua a la sala donde iba a recibir el cóctel letal por vía intravenosa. Los simpatizantes del acusado aguardaban la palabra del gobernador Greg Abbott, quien tiene la autoridad para posponer la muerte unos 30 días. Pero el mandatario no dijo nada. Solo ha frenado una sola ejecución en los casi 10 años que lleva al frente del Gobierno local. Tampoco se ha pronunciado en público por el caso a pesar de que Sonia Sotomayor, la jueza del Supremo federal, lo conminó a frenar temporalmente la ejecución.

Roberson había pedido clemencia al organismo estatal encargado del sistema penitenciario, que negó la moción. Los seis miembros del consejo votaron 6-0 para no transmutar la pena de muerte por cadena perpetua. La Suprema Corte federal como el tribunal más alto en materia penal rechazaron frenar la ejecución. La palabra que ha salvado de momento la vida de Roberson llegó de una sala que pocas veces falla en casos penales.

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Sobre la firma

Luis Pablo Beauregard
Es uno de los corresponsales de EL PAÍS en EE UU, donde cubre migración, cambio climático, cultura y política. Antes se desempeñó como redactor jefe del diario en la redacción de Ciudad de México, de donde es originario. Estudió Comunicación en la Universidad Iberoamericana y el Máster de Periodismo de EL PAÍS. Vive en Los Ángeles, California.
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