‘Pluribus’ y la zozobra del presente
En una época tan poco proclive a comprender que tenemos muchas caras, no hay un personaje más pertinente que Carol Sturka
Dorian Astor, uno de los intérpretes de Nietzsche más finos de hoy —con permiso de Safranski—, dice que lo apolíneo y lo dionisiaco no son dos caras opuestas de una moneda, como el yin y el yang, sino los extremos de un arco. Entre ambos puntos está lo humano. No hay apolíneos ni dionisiacos, como forofos de equipos de fútbol rivales, sino que las personas (lo que Nietzsche llamaba “los hombres mod...
Dorian Astor, uno de los intérpretes de Nietzsche más finos de hoy —con permiso de Safranski—, dice que lo apolíneo y lo dionisiaco no son dos caras opuestas de una moneda, como el yin y el yang, sino los extremos de un arco. Entre ambos puntos está lo humano. No hay apolíneos ni dionisiacos, como forofos de equipos de fútbol rivales, sino que las personas (lo que Nietzsche llamaba “los hombres modernos”) tenemos momentos y rasgos que tiran más a lo apolíneo y otros que tiran más a lo dionisiaco.
Esto es bastante lógico y fácil de entender, pero como vivimos tiempos de obviedad y militancia, no está de más subrayar que todos llevamos un Jekyll y un señor Hyde: cuando esta Nochevieja se desmadren, no le echen la culpa a los litros de poción mágica alcohólica que se han embaulado y asuman que un tipo apolíneo y sensato puede ser también un gañán si la orquesta de la verbena toca las canciones adecuadas.
En una época tan moralista y tan poco proclive a comprender que tenemos muchas caras, no hay un personaje más pertinente que Carol Sturka, la protagonista de Pluribus, interpretada por una fascinante Rhea Seehorn. Volviendo a Nietzsche, su mayor virtud es ser humana, demasiado humana. De hecho, es una de las 12 personas que preservan su individualidad en un planeta donde toda la humanidad se ha fusionado en una conciencia colectiva. Todo apuntaba a un camino del héroe: Sturka iba a salvar el mundo, y su intención es salvarlo, pero se lo toma con calma y desafía a los espectadores más perezosos, esos que necesitan saber si uno es apolíneo o dionisiaco, si es del Real Madrid o del Barça, como esos tuiteros que se desesperan cuando no captan al primer vistazo si una opinión es de derechas o de izquierdas, y no saben si aplaudirla o escupirla.
Necesitábamos desesperadamente a Carol Sturka: su fragilidad, su indecisión, sus cambios de humor, sus debilidades, sus adicciones, sus arrebatos y sus arrepentimientos. Dorian Astor subtituló su libro sobre Nietzsche La zozobra del presente, y zozobra es lo que ofrece Sturka en un 2025 sobrecargado de mandones, de cuñados, de populistas mitineros y de votantes furiosos que quieren resolverlo todo en dos patadas o mandarlo al guano. Frente a la chulería de los matones, el sarcasmo de quienes siempre vivimos en zozobra, recorriendo todas las escalas del arco humano entre Apolo y Dioniso, errando, tropezando, levantándonos, dudando y retrocediendo. Humanos. Demasiado humanos.