‘The Paper’, una comedia que da mucha pena
La parodia de la serie es atinada pese a su exageración. O precisamente por eso, como aciertan las caricaturas
Doce años después, el creador de The Office, Greg Daniels, vuelve al mundo descacharrante del falso documental cómico. ...
Doce años después, el creador de The Office, Greg Daniels, vuelve al mundo descacharrante del falso documental cómico. The Paper (SkyShowtime) reescribe la fórmula de la comedia clásica de oficinistas en otra ciudad (Toledo, Ohio) y en otro contexto decadente (un periódico local arruinado y reducido, una cosa ridícula, sin periodistas ni noticias ni nada que se le parezca). Funciona la receta con la que Daniels trascendió el cinismo de la The Office británica —la serie original de Ricky Gervais hecha de ácido puro, sin edulcorantes— y que marcó una cumbre cómica insuperable: ironía atemperada por ternura.
El protagonista, Ned Sampson, es un periodista que quiere resucitar el periódico. Reportero flipado, fan de Todos los hombres del presidente, se emociona ante una rotativa y cree que puede convertir a ese hatajo de personajes abúlicos y mediocres en una Redacción que saque exclusivas e historias sensacionales. Esto es un elemento nuevo que no estaba en The Office. En aquella serie de perdedores, nadie soñaba con restaurar ninguna gloria, no había idealistas, y la ambición era una emoción cutre. Dunder Mifflin, la empresa donde sucedía todo, solo era un paisaje desolado donde los personajes bailaban patéticos, pero nadie sentía nostalgia, ni amor por ella. En cambio, el Toledo-Truth-Teller, como se llama el diario de The Paper, fue un orgullo, un cuarto poder, un pilar de la sociedad y de la cultura estadounidense. No es un escenario anodino ni una mera proyección de las vidas tristes de sus trabajadores, sino una alegoría política.
Puedo pasarme un día entero viendo capítulos de The Office, pero no puedo ver más de uno de The Paper sin que el periodista que fui se ponga melancólico, y no porque me identifique con las situaciones absurdas de una premisa hiperbólica: la serie no habla de la transformación de la prensa, tan solo se divierte con ella. Pero a mí me lleva a los tiempos (apenas ayer) en los que hasta el diario más pequeño del lugar más remoto tenía una Redacción esforzada y decía cosas relevantes para sus lectores. Aún resisten muchos, incluso con algún que otro periodista viejo que es a la vez enciclopedia de la región, pero la parodia de la serie es atinada pese a su exageración. O precisamente por eso, como aciertan las caricaturas, que a veces están más cerca de la verdad que las crónicas. Y eso me frustra la carcajada y me hace sentir viejísimo.