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Columna

No cantarás a Rosalía en vano

El presidente del gobierno, Pedro Sánchez, compareció en un programa de Radio 3 para hablar de música y alabó el nuevo disco, ‘Lux’, de la artista catalana

Como Pedro Sánchez, yo también había sacado una hora para escuchar el Lux de Rosalía. Me adelanté al presidente, escuché el disco antes de que este saliera en Radio 3 proclamando su “sigamos todos juntos, y yo el primero, por la senda rosaliacional”. Puse el letrero de no molestar y abrí las orejas para que el espíritu de mi tiempo me poseyera.

Lux es soberbio, Rosalía tiene un talento sobrenatural y hay canciones de belleza perturbadora e intimísima. Celebro que esta rareza tan alérgica a cualquier etiqueta triunfe en un mundo dominado por lo obvio y lo premasticado. Los del morro torcido que la denuestan como un producto de marketing discográfico están ciegos: Rosalía no puede inventarse. Si un ejecutivo pudiera diseñar una artista así, habría un millón de clones.

Reconociendo todo esto, su música no es mi taza de té, como dicen los que saben inglés y toman té. La celebro y la admiro, pero mi alma prefiera elevarse a los cielos con el violín de María Dueñas, que esta semana casi reventó el Auditorio Nacional, aunque los aplausos sonaron a muy poquita cosa bajo el clamor de Rosalía. Cada cual ve a Dios donde puede, y Teresa de Ávila lo encontraba en los pucheros, no lo olvidemos.

Me gustaría unirme al entusiasmo unánime para no sentirme como el personaje de Rhea Seehorn en Pluribus, la nueva serie de Vince Gilligan (Breaking Bad) en Apple TV: toda la humanidad ha sido transformada en una entidad colectiva, y ella es la única que sigue siendo humana. Un fallo en el contagio la ha hecho inmune. Los invasores son benignos, quieren que la mujer sea feliz y, si es posible, se integre en la masa, pero ella se resiste, y yo creo que se equivoca. Cuando incluso el presidente de tu país tiene una opinión ditirámbica de Lux, lo sensato es aprenderte las letras en trece idiomas y cantar como si fueses de la escolanía de Monserrat.

La vida fuera de la colectividad unánime es una pesadilla, por eso hay que entregarse con sinceridad. La impostación no sirve. Si simulas tu conversión, te pillan. Yo puedo reconocer la grandeza de Rosalía, pues es evidente para cualquiera que no tenga horchata en las venas, pero si me fundo en la masa alguien me delatará, como el Donald Sutherland de La invasión de los ultracuerpos. Es mejor que me vean como soy a que Pedro Sánchez me acuse en Radio 3 de cantar a Rosalía en vano.

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