‘La mente en blanco’: a saber quiénes son los normales
La película no es condescendiente ni blandea, no hay amarillismo ni melodrama, es un bofetón al paternalismo. Una delicia.
Marcos cuenta que si camina por la calle y ve un cartel que dice “Se traspasa este negocio”, él lo interpreta de forma literal. Miguel responde que su hija María se refugia en la música, que es capaz de escuchar varias canciones a la vez y que nada de eso la perturbe. Marcos sonríe y dice que cuando está sentado en una mesa con muchas personas atiende a la perfección todas las conversaciones que se producen de forma cruzada y que, si le parece oportuno, interviene en aquellas en las que tiene algo que decir.
Marcos dice que si tarda en responder no es porque sea lento, sino porque mien...
Marcos cuenta que si camina por la calle y ve un cartel que dice “Se traspasa este negocio”, él lo interpreta de forma literal. Miguel responde que su hija María se refugia en la música, que es capaz de escuchar varias canciones a la vez y que nada de eso la perturbe. Marcos sonríe y dice que cuando está sentado en una mesa con muchas personas atiende a la perfección todas las conversaciones que se producen de forma cruzada y que, si le parece oportuno, interviene en aquellas en las que tiene algo que decir.
Marcos dice que si tarda en responder no es porque sea lento, sino porque mientras Miguel procesa un dato, él es capaz de procesar 5.000. “Son 4.999 más que tú”, le dice mirándole a los ojos y con un gesto que una neurotípica como yo interpretaría como desafiante, aunque no sé si Marcos querría demostrar otra cosa o simplemente nada.
Marcos Navas tiene síndrome de Asperger (“ni padezco ni sufro”, recalca) y Miguel Gallardo tiene una hija con Trastorno del Espectro Autista. De su experiencia como padre hizo la novela gráfica María y yo, de la que salió un documental estrenado en 2010, cuando María tenía 13 años.
Ambos, Navas y Gallardo, participan en el documental La mente en blanco (Filmin) dirigido por Juan Cruz y que este viernes, Día Mundial de la Salud Mental, es otra cosa más que recomendar. La película no es condescendiente ni blandea, no hay amarillismo ni melodrama. Son dos hombres, uno que se denomina a sí mismo como “Aspi” y otro neurotípico, hablando de sus cosas en dos butacones. Uno habla de su relación de pareja, de cómo le desconcierta la imprecisión de frases como “quedamos sobre las siete”, que ojo con aquellos que dicen que quienes tienen síndrome de Asperger deberían dominar el mundo porque entre los referentes no están solo Bill Gates y Tim Burton, también Adolf Hitler. Miguel sonríe y le dice lo benditas que son las rutinas y al mismo tiempo cómo incapacitan para hacer algo nuevo. Y el momentazo que vivió cuando su hija, una vez durante unas vacaciones en un resort de Canarias, le dijo en la cama: “Tú y yo”, y quiso creer que era una demostración de amor.
El documental es un homenaje a Gallardo, que falleció a causa de un tumor cerebral hace tres años. Es un bofetón al paternalismo, es un no saber quiénes son hoy los normales. Una delicia.