Ir al contenido

Queremos bien a Elvira

Como mucha otra gente, llevo tantos años leyendo y escuchando a Elvira Lindo que no encuentro grandes revelaciones en la entrevista que le hizo Gonzo para ‘Salvados’. Tampoco las busco

Durante un tiempo fui guionista en prácticas en un canal de teletienda. Lo de “en prácticas” es un decir, porque no había nadie más allí escribiendo guiones, pero lo especifico porque fue la mejor opción que encontré en el amplio —también es un decir— catálogo de prácticas que ofrecía la Universidad Complutense a los estudiantes de comunicación audiovisual. Nunca me nombrarán alumna ilustre, me temo. Claro que si le dieron y mantienen tal título a...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Durante un tiempo fui guionista en prácticas en un canal de teletienda. Lo de “en prácticas” es un decir, porque no había nadie más allí escribiendo guiones, pero lo especifico porque fue la mejor opción que encontré en el amplio —también es un decir— catálogo de prácticas que ofrecía la Universidad Complutense a los estudiantes de comunicación audiovisual. Nunca me nombrarán alumna ilustre, me temo. Claro que si le dieron y mantienen tal título a la persona que la está asfixiando, creo que puedo conservar la esperanza. Rememoré aquellos meses mientras veía el domingo por la noche a Elvira Lindo hablando con Gonzo en Salvados desde Ademuz, su pueblo. “¿Pero qué se creen que son los guionistas? Los guionistas tenemos que escribir en cosas que nos gustan más y en cosas que nos gustan menos. Y así es como se curte alguien”. Asentí con tanta fuerza desde el sofá que creo que puedo haberme hecho un esguince cervical.

Como mucha otra gente, llevo tantos años leyendo y escuchando a Elvira Lindo que no encuentro grandes revelaciones cuando alguien la entrevista para el público generalista. Tampoco las busco. Es más, me encanta volverla a contemplar relatando algo que ya sé no solo por la fantasía de la cercanía con alguien a quien no conozco personalmente, sino porque no es el qué, es el cómo. Es calor de hogar escucharla hablar de su época como guionista en Telecinco y de ese orgullo que despertaba en su padre la pasta que se levantaba su hija —los que llevamos tantos años leyendo a Elvira también tenemos muy presente a su padre—. También lo es que Manolito siga siendo Manolito y no solo un cruasancito al por mayor. Y que, en una época de cazadores de cargos, ella no se sintiera preparada para asumir la cartera de Cultura, ni quisiera poner a su familia en ese brete. A muchos también nos resulta terriblemente familiar ese silencio tan elocuente que aporta mientras su santo describe con terrorífica precisión lo que es la depresión.

Veía la entrevista y me acordaba de Queremos tanto a Glenda, de Cortázar, ese cuento en el que un grupo de admiradores de una actriz decide perfeccionar su legado incluso a su costa. Pensaba en que la legión de admiradores de Elvira la queremos bien, porque nos enamoramos de lo que los ajenos desdeñarían por debilidad, contradicción o fruslería. Nosotros sabemos que ahí reside la verdadera sustancia.

Sobre la firma

Más información

Archivado En