Sarcasmo contra el sectarismo
Como ha demostrado el demócrata Gavin Newsom, a veces, para denigrar a alguien, no es necesaria una lente deformante; basta un simple espejo
Últimamente, cuesta encontrar un ganador en el ránking de disparates políticos, pero hay un asunto reciente que me ha conquistado, quizá porque nada me seduce más que el humor....
Últimamente, cuesta encontrar un ganador en el ránking de disparates políticos, pero hay un asunto reciente que me ha conquistado, quizá porque nada me seduce más que el humor. Sucedió en la Asamblea de Madrid y se lo resumo porque no pueden ustedes acordarse de todo. A lo largo de siete minutos, Sergio Brabezo, diputado del PP, criticó despiadadamente una iniciativa de Más Madrid acerca de los refugios climáticos. Llegó a decir que “estaba basada en el pánico y la alarma social”. Ahí es nada. Pablo Padilla, el diputado de Más Madrid que la había presentado, esperó al final de la diatriba para revelarle al popular que lo que habían presentado era una iniciativa del PP. O sea, que se había tirado siete minutos ridiculizando su propia propuesta, y no porque no fuese beneficiosa para sus conciudadanos, sino porque venía avalada por la oposición. Define sectarismo.
Que el cuento gusta más en función del narrador lo está evidenciando el demócrata Gavin Newsom. Mientras su partido sigue deambulando como un boxeador sonado que no sabe de dónde le vienen los golpes, el gobernador de California ha decidido tomar la iniciativa y enfrentarse a Trump con sus propias armas. Desde hace unos días, Newsom desquicia a los republicanos con tuits incendiarios a la manera de los que el presidente desparrama habitualmente en su red Truth Social: mensajes escritos en mayúsculas con el léxico de un niño de cuatro años e imágenes generadas por una IA chabacana en las que aparece representado como un héroe de cómic.
No será la estrategia más elegante, pero está resultando efectiva, a juzgar por el número de visionados en redes sociales, el renovado entusiasmo de sus seguidores y, especialmente, el cabreo de los republicanos y sus medios afines. Una inquina que acrecienta el hecho de que Newsom, además de gobernar la cuarta economía mundial, sea un guapo canónico con hechuras de galán de Shonda Rhimes y una familia cuyos genes envidiaría hasta Sydney Sweeney. Es la imagen de lo que entendíamos por presidenciable hasta que Trump ha vaciado de contenido esa expresión.
Mientras el gobernador cabalga a lomos del algoritmo, los trumpistas ladran. Al igual que el diputado del PP, no se dan cuenta de que se están burlando de sí mismos, quizá porque detectar el sarcasmo requiere cierta inteligencia. A veces, para denigrar a alguien, no es necesaria una lente deformante; basta un simple espejo.