La familia que ve la tele también quiere dormir
Hemos visto antes a Kiko Matamoros en la sobremesa de la pública que un programa de ‘prime time’ que termine antes de las 12 de la noche
Hay semanas televisivas de vacas gordas. La estrella de mayo ha sido el accidentado desembarco de la facción rebelde de Mediaset en TVE. Con el entrante, El gran desfile, sentí una mezcla de desconcierto y vergüenza ajena, algo similar a lo que sufre la f...
Hay semanas televisivas de vacas gordas. La estrella de mayo ha sido el accidentado desembarco de la facción rebelde de Mediaset en TVE. Con el entrante, El gran desfile, sentí una mezcla de desconcierto y vergüenza ajena, algo similar a lo que sufre la familia de Pequeña Miss Sunshine en el apoteosis final. Fue un disparate incluso para los que apreciamos la originalidad de Sálvame. Esto es otra cosa, tan aguada y plagada de rostros desconocidos hasta para los muy cafeteros, que fue como asistir a la fiesta de fin de curso de un colegio que no es el tuyo. El primer programa, y su escasa audiencia, no restan argumentos a los que los han recibido con las espadas en alto. Habrá que dejarlo reposar, pero su ubicación en las apacibles tardes de la pública provoca la misma sensación que tomarse un copazo entre dos descafeinados de máquina.
Trasladar el antiguo espíritu de Telecinco a TVE ha sido audaz, aunque, al contrario de lo que supuso la llegada de La revuelta, que también hizo arquear muchas cejas, no significa que sea adecuado. Si el director de TVE busca colarse en los libros de historia de la corporación, puede hacer algo aún más revolucionario: adelantar el inicio, y sobre todo el final, del prime time. Si la hostelería ha conseguido hacernos pasar por el aro de esa abominación que es el tardeo, es que estamos ya maduros para aceptar que un espacio supuestamente familiar no termine a las dos de la madrugada. Sin embargo, hemos visto antes a Kiko Matamoros en la sobremesa de la pública que un programa de prime time que finalice antes de las 12 de la noche.
Otras vacas, si no gordas, al menos rechonchas, han sido el recién estrenado That’s My Jam y The Floor. Los dos llegan testados, uno en Movistar y otro en Antena 3. El primero es ágil, entretenido y no molestará a los que fiscalizan los contenidos de la pública. Tampoco lo hará The Floor, un formato tan sencillo que parece imposible que alguien haya cobrado por idearlo. Dos espacios para todos los públicos, pero como los programadores parecen a sueldo de los fabricantes de antiojeras, solo aptos para noctámbulos. No sé a La familia de la tele, pero a muchas familias que ven la tele, sean modernas, tradicionales, elegidas o consanguíneas, numerosas o unipersonales, les gustaría que los programas que siguen acabasen más cerca de la hora de la cena que de la del desayuno.