Jorge Ponce: “El hormiguero’ es un referente cultural y sigue siendo un programa con el que hacer chistes”

El humorista, uno de los directores, productores y caras visibles de ‘La revuelta’, ha estrenado la serie documental de comedia ‘Medina: el estafador de famosos’

El humorista Jorge Ponce, el 23 de octubre ante el Museo Reina Sofía en Madrid.Moeh Atitar

A Jorge Ponce (Málaga, 42 años), un tal Antonio Medina le paró por la calle. Le dijo que habían trabajado juntos. Le contó una historia dramática sobre su hija y le pidió unos euros. Cuando Ponce se lo contó a otros compañeros, descubrió que no había sido el único que se había encontrado con un hombre cuya profesión, nombre y tragedia cambiaba ligeramente de una vez a otra, pero siempre se marchaba con unos euros extra en su bolsillo gracias a gente conocida. Esa anécdota es el origen de ...

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A Jorge Ponce (Málaga, 42 años), un tal Antonio Medina le paró por la calle. Le dijo que habían trabajado juntos. Le contó una historia dramática sobre su hija y le pidió unos euros. Cuando Ponce se lo contó a otros compañeros, descubrió que no había sido el único que se había encontrado con un hombre cuya profesión, nombre y tragedia cambiaba ligeramente de una vez a otra, pero siempre se marchaba con unos euros extra en su bolsillo gracias a gente conocida. Esa anécdota es el origen de Medina: el estafador de famosos (Prime Video), una serie documental que, en clave de comedia, sigue el estrambótico proceso de investigación para dar con el susodicho. La periodista llega a la cita con Ponce convencida de que todo lo que ha visto en la serie es ficción. “Seríamos unos genios si fuera todo mentira”, defiende uno de los hombres del momento gracias al éxito de La revuelta. Tres horas después de la entrevista, el programa de La 1 que codirige, produce y en el que participa, fue premiado con el premio Ondas.

Pregunta. Entonces, ¿Medina: el estafador de famosos es real o ficción?

Respuesta. Toda la trama de la investigación de la búsqueda de este señor es real. Como en cualquier documental, reordenamos algunas cosas para que tenga giros dramáticos, pero esto lo hace también Making A Murderer. ¿Dónde está la mentira? En que no soy tan subnormal y gilipollas como se ve ahí. Mi actitud con los compañeros es de mi personaje público, donde puedo ser más cretino, estoy en clave de personaje. En el resto no hay ficción, como mucho un reajuste, un reordene, una regrabación de algo que ha pasado y no teníamos bien grabado. Habrá gente a la que no voy a poder convencer y creerán que es un mockumentary [falso documental], pero lo que para mí la hace especial es que la comedia en los documentales ha sido siempre a través del mockumentary, inventar una historia rocambolesca. Aquí, siendo verdad, hay un tono de comedia de reír a carcajadas.

P. ¿De verdad que Antonio Medina existe?

R. Existe y está en activo. En las últimas semanas ha vuelto a estafar a personajes conocidos.

P. Para quienes le hayan descubierto ahora con La revuelta o con Medina, ¿quién es Jorge Ponce?

R. Soy un cómico que llega a la comedia no de forma involuntaria, pero sí sin ser su objetivo. Quería ser guionista y tuve la suerte de que, al llegar a Madrid, por casualidades, consigo entrar en la profesión y mi sueño se cumple muy pronto. De ahí empecé a especializarme en comedia porque el primer programa en que trabajo es Caiga quien caiga. Luego empiezo a salir primero delante de la radio, a superar mi síndrome del impostor y la vergüenza, haciendo chistes ya con mi propia voz, luego a la tele poniendo la cara. Con este documental me lo he pasado en grande, y con La revuelta, un proyecto con el que llevo ocho años con La resistencia, todavía me lo paso muy bien. El diario quema, te pasa por encima, a mi alopecia el programa diario no le ha venido bien, pero me lo sigo pasando muy bien. Me encantan las ideas. El diálogo no se me da mal, pero me gusta la idea donde aparece un giro que no te esperas.

El humorista Jorge Ponce. Moeh Atitar

P. Ha vivido la televisión desde diferentes ángulos. ¿Qué es lo más complicado de ese mundo?

R. La tele exige mucho, es dura, muchas veces es injusta. Ahora que soy productor, ves que a la hora de vender y hacer un programa importan muchas cosas aparte del propio programa, y eso es lo que me da más pereza, la parte de negocio. No se me da mal, porque no podríamos tener una productora y hacer un programa grande si no, pero es lo que más me aburre.

P. ¿Se puede hacer humor de todo?

R. Mi forma de hablar de los límites del humor es: imagínate que el humor es un país, es Francia. Pues lo que está fuera de Francia, está fuera de Francia, pero las partes que no te gustan de Francia siguen siendo Francia. El humor es una cosa con la que se puede hacer chistes inteligentes, juegos de palabras, humor contestatario, chistes racistas, homófobos… ¿Cuáles son los límites del humor? Cuando no hay humor. ¿El humor lo legitima todo? Para nada, hay chistes que no se deberían hacer, pero no porque sean chistes, sino por el mensaje que hay dentro. Y para prohibirlo están las leyes. Lo que pasa es que a veces se dicen unas barbaridades en serio increíbles, y en el momento en que se dice una barbaridad con comedia parece que es peor. Y si es una barbaridad, es una barbaridad, en chiste, en tertulia política o lo que sea.

P. ¿Se puede hacer humor incluso de El hormiguero?

R. El hormiguero es un referente cultural que a nosotros nos ha funcionado mucho estos años de La resistencia. Llegamos a Movistar a hacer un programa muy pequeño, somos los últimos de la fila, y está muy guay meterte con los grandes. El humor hay que hacerlo de abajo arriba, y era muy fácil hacer esos chistes con El hormiguero, un programa que objetivamente ha funcionado y funciona, muy bien construido, un buen programa de televisión. ¿Qué ha pasado este año? Que ha habido gente, que no somos nosotros, que ha querido vender que vamos contra ellos, que nos han puesto unas personas políticamente..., y lo han llevado a otro sitio. Para nosotros sigue siendo un programa con el que hacer chistes porque ahora competimos con ellos igual que con otros.

Jorge Ponce, en una imagen de 'Medina: el estafador de famosos' cedida por Amazon Prime Video.

P. ¿Ha quedado atrás ya el aterrizaje tan politizado que tuvo La revuelta en TVE?

R. Yo creo que desde la primera semana que se ve de qué va el programa. Esa es una de las cosas buenas de que lo esté viendo tanta gente, que esa gente está comprobando que todo lo que contaban no era así. El programa tiene una identidad, ahí tiene opiniones, pero no hablamos de política, actualidad, no tenemos una sección donde repasamos las noticias de la semana… Pero si ha pasado algo con, no sé, Ábalos, de quien supuestamente no podríamos hacer chistes, hemos tirado muchos chistes porque teníamos que hacerlo. Con el equipo de guion decimos que el mensaje no justifica el chiste, el chiste es el mensaje. Si construyes un buen chiste, lo decimos. Lanzar una proclama sobre el problema de los alquileres para que la gente aplauda, eso no lo trabajamos, trabajamos un chiste que hable sobre los alquileres, la ocupación, que critique a alguien, pero siempre buscando el chiste.

P. ¿Cómo está viviendo la guerra de audiencias? ¿Mira cada día el dato?

R. Yo he pedido que no me las envíen al móvil. Los primeros días, me llegaban en los varios grupos que tenemos, y es morboso, es algo muy dopaminoso eso de mirar cómo ha quedado, pero yo ya he pedido que no me lo manden, aparte de que lo bueno de haber empezado tan bien es que no tenemos que estar tan pendientes.

P. ¿Faltan mujeres en La revuelta?

R. Pues, si vemos La revuelta como programa completo, creo que hay mucha presencia femenina en entrevistadas, con la participación del público… En colaboradoras es algo que, por la configuración de programa inicial, que éramos básicamente un grupo de chicos, es algo que seguimos acarreando y nos tenemos que poner las pilas, pero creo que está muy compensado porque en el programa es muy poco machirulo, poco gañán, se habla de sexo desde una perspectiva nada masculina... Creo que el programa en general sí tiene presencia femenina pero en la parte de colaboradoras es algo que tenemos que seguir trabajando, sí.

Jorge Ponce, el miércoles 23 de octubre en Madrid. Moeh Atitar

P. Antes se refería a usted mismo como personaje televisivo. ¿Es muy diferente en la vida real de la idea que tenemos viéndole en la televisión?

R. Mi hermano dice que sus amigos, que me conocen desde pequeño, dicen, “pero si tu hermano no es gracioso ni lo ha intentado ser nunca, ¿por qué sale a la tele y es así?”. Hay cosas que hago en la tele que no haría jamás en mi vida personal, soy más tímido, menos explosivo y loco. Me gusta jugar con una cosa que no hago en mi vida personal que es hacer cosas un poco de cretino y ególatra. Pero dentro de ese personaje digo un montón de opiniones que, a través de los chistes, puedes intuir dónde estoy yo, lanzo mensajes que pueden ser interesantes y son del Jorge Ponce de verdad.

P. En la SER contó, y recogieron muchos titulares, que, cuando se puso delante de las cámaras por primera vez, le cayeron críticas por todas partes. ¿Qué relación tiene ahora con las críticas?

R. En realidad no lloré tanto en el programa al contarlo como ha parecido en los titulares... Ahora creo que hay mucha más gente que le gusta lo que hago. La comedia va mucho de cómo te caiga el personaje. Los cómicos somos muchas veces capaces de decir, “este es un gilipollas pero el chiste ha sido increíble”, pero el público general creo que si considera que el cómico es un gilipollas, sea cual sea el chiste no le va a gustar. Sé que hay mucha gente a la que no le gusto pero también hay mucha a la que sí, y eso lo hace más fácil. Las redes sociales me generaban mucho ruido. Hace un par de veranos me las quité del móvil. Ahora tengo una compañera que me ayuda a hacer los contenidos, yo le doy ideas y textos, pero salvo con Antonio Medina que sí me he sumergido en las redes para ver lo que opinaba la gente, en el día a día yo no estoy en las redes. Mi contenido soy yo, porque paso las ideas y los textos, pero ni lo miro. No contesto porque no estoy. Me genera mucho ruido y no solo en lo mío, en todo, ese momento de información tan atomizada, pequeña, corta...

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