El meme olímpico

Esta inauguración ha sido la demostración de que París no es la capital de la cultura

Philippe Katerine, de azul, rinde homenaje a Dyonisos, en la cereemonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de París 2024.

La noche del pasado viernes no me encontraba delante del televisor viendo la apertura de los Juegos Olímpicos de París, sino en casa de mi amigo Mameluco, en Castro del Río (Córdoba). Recordábamos el origen de la palabra meme: acuñada por Richard Dawkins en 1976, dentro del libro El gen egoísta. Ya lo había olvidado, pero meme empezó siendo esa parte de la cul...

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La noche del pasado viernes no me encontraba delante del televisor viendo la apertura de los Juegos Olímpicos de París, sino en casa de mi amigo Mameluco, en Castro del Río (Córdoba). Recordábamos el origen de la palabra meme: acuñada por Richard Dawkins en 1976, dentro del libro El gen egoísta. Ya lo había olvidado, pero meme empezó siendo esa parte de la cultura que se replica a través del discurso, de una persona a otra y de una cultura a otra. Ahora mismo, sus hijos y sus nietos saben lo que es un meme, pero no lo que significaba, en un principio, la palabra meme. Le hablarán de esas fotos y vídeos que nos enviamos los unos a los otros y que identifican situaciones cómicas recurrentes. Le dirán: “Te he enviado un meme”. “Te he enviado un reenvío”. “Te he reenviado una cosa que se le ocurrió a otro”.

Por la mañana revisamos las imágenes de los Juegos para entender por qué “cutre” era trending topic. Por qué Francia era la chirigota mundial el sábado. Ojipláticos, vimos aquello. ¿Sería posible que el enemigo de Vidocq (al menos en la ficción de Pitof) portase la antorcha olímpica? ¿Estaban unos modernos de Micolor replicando aquel anuncio de perfume de los noventa —uno no especialmente bueno— en una biblioteca? ¿Había realmente una Última Cena de drag queens como si esto fuera el Gula Gula en 1994? ¿Había una recreación del asteroide del Principito sobre el Sena para interpretar Imagine como representación de los valores olímpicos (sic)? ¿María Antonieta cantando con la cabeza en la mano y serpentinas representando el Terror jacobino? ¿Raperos sobre el agua? ¿El portador de la antorcha se ha convertido en el Bosé de El caballero del dragón? ¿De verdad acaba esto con una imitación de la escena inicial de Climax, de Gaspar Noé? ¿Es eso un mongolfiere, o un Clío en llamas? ¿Qué ven mis ojos, una naumaquia o una murga gaditana?

No me puedo creer que sean las azoteas que recorrieron (ficticiamente) Fantômas, Judex, Musidora, Adèle Blanc-Sec. No me puedo creer que sea el metro que hizo crecer a Zazie. Que sea el mismo Pont Neuf donde los hijos del amour fou bailaron bajo la luz de los fuegos artificiales. El Samaritaine donde Kylie Minogue cantó en la soledad de los grandes almacenes. No puede ser este París el mismo de L’Atlante, Alphaville, Frenético. No es el París de Hugo, Rimbaud, Verne. Ni el de Apollinaire, Picasso, Kiki. Tampoco el de Dior, Saint-Laurent. Ni siquiera es el París de Ratatouille. Este París, el de las Olimpiadas, es, como mucho, el de la Emily de las narices. El de las fotos del insta. Los Juegos Olímpicos, que son el mejor acto de propaganda internacional, le van a explotar a los franceses en la cara. Esta inauguración ha sido la demostración de que París no es la capital de la cultura. La inauguración de los Juegos Olímpicos ha sido un chiste. Es decir, un meme.

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