‘First Dates Hotel’: distinto escenario, los mismos “prototipos”

El programa de Sobera me hace sentir como Margaret Mead en la Samoa Americana, es una de esas piedras Rosetta que la televisión nos ofrece para descifrar la humanidad. Ocho años viéndolo y todavía me deja perpleja

Una imagen promocional de 'First Dates Hotel'.

Mis pocas dudas ante First Dates Hotel se desvanecieron en cuanto escuché “estoy buena, no necesito ser maja ni inteligente”. Lo soltó Anya,”creadora de contenido especializada en educación sexual”, su cita era masajista erótico, en First Dates siempre descubres profesiones fascinantes. Habrán ido 4.000 influencers, pero no recuerdo ni un solo tornero fresador. Por el estreno del spin off hotelero pasó también una autodenominada electrochoni a la que emparejaron con un muchacho que ...

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Mis pocas dudas ante First Dates Hotel se desvanecieron en cuanto escuché “estoy buena, no necesito ser maja ni inteligente”. Lo soltó Anya,”creadora de contenido especializada en educación sexual”, su cita era masajista erótico, en First Dates siempre descubres profesiones fascinantes. Habrán ido 4.000 influencers, pero no recuerdo ni un solo tornero fresador. Por el estreno del spin off hotelero pasó también una autodenominada electrochoni a la que emparejaron con un muchacho que llegó con el vestuario completo de Alfonso XIII en el trolley y todas las papeletas para acabar en Maestros de la costura.

También participó Teresa, una de esas personas que viven en la frontera entre ser sinceras y maleducadas, un territorio más peligroso que Sentinel del Norte. Buscaba un hombre joven porque los de su edad no le gustan, quería que se pareciese a Harrison Ford o a Clint Eastwood porque Teresa podría abastecer de autoestima a un país mediano. No faltó el inevitable italiano descamisado que más que una cita busca un pasaje al reality de turno. Para apuntalar el cliché, este da clases de yoga y se ha descubierto a sí mismo en la India. La India debería de pagar un porcentaje al resto del mundo por las turras que tenemos que aguantar a los que vuelven de allí renacidos, ahí lo dejo, ministro Albares.

A mí First Dates me hace sentir como Margaret Mead en la Samoa Americana, es una de esas piedras Rosetta que la televisión nos ofrece para descifrar la humanidad. Ocho años viéndolo y todavía me dejan perpleja los que detallan sus gustos sexuales como si no los estuvieran viendo un millón de personas y al día siguiente tuviesen que fichar en el trabajo; también las mujeres que se jactan de su modernidad, pero tuercen el morro cuando su cita no invita, o las que suspiran por un “malote”, jamás por un “buenote”. Si ve First Dates una semana entenderá por qué hay tantos gabinetes psicológicos y le parecerán hasta pocos. En esta versión, que es igual, pero en Telecinco y con camas y jacuzzi, porque en Mediaset cualquier día le instalan un jacuzzi hasta a Franganillo, también está al frente Carlos Sobera, la persona que mejor escucha sandeces sin inmutarse de la televisión. Dicen que la gran guerra televisiva del otoño va a ser entre Broncano, Latre y Motos; a mí que no me busquen en esas trincheras, a la hora de la cena tengo claro que en restaurante, barco u hotel, First Dates es mi prototipo.

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