¿Para qué sirve una radiotelevisión pública?

La cuestión no es el contrato de Broncano ni quién tiene razón en el consejo ni qué sesgo ideológico nos convence más. Urge un debate sobre qué queremos los españoles que sea RTVE

Sede de RTVE en Torrespaña, en Madrid.Carlos Rosillo

Una radiotelevisión pública es como un propósito de año nuevo: cada gobierno recién constituido se dice que esta vez sí, avui sí toca, al contrario de lo que decía Pujol. Comeremos sano, perderemos unos kilos, nos apuntaremos a un gimnasio, cambiaremos los gintonics por refrescos, nos acostaremos más pronto y no discutiremos con tuiteros. Todo eso resplandece cada primero de enero, pero antes de que acabe el invierno renunciamos a los empeños de mejora: encadenamos un par de resacas, miramos con vergüenza el carné de socio de ese gimnasio que solo pisamos una vez y nos enzarzamos...

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Una radiotelevisión pública es como un propósito de año nuevo: cada gobierno recién constituido se dice que esta vez sí, avui sí toca, al contrario de lo que decía Pujol. Comeremos sano, perderemos unos kilos, nos apuntaremos a un gimnasio, cambiaremos los gintonics por refrescos, nos acostaremos más pronto y no discutiremos con tuiteros. Todo eso resplandece cada primero de enero, pero antes de que acabe el invierno renunciamos a los empeños de mejora: encadenamos un par de resacas, miramos con vergüenza el carné de socio de ese gimnasio que solo pisamos una vez y nos enzarzamos en un cruce de insultos con un tuitero anónimo que a lo mejor es un chaval de trece años.

Los gobiernos también se proponen al principio hacer de RTVE ese mascarón de servicio público que ilumine a la sociedad española con ideales de calidad, exquisitez, independencia, rigor, pluralidad y otros tantos sustantivos abstractos que se disuelven en los grumos de lo concreto. Suelen bastar un par de sesiones parlamentarias y media bronca para que las buenas intenciones se malogren. Ningún partido ha refrenado jamás la tentación de hacerse servir de la radiotelevisión pública para sus estrategias de propaganda.

Ni los ciudadanos que la sufragan ni los trabajadores que sacan adelante la programación e intentan honrar su misión de servicio público merecemos esta parálisis. La cuestión no es el contrato de Broncano ni quién tiene razón en el consejo ni qué sesgo ideológico nos convence más. Urge un debate sobre qué queremos los españoles que sea RTVE. Cuanto más se posponga, más difícil será desenredar el lío. Urge decidir si queremos una RTVE que compita con los grupos privados o que vaya a su aire, con una programación sin servidumbres comerciales que dé voz y espacio a todas aquellas voces y espacios que no son competitivos y no van a salir en otras pantallas. Urge decidir si queremos un comisariado político al frente de la línea editorial o una dirección independiente regida por criterios profesionales y blindada de injerencias políticas. Urge decidirlo porque la RTVE de ahora es una cosa y su contraria: conviven proyectos magníficos de divulgación cultural y de pluralidad con empeños de comercialismo banal. No hay un modelo definido con un consenso que respeten y asuman los gobiernos, y crear ese modelo es una tarea que trasciende la coyuntura y la pelea entre partidos. Urge el debate, y como es urgente, sospecho que nunca se dará.

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