‘Sugar’ escribe una carta de amor al ‘noir’, Hollywood y Los Ángeles

Colin Farrell protagoniza una serie que homenajea a clásicos del cine negro tanto en su temática como en su estética

Colin Farrell, en un momento del segundo episodio de 'Sugar'.

Cuando el espectador conoce a John Sugar, lo hace en blanco y negro. Está en Tokio y busca al hijo de un jefe de la yakuza, la peligrosa mafia japonesa. Poco después, con ese caso ya resuelto, en color y acompañado por la voz en off del propio protagonista, John Sugar aceptará un nuevo caso. Discretísimo, muy eficaz y especializado en la búsqueda de personas desaparecidas, ahora le contrata un legendario productor de Hollywood para buscar a su nieta.

Sugar (estreno el 5 de abril e...

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Cuando el espectador conoce a John Sugar, lo hace en blanco y negro. Está en Tokio y busca al hijo de un jefe de la yakuza, la peligrosa mafia japonesa. Poco después, con ese caso ya resuelto, en color y acompañado por la voz en off del propio protagonista, John Sugar aceptará un nuevo caso. Discretísimo, muy eficaz y especializado en la búsqueda de personas desaparecidas, ahora le contrata un legendario productor de Hollywood para buscar a su nieta.

Sugar (estreno el 5 de abril en Apple TV+ con sus dos primeros episodios) es, sin disimulo, una carta de amor al clásico género literario y cinematográfico de los detectives privados. Lo es en su personaje, la clase de hombre solitario, atormentado, misterioso y de pocas palabras que podrían haber interpretado Humphrey Bogart o Robert Mitchum y al que aquí da vida Colin Farrell. Lo es en su estética y en los movimientos y ángulos de la cámara, inspirados en el cine de los años cuarenta y cincuenta. Y lo hacen explícito los clips de clásicos como Retorno al pasado (1947), Historia de un detective (1944), El sueño eterno (1946), El halcón maltés (1941), El beso mortal (1955) o Los sobornados (1953) que interrumpen el discurrir de los capítulos.

Y por encima de todos, está Chinatown (1974), la película que Simon Kinberg, uno de los productores ejecutivos de Sugar, menciona como referente claro de la serie creada por Mark Protosevich y dirigida por el brasileño Fernando Meirelles. “Aunque el ADN y la genética del noir está en mucho de lo que vemos hoy en día y en las series de detectives que hay en la televisión, y dios sabe que hay cientos, y en muchas películas sobre crímenes, quería hacer algo que fuera una carta de amor a aquellas películas originales”, cuenta el productor en una entrevista por videollamada. “Ahora, o hay historias de detectives y policías, donde lo importante es el argumento, o giran a algo más interesante, para mí, que son los personajes y la emoción. La combinación de las dos cosas es rara de encontrar hoy. Como alguien que lleva mucho en esto, creo que ahora no tienes esa combinación de una historia con profundidad y un gran trabajo de personaje al mismo tiempo”, añade.

Kirby y Colin Farrell, en la serie 'Sugar'.

Sugar, además de homenajearlo, actualiza el género negro y el estereotipo del detective privado. “En las películas noir clásicas, el detective tiende a ser alguien confiable, capaz y no particularmente misterioso, un poco unidimensional. El personaje de Sugar es, en muchos sentidos, el mayor misterio de la serie. Es complejo, vulnerable y humano”, explica Kinberg. A ello ayudaron las aportaciones de Colin Farrell. El actor irlandés, también productor ejecutivo de esta ficción, ayudó a construir el personaje y a dar personalidad a la producción entera, según explica Kinberg. “Él ha aportado al personaje la fortaleza y el carisma de una estrella de cine, y al mismo tiempo, sientes que es un hombre herido, roto y vulnerable, inocente”, añade el productor, que también destaca la fortaleza de los personajes femeninos como otro elemento en el que la serie se diferencia del noir más clásico, donde las mujeres tendían a ser “o débiles o malvadas”. Además, la trama de la serie, situada en el presente, aborda temas como la adicción, la misoginia, la identidad sexual y racial, el acoso sexual y la trata de personas.

La carta de amor que escribe Sugar, con ocho capítulos que, a excepción del primero, apenas superan la media hora, tiene más destinatarios. Otro de ellos es el cine en general. Muchas de las localizaciones encierran referencias al Hollywood clásico. Por ejemplo, la gran mansión en la que vive el veterano productor que contrata a Sugar, Jonathan Siegel (interpretado por James Cromwell) fue residencia del productor de James Bond Albert Broccoli. El bar en el que Sugar conoce a Melanie, la madrastra de la chica que busca (interpretada por Amy Ryan), es en realidad el legendario Boardner’s, un pub que abrió las puertas en 1927 y que, entre otras muchas, ha aparecido en L.A. Confidential (1997).

Amy Ryan y colin Farrell, en la barra del Boardner's en el primer episodio de 'Sugar'.

El tercer destinatario de esta misiva es, precisamente, la ciudad de Los Ángeles. Al igual que títulos como Un largo adiós, Chinatown, Heat o, claro, L.A. Confidential, Sugar también explora una urbe que, en palabras de Simon Kinberg, es “un lugar fascinante, complejo y caótico”. “Vivo aquí y es un sitio de increíble oscuridad, increíble luz, bondad, maldad, corrupción, amabilidad… Por eso creo que Chinatown era una gran referencia para nosotros, porque muestra los puntos más altos de Los Ángeles y Hollywood, eso con lo que todo el mundo fantasea, y luego también la realidad de esa fantasía, que puede ser muy oscura, muy cruel, muy violenta y peligrosa”, reflexiona.

Grabar en Los Ángeles también fue, al mismo tiempo, el mayor reto para la producción. “Es muy poco común rodar en Los Ángeles, a pesar de que la gente de la industria vive aquí. Llevo en este negocio unos 25 años y solo he hecho otra cosa antes aquí, y fue mi primera película, Sr. y Sra. Smith. Es muy difícil cortar una calle en una ciudad donde todo el mundo conduce. Trabajar en localizaciones aquí es más difícil de lo que debería”.

Para Kinberg, también creador de la serie de Apple TV+ Invasión, las historias de detectives permiten dar orden y tener tranquilidad en el caos actual. “Nuestro mundo da miedo y es un caos, es complicado, y la verdad es difícil de encontrar porque las redes sociales y los nuevos medios e incluso nuestros líderes nos mienten. La idea del detective como faro de la verdad, alguien que puede encontrar la verdad, es un mundo donde todo es tan confuso, es reconfortante, y quizá ahora más que nunca porque el mundo es más caótico que nunca”.

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