Gomaespuma: “El humor no frivoliza el mensaje, lo que frivoliza el mensaje es la tontería”
Guillermo Fesser y Juan Luis Cano se reúnen 17 años después para un programa especial en el que traen de vuelta el espíritu humorístico de su dúo radiofónico
Hacía 17 años que no se ponían juntos ante los micrófonos como Gomaespuma. Juan Luis Cano (Madrid, 63 años) y Guillermo Fesser (Madrid, 63 años), el dúo que durante varias décadas combinó humor e información en la radio, con incursiones —muñecos mediante— en la televisión, se reunió para una grabación en un teatro en favor de la ...
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Hacía 17 años que no se ponían juntos ante los micrófonos como Gomaespuma. Juan Luis Cano (Madrid, 63 años) y Guillermo Fesser (Madrid, 63 años), el dúo que durante varias décadas combinó humor e información en la radio, con incursiones —muñecos mediante— en la televisión, se reunió para una grabación en un teatro en favor de la Fundación Gomaespuma, que promociona la cultura y la educación infantil entre los grupos sociales más desfavorecidos. En concreto, tratan de impulsar un programa de educación afectiva para los más pequeños. “Así los españoles del futuro estarán menos enfurruñados que nosotros”, dice Fesser. Ese especial, producido por The Mediapro Studio, está ahora disponible en Movistar Plus+ y en él repasan su historia y comentan la actualidad con invitados como José Andrés, Rozalén, José Mercé, Vicente del Bosque, Eva Navarro, Brianeitor y la vicepresidenta primera del Gobierno, Nadia Calviño. Cándida Villar, la particular crítica cinematográfica, que ahora tiene 92 años, comenta As Bestas en presencia del actor Luis Zahera. Incluso la reina Letizia, en el epílogo, se confiesa otra lechona de Gomaespuma, como se puede ver en el vídeo que acompaña la noticia.
Pregunta. ¿No se han planteado volver con un programa en vez de un especial?
Juan Luis Cano. Es muy difícil personal y profesionalmente. Primero, alguien tendría que querermos. Y hacer un programa diario sería absurdo porque no estamos ya en esas y porque físicamente es imposible con la distancia, horarios diferentes [Guillermo Fesser vive en Estados Unidos], sensibilidades sociales diferentes… Hacer un programa como Gomaespuma te exige estar aquí día a día.
Guillermo Fesser. Y luego, tenemos 63 años. La energía que requiere y que le poníamos a Gomaespuma ya no la tengo. Y la responsabilidad que tenía hacer Gomaespuma y que te oyera un millón de personas yo ya no la quiero.
J. L. C. Bueno, yo sí [risas]. No, nunca nos ha preocupado cuántos nos oían. Nosotros teníamos una máxima, que era hacer lo que nos gusta a nosotros o lo que nos gustaría escuchar a nosotros, y si a alguien le gusta de paso, pues mejor.
G. F. De hecho tardamos mucho en que nos dieran un programa. Nos daban un programa de humor o nos contrataban como periodistas, pero no lo juntaban. Me sentía como Jekyll y Hyde, por la noche era el tonto y por el día era el serio. El día en que Javier Pons, el director de M-80, nos dio la oportunidad de que juntáramos los dos mundos, ahí se produjo una explosión de luz y de color.
P. ¿Por qué fue tan complicado unir información y humor?
J. L. C. Hay una tradición de pensamiento en este país que es creer que el humor frivoliza el mensaje. Y no es cierto, lo que frivoliza el mensaje es la tontería y la falta de criterio. Pero si utilizas el humor con sentido común y con cierta inteligencia, no frivolizas, sino que te permite llegar a sitios donde de otra manera no podrías llegar.
P. ¿Ha cambiado mucho la radio desde entonces?
J. L. C. La radio se ha convertido en un medio donde la gente solo habla. Ha perdido el sentido del espectáculo, y la radio surgió como un medio donde el espectáculo era fundamental, se empezó haciendo en teatros. Y está perdiendo jugar con la imaginación. Eso Gomaespuma lo tenía, podíamos hacer una conexión falsa debajo del agua desde el estudio y que la gente creyera que estabas debajo del agua hablando con un buzo. [Juan Carlos] Ortega es el único que lo mantiene.
P. ¿Y eso por qué ocurre? ¿Somos más aburridos?
G. F. Bueno, Alsina sí hace montajes radiofónicos
J. L. C. Sí, pero no es lo usual. Lo normal es que la gente hable y opine, y hay entrevistas. Es igual que en el 99% de los podcasts, que todo el mundo hace podcasts ahora… Todo son entrevistas, porque es lo fácil. Pero entrevistar también es jodido. Tener harina, agua y sal no te hace panadero.
G. F. También quizás porque los profesionales de la radio han perdido la confianza en el medio. Cuando nosotros estábamos en la radio, mucha gente nos preguntaba cuándo íbamos a saltar a la televisión. Pero es que no queríamos la televisión, queríamos hacer cada vez mejor radio. Ahora todo el mundo quiere tener una cámara para que se le vea en directo en internet o salir en Tik Tok. No digo si eso está bien o mal, pero cuando pierdes la confianza en la radio, flojea. El día que la gente que hace radio se crea que lo importante es la radio, será mejor. Y te aseguro que cualquier cosa que es buena tiene siempre público, porque no hay tantas cosas buenas en el mundo.
P. En el especial dicen que ahora ustedes son “famosos anónimos”. Preguntan a universitarios y queda claro que no saben quiénes son. A quienes no les conoce o no están seguros de quiénes son, ¿quién les contamos que es Gomaespuma?
J. L. C. Una gente que empezó a hacer radio siendo muy lechones y sin querer creó una forma de hacer radio que no existía. Y se empeñaron en que la gente se enterara de las cosas y fuera un poquito más feliz.
G. F. Que usan el humor como vehículo y no como destino. Hasta entonces el objetivo era que se rieran. Aquí el objetivo es que se enteren de lo que está pasando en Gaza, pero no hace falta que estemos enfurruñados por eso.
P. Gomaespuma es casi una actitud vital...
J. L. C. Es tener una cierta sensibilidad con todo lo que sucede, no solo lo que sucede en el mundo, sino también en tu día a día. Es una manera de andar por la vida. Hemos ido con los ojos y las orejas muy abiertos por la vida. Y nunca hemos dejado de ser unos chavales normales y corrientes del barrio o de la facultad, seguimos siendo los mismos.
P. Hay quienes echan de menos los chistes de homosexuales y enanos. ¿Ustedes echan de menos otros tiempos del humor?
J. L. C. En absoluto, hemos evolucionado con la sociedad en la medida de lo posible y de nuestra cabeza, y ahora yo no haría chistes sobre un negro o sobre una mujer en plan despectivo como se podía hacer antes.
G. F. No sería tener sentido del humor, el humor se hace de las cosas que tienen gracia, y si no tiene gracia no eres humorista, eres un tío enfurruñado.
J. L. C. La sociedad ha evolucionado y nosotros con la sociedad. Nos preguntan de vez en cuando eso de dónde están los límites del humor. Los límites del humor están en el sentido común de quien lo hace.
G. F. O en la intención. Si tu intención es que la gente lo pase bien, eso es humor. Si es hacer daño o burlarte de alguien…
J. L. C. No creo que alguien que haga un chiste de un negro quiera hacer daño al negro, es que es tonto. ¿Es humor? Sí, pero es humor de un tonto.
P. ¿Cuál es el estado de la comedia en España?
G. F. Malo, porque para hacer humor tienes que escuchar, y como aquí no se escucha nadie…
J. L. C. No, hay gente que hace humor estupendo. Yo echo de menos la variedad. En España somos de arrancada de caballo y parada de burro. El humor profesional ahora parece que solo son los monologuistas, hay 100 millones de monologuistas, y antes había otros tipos de humor, gente que hacía sketches, imitaciones...
P. Con la actualidad tal y como está, ¿los humoristas lo tienen más fácil o se les complica su trabajo porque la realidad les supera?
J. L. C. Depende del tipo de humor. Las épocas de represión daban un caldo de cultivo muy bueno. Cuando el ingenio tiene que estrujarse para buscar una salida salen cosas geniales. Es más difícil crear en libertad que en represión.
G. F. Pero yo prefiero que haya libertad a que haya buenos humoristas. Los cuatro años de Trump fue un boom del humor en EE UU, programas como el de Colbert no habrían tenido aquellas audiencias en absoluto. De hecho desde que no está él, ha bajado la audiencia, porque es más fácil hacer chistes sobre un señor naranja que sobre un señor normal. Pero compensa que sea más difícil hacer humor y que los de arriba estén más relajados.
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