‘Sálvame’ y la libertad
En el 14º aniversario de ‘Sálvame’, el cerebro del programa, Óscar Cornejo, defiende un formato sujeto durante años a grandes polémicas, la última con la Operación Deluxe. Tan influyente en el desarrollo de la televisión como cuestionado, en este tiempo se ha reinventado varias veces para seguir atrapando a una audiencia masiva
Sálvame cumple 14 años y ya es el magacín de tarde más longevo de la televisión. Nacimos en plena crisis, en 2009, el año en el que por primera vez en la historia de nuestro país hubo deflación, preludio de una gran recesión.
Y ahí llegamos nosotros, hijos de la crisis, con ganas de llenar de ilusión los hogares de un país que se desmoronaba, con un nombre que era un presagio y un grito de esperanza, Sálvame, con una sintonía que cantaba “la situación es terrible, necesito huir”, y con unos colaboradores a ...
Sálvame cumple 14 años y ya es el magacín de tarde más longevo de la televisión. Nacimos en plena crisis, en 2009, el año en el que por primera vez en la historia de nuestro país hubo deflación, preludio de una gran recesión.
Y ahí llegamos nosotros, hijos de la crisis, con ganas de llenar de ilusión los hogares de un país que se desmoronaba, con un nombre que era un presagio y un grito de esperanza, Sálvame, con una sintonía que cantaba “la situación es terrible, necesito huir”, y con unos colaboradores a los que Jorge Javier definió en su primer día como lo mejor de lo peor.
Éramos todos náufragos en aquella España que parecía que se iba al garete. Y nuestra declaración de intenciones, “reír en el desastre”, conectó con la sociedad. Fuimos la orquesta del Titanic, nos hundíamos, pero nosotros no parábamos de tocar. Y aquí seguimos, 14 años después, tocando sobre un barco que sigue navegando, con la brújula más afinada que nunca. No hay icebergs a la vista.
La crisis nos unió a una audiencia a la que ofrecimos compañía durante cuatro horas cada día. Una relación que comenzó por una necesidad y que no tardó en transformarse en una amistad para toda la vida. Ese vínculo se convirtió en algo tan sólido que ambos seguimos yendo de la mano sin hacernos demasiadas preguntas. Por eso Sálvame es un compendio de personas de diferentes colores de piel, ideología, creencia y clase social. Una radiografía casi perfecta de los españoles.
Probablemente, el gran secreto para acompañar a millones de españoles durante más de una década haya sido ser uno más de ellos, emocionarnos con lo mismo, celebrar las cosas juntos y llorar abrazados cuando se vive un momento doloroso.
Cuando nos dejó Mila Ximénez, nos dejó a todos, a nosotros y a los espectadores que sintieron que se les iba para siempre una amiga. Cuando Karmele estuvo a punto de ir a Eurovisión toda España estaba deseando verla en la final (un pucherazo lo impidió). O cuando la gran artista Ouka Leele inmortalizó a los colaboradores en el Olimpo de los Dioses, la audiencia y nosotros nos sentimos validados cuando dijo aquello de: “Las personas que forman Sálvame cubren algo en los espectadores que debe serles necesario. Empatizan con ellos y alivian sus penas. Forman parte de nuestras familias. Si me los encontrase en una boda, les saludaría como si fuesen parientes”.
La tele es compañía, pero Sálvame es mucho más que un compañero, Sálvame es familia.
Durante el confinamiento, el programa se convirtió en un bote salvavidas en mitad de la marea. Ni nosotros pudimos asumir emocionalmente todo lo que estaba pasando. No lo pensamos, simplemente nos dejamos llevar por esa comunión con la audiencia para darles fuerza.
Y así Sálvame fue mutando para convertirse en una manera de vivir y de sentir. Ya no es solo un programa de televisión, Sálvame un estado de ánimo. Es casi una religión. Es el síndrome de Stendhal llevado a la televisión. Esa sensación de pertenencia, de embobamiento ante algo que sublima tu raciocinio. Algo que te atrapa y te nutre. Una especie de comunión. Eso es Sálvame. Una comunidad y un sentimiento.
Esa especial relación con nuestros espectadores nos ha permitido liderar casi ininterrumpidamente durante 14 años. Y el liderazgo te da una libertad inmensa.
La tele es compañía, pero ‘Sálvame’ es mucho más que un compañero, ‘Sálvame’ es familia.
Libertad para ser uno mismo digan lo que digan de ti. Libertad para innovar formalmente sin quedarse en la parte “bonita” de la tele de maquillaje y platós perfectos. Libertad para ser el altavoz de realidades que no tienen espacio en otros programas. Sálvame está hecho por hombres y mujeres de verdad, que cumplen años, que engordan, que adelgazan, que tienen complejos y que los comparten públicamente. Porque lo que se siente marca la vida y marca Sálvame. Libertad para equivocarse y para pedir perdón, para dar segundas oportunidades. Libertad para reírse de uno mismo y darle la vuelta a la vida. Libertad para ser gamberros y no seguir las normas que, por qué no, a veces alguien tiene que poner en entredicho. Porque así se evoluciona. Sálvame es libertad.
Y así, un programa que empezó como todos, con un presentador, un guion y un plató, se convirtió enseguida en un gran contendor de plastilina a la que la audiencia daba forma. Por eso Sálvame ya no es de los que lo hacemos, ni tampoco de un canal de televisión, Sálvame es de los espectadores. Es patrimonio cultural y social de este país. ¡Si hasta tenemos un vocabulario propio que la gente usa en su vida cotidiana!
Y tiene mucho mérito si tenemos en cuenta las continuas campañas de difamación sufridas. Eso daría para otro artículo porque el desprestigio ha sido y es tan grave que se ha llegado a acusar a algunos de los colaboradores de tener fuentes en la policía, como si eso fuese un delito. Como si los periodistas serios no quedasen a comer con Villarejos y la cúpula policial española. Y a pesar de esa cantidad de basura que nos tiraron encima, continuamos siendo el programa de la gente. Cuenta la leyenda que no hay un solo español que no haya visto Sálvame.
Vivimos este decimocuarto aniversario orgullosos, emocionados y con ganas de seguir evolucionando con la sociedad. Amamos la tele, amamos divertir y acompañar a nuestros espectadores. Nos une un sentimiento, la pasión, un hilo invisible que nos hace estar pendientes los unos de los otros.
Puedes seguir EL PAÍS TELEVISIÓN en Twitter o apuntarte aquí para recibir nuestra newsletter semanal.