Muchas risas en el Parlamento Europeo con ‘Parliament’

La serie satiriza la burocracia de la Cámara común y adquiere nuevo vigor en pleno ‘Qatargate’

Lucas Englander y Xavier Lacaille, en la segunda temporada de 'Parliament'.Vídeo: EPV

El Parlamento Europeo no ha necesitado una serie que ridiculizara su funcionamiento, ya que el escándalo de corrupción que ha estallado en su seno está tumbando de sobra su prestigio de forma demoledora. Pero la tiene. La serie Parliament, cuyas dos temporadas están disponibles en Filmin, emerge con más fuerza aún a la luz de lo ocurrido en Bruselas, donde una vicepresidenta de la Cámara y otros altos o exaltos cargos ...

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El Parlamento Europeo no ha necesitado una serie que ridiculizara su funcionamiento, ya que el escándalo de corrupción que ha estallado en su seno está tumbando de sobra su prestigio de forma demoledora. Pero la tiene. La serie Parliament, cuyas dos temporadas están disponibles en Filmin, emerge con más fuerza aún a la luz de lo ocurrido en Bruselas, donde una vicepresidenta de la Cámara y otros altos o exaltos cargos han sido detenidos por coleccionar sacos de dinero para (supuestamente) mejorar la imagen de Qatar.

Hay de todo en esta serie y todo en ella encaja asombrosamente bien con la realidad que se ha puesto al descubierto al conocerse el escándalo. O incluso se queda corto. Tenemos una vicepresidenta del Parlamento in pectore como la que ha sido detenida; tenemos asistentes a diputados que son unos listillos; tenemos eurodiputados que miran más por su interés que por el del común. Tenemos culebrón, amoríos. Tenemos picaresca. Y al menos, a diferencia de la realidad, aquí tenemos humor.

El protagonista, Samy, y otro asistente de un diputado inventan un juego de mesa al modo del Cluedo para seleccionar a los mejores candidatos a altos cargos. Y las preguntas que se hacen para ir encajando y descartando perfiles son de risa: más allá de los equilibrios que hay que guardar entre países del norte y del sur, del este y del oeste, entre grandes y pequeños, de izquierdas o de derechas, empiezan a contar otros factores como: ¿Tiene gafas? Eso puntúa bien porque transmite responsabilidad. ¿Es eficaz? Eso puntúa fatal, porque si pones a los más competentes al frente, ¿quién demonios va a ocuparse del trabajo de verdad?

Y esto es mejor que no lo lea Borrell, porque es así como el presidente del Parlamento acaba siendo el mayor inútil del elenco, Michel, uno de los protagonistas, que ya brilló por su ausencia del planeta de la inteligencia en la primera temporada. Elegido por exclusión, el lelo Michel queda al frente de un engranaje en el que quien manda en realidad es su jefe de gabinete, por supuesto alemán. Es este quien cortará el bacalao mientras el presidente en cuestión se entretendrá con las corbatas, sus ensoñaciones y con el retrato oficial.

Xavier Lacaille, Georgia Scalliet y William Nadylam, en la segunda temporada de 'Parliament'.

Es Parliament una serie de humor para reírse de nosotros, de Europa y, sobre todo, del entramado burocrático que se ha alzado para organizar la convivencia de los 27 Estados miembros. No hay Qatargate en Parliament, pero sí el ambiente abonado para que los lobbies, los visitantes extraños, los ingleses despistados tras el Brexit y otros miembros de la fauna que compone el mercado de la influencia que son Bruselas y Estrasburgo se paseen como Pedro por su casa en los despachos mientras los eurodiputados despistados buscan su lugar.

¿Que faltan ideas? Es lo de menos. Lo importante es venderse como si uno las tuviera. ¿Que no hay proyecto? Tampoco importa. El asistente sabrá consultar a tiempo el móvil para improvisar un nuevo “Blue Deal” de los océanos que dejará pequeño el “Green Deal”. ¿Que no se te ocurre una idea? No importa: asumirás como propia la que ha dicho el becario. ¿Que no sabemos quién manda en realidad? Miraremos al alemán. Todo sale adelante en el Parliament de esta serie porque el engranaje funciona. Incluidos los clichés.

— ¿Y ese qué quiere sacar de todo esto?—, pregunta uno de los asistentes al otro para informarse sobre ese jefe de gabinete.

— Poder.

— ¿Para qué?

— Para nada en especial. Simplemente es alemán.

Así es como confirmamos que los alemanes mandan y gritan, que los polacos quieren cambiarlo todo y no saben cómo hacerlo, que los franceses suelen estar alelados y que los ingleses saben hablar del tiempo durante largas horas, y eso que allí siempre llueve. Es una coproducción de Bélgica, Francia y Alemania y hay para todos.

“Todos los diputados son psicópatas o imbéciles”, dice el asistente Samy a una eurodiputada sin saber que lo es. Ella ha venido a cambiar Europa, dice, pero al final, con suerte, tal vez solo pueda aspirar a salvar las aletas de tiburón de su mutilación.

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