Cómo ‘Amar es para siempre’ se convirtió en un icono televisivo
La serie diaria llega a los 2.500 episodios en Antena 3. Con sus años en La 1, ya es la ficción española con más capítulos
Ya van 2.499 tardes en compañía de los asturianos en Amar es para siempre. Este lunes serán 2.500. Pero si se suman las tardes de Amar en tiempos revueltos, antes de que la serie saltara de La 1 a Antena 3, ya son más de 4.200 las jornadas en compañía de Manolita, Marcelino y Pelayo. Ellos y el bar que regentan, El Asturiano, son el alma de Amar, un título que ha trascendido su categoría...
Ya van 2.499 tardes en compañía de los asturianos en Amar es para siempre. Este lunes serán 2.500. Pero si se suman las tardes de Amar en tiempos revueltos, antes de que la serie saltara de La 1 a Antena 3, ya son más de 4.200 las jornadas en compañía de Manolita, Marcelino y Pelayo. Ellos y el bar que regentan, El Asturiano, son el alma de Amar, un título que ha trascendido su categoría de serie diaria para convertirse en una marca, casi una institución, todo un icono televisivo. “Ya es una tradición como la siesta”, resume Itziar Miranda. Cuando comenzó en 2005, la trama se situaba en 1936. Ahora, 17 años después, el argumento ya transcurre por 1981. Entre tanto, ha repasado 45 años de historia de España a través de unos personajes que ya son parte de la familia para sus espectadores.
“Esta serie es el regalo de nuestra vida”, dice Itziar Miranda, mitad vestida de Manolita, mitad de Itziar, sentada en el sofá de un camerino que ya ha convertido en su segundo hogar. Aunque ella lo diga con ironía, es una de las estrellas de la serie junto a Manu Baqueiro (Marcelino) y José Antonio Sayagués (Pelayo). “Cuando empezamos, nadie hablaba de esa España, de las dos, tres o cuatro españas que hay. Es una serie transversal a nivel ideológico”, continúa Miranda en una pausa del rodaje a principios de octubre.
Tanto tiempo trabajando juntos ha conseguido que Amar haya formado una familia detrás de sus cámaras. Lo repite el equipo técnico y creativo y se nota cuando se pasea entre los decorados y los diferentes departamentos de la serie en un plató que limita desde hace poco con otro de los clásicos de la televisión española actual, La que se avecina. “Tengo un hijo de treinta y tantos años y alguna vez le he dicho, ‘a ver, Marcelino”, dice José Antonio Sayagués. “Aquí hemos pasado juntos nacimientos, muertes, momentos duros y muy difíciles donde nos hemos apoyado, nos hemos entendido, hemos llorado”, añade.
La producción de Diagonal ya es la serie española con más capítulos de la historia si se suman sus dos etapas (la vasca Goenkale, con 21 temporadas entre 1994 y 2015, terminó con 3.707 episodios). Eso en una diaria, donde se graba a un ritmo de algo más de un episodio por día, solo se logra cuando todo funciona como un reloj de precisión y convirtiendo la rutina en la mejor de las virtudes, como explica Eduardo Casanova, director de esta ficción desde su primera temporada. “Las rutinas te permiten tener un orden y una serie de estas características tiene que ser algo muy ordenado”, dice el también productor ejecutivo. Esa rutina obliga a los actores a levantarse cada día poco después de las cinco de la mañana, como describe José Antonio Sayagués: “Me levanto a las 5.15, como los panaderos. Me ducho, desayuno muy potente, me recogen a las 6.45 o así y ya estoy fresco como si fuera las 10 de la mañana. Llegas, te cambias, te pones el traje de torero, te maquillan, subes, repasas un poco, esperas a bajar, ensayas, grabas y a las 17.30, a casa”. “Tenemos un horario que no tiene ninguna otra producción. Yo sé que a las cinco y media salgo todos los días, y para nuestra profesión, que todo es caótico e intermitente, tener una rutina es un placer. La incertidumbre es algo terrible y que crea mucho miedo y estrés. Además, a mí me encanta madrugar, levantarte a las cinco de la mañana, estar sola, nadie te molesta…”, completa Miranda.
Más ritmo narrativo
En estos 17 años, la serie se ha ido amoldando a los cambios que se han producido en el panorama audiovisual. “Cuando empezamos en 2005, las biblias [documento previo a la escritura del guion que recoge toda la información básica para su desarrollo] las hacíamos para toda una temporada. Desde hace varios años, decidimos hacerlas por cuatrimestres. Nos dimos cuenta de que el ritmo narrativo y la cultura audiovisual de la gente ha cambiado muchísimo y el espectador exigía más ritmo y más fuegos artificiales, y una biblia de todo un año te hacía avanzar con lentitud y ser esclavo de lo que habías escrito un año antes”, explica Casanova, que también señala otros cambios como más exteriores (en esta temporada se han cuadruplicado los rodajes fuera del plató) para ganar en atractivo.
Gran parte del peso de que la serie siga viva tantos años después recae en sus guionistas. Un total de 17 personas, divididas en dos equipos, son los encargados de escribir las historias y diálogos de Amar es para siempre. Siete trabajan en la estructura y argumento, con Beatriz Duque como coordinadora, y otras siete escriben los diálogos, coordinados por Ángel Agudo. Verónica Viñé, directora argumental y en la serie desde 2014, se encarga de supervisar todo y ayudar donde haga falta. Tres de las guionistas, Julia Altares, Mercedes Cruz y Macu Tejera, llevan desde Amar en tiempos revueltos, y Viñé las describe como “la memoria histórica de la serie, nuestras golden ladies, son las que nos han traído hasta aquí”. Viñé explica cómo han adaptado el guion a los nuevos tiempos. “Antes había menos tramas, pasaban menos cosas. Ahora el público pide que pasen cosas nuevas todo el rato porque si no la gente se aburre, es como va el mundo ahora”. Para ello, incluyen más personajes episódicos —que aparecen en uno o pocos capítulos solo— y más tramas que se resuelven en pocos episodios para aligerar la historia.
El equipo de guion no es el único que ha crecido con el tiempo. También ha aumentado el personal que trabaja en otros departamentos por las necesidades de la serie. Pero buena parte del mismo se mantiene desde el comienzo. “Como han sido años complicados en la profesión y hacía mucho frío fuera, la gente no se movía, era un valor seguro”, explica Casanova. “Y luego, hemos crecido en edad. Yo he tenido dos hijas aquí”, dice Itziar Miranda. “Hace tiempo que decíamos de reunir en un libro los hijos de Amar”, recuerda de repente el director sobre un proyecto que quedó sin rematar. “Cuando empezamos éramos solteros y jóvenes. Mis hijas le llaman a él ‘el abuelo de la tele”, dice Miranda señalando a Sayagués.
¿Podría sobrevivir Amar sin los asturianos? “No sería Amar”, dice Viñé. “La esencia de la serie es esta pequeña familia a la que llevamos apegados 17 años. Nos interesa muchísimo lo que les pase, por eso cada temporada intentamos sacar todos los hijos. Este año con Ciriaco no nos quedan más, pero sacaremos a los nietos”, dice la guionista. “Yo siento que hago una serie nueva cada año. Se llama de la misma manera, porque Amar es una marca de la que podemos presumir y los asturianos son su logo, pero cada año arranco una serie nueva, con un nuevo elenco, estoy tres meses haciendo casting a lo más granado de la profesión, construimos decorados, tramas… Y todo con el privilegio de tener el mismo equipo técnico, los inconvenientes de un arranque no los tenemos”, relata Casanova. Desde su paso a Antena 3, ya han pasado por esta producción más de 1.500 actores y 27.000 figurantes, se han construido 285 decorados y se han grabado 37.500 secuencias para más de 150.000 minutos de emisión. Del tirón que sigue teniendo dan cuenta sus datos de audiencia: en lo que va de año promedia un 12,3% de cuota de pantalla, en torno a 1,2 millones de espectadores diarios.
¿Y los actores, no se han agotado ya de Manolita y Pelayo? “Mi personaje me ha comido vivo, muchas cosas que digo o hago parece que están en el personaje. Me ha enriquecido, en el trabajo y vitalmente, me mantiene vivo y joven. Soy mejor persona gracias a él”, dice Sayagués. “Cuando yo empezaba en esta profesión y me preguntaban qué personaje de mujer me gustaría interpretar, yo me iba a La heredera, de Olivia de Havilland, o cosas así. Ahora diría sin duda que Manolita, que nadie me lo quite”, prosigue Itziar Miranda. “Una vez tuve una pesadilla, alguien hacía de Manolita por mí, y me mosqueaba un montón. Uf, qué horror”.
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