Locomía no abrió armarios, los cerró más fuerte
Si aquellos cuatro tipos que vivían de mover abanicos en Ibiza tenían que ocultar su sexualidad, ¿qué nos quedaba a los maricas y bolleras adolescentes que ni siquiera sabíamos si íbamos a salir alguna vez de nuestro pueblo?
Hay dos cosas que me chirrían en el entretenidísimo documental sobre Locomía de Jorge Laplace. La primera, la insistencia en su supuesta modernidad cuando musicalmente resultaban horteras y estéticamente estaban superados. En la TVE ochentera, quién la pillara ahora, cualquier noche te podías encontrar el cutrelux de Paco Clavel o a Divine en ...
Hay dos cosas que me chirrían en el entretenidísimo documental sobre Locomía de Jorge Laplace. La primera, la insistencia en su supuesta modernidad cuando musicalmente resultaban horteras y estéticamente estaban superados. En la TVE ochentera, quién la pillara ahora, cualquier noche te podías encontrar el cutrelux de Paco Clavel o a Divine en La edad de oro. La España de a pie sería carca, pero el umbral de la modernidad televisiva estaba altísimo.
La segunda, que se les agradezca abrir armarios a quienes aceptaron por contrato quedarse dentro. Si tipos que vivían de mover abanicos en Ibiza tenían que ocultar su sexualidad, ¿qué nos quedaba a los maricas y bolleras adolescentes que ni siquiera sabíamos si saldríamos alguna vez del pueblo? Su silencio estigmatizaba. Como el de todos aquellos “ambiguos” a los que el ojo de loca que no se equivoca había decodificado, pero Super Pop se afanaba en heterosexualizar. Lesbianas ni se intuían. Y todavía hay quien habla con nostalgia del pasado.
Yo siento nostalgia de lo no vivido. Ser adolescente hoy, a un click del tierno anuncio de compromiso de Beanie Feldstein y su novia. Siento nostalgia de haber crecido con referentes que no fuesen personajes de ficción con final trágico, pero los que podrían haberlo sido callaban o se inventaban noviazgos con vedettes. Paradójicamente, algunos de ellos hoy se yerguen como adalides de la causa y hasta dan pregones. ¿Ahora? Ahora es tarde, señora. Ahora que hasta Disney es inclusivo sus gritos hacen más estridente el silencio de ayer.
No todos callaron. Estaban Jordi Petit, Empar Pineda o Kim Pérez, pocos más y casi todos demasiado olvidados. No rebosaban glamour ni brilli-brilli, imagino que por eso nadie les dedica series ni documentales. Afortunadamente tampoco fueron ambiguos. A ver si alguna vez los focos apuntan a su persona.
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