‘Los secretos de Playboy’: la sofisticada red de abusos sexuales de “un monstruo” llamado Hugh Hefner
El canal Crimen + Investigación ha estrenado este domingo esta serie documental que construye con diligencia un juicio por capítulos al imperio que camufló el abuso sexual bajo una falsa premisa de liberación femenina
Libertad de expresión y sexual fueron dos de los mantras con los que Hugh Hefner, un adolescente poco hábil con el sexo opuesto, creó su exitoso personaje. Alexandra Dean dirige esta serie documental dividida en 10 capítulos, en donde destapa las vergüenzas de una elaborada campaña de marketing que la sociedad no supo cuestionar con suficiente firmeza.
Los secretos de Playboy (AMC Crime) se estructura a través de los articulados (y confirmados por algunos de los exempleados del magnate) testimonios de v...
Libertad de expresión y sexual fueron dos de los mantras con los que Hugh Hefner, un adolescente poco hábil con el sexo opuesto, creó su exitoso personaje. Alexandra Dean dirige esta serie documental dividida en 10 capítulos, en donde destapa las vergüenzas de una elaborada campaña de marketing que la sociedad no supo cuestionar con suficiente firmeza.
Los secretos de Playboy (AMC Crime) se estructura a través de los articulados (y confirmados por algunos de los exempleados del magnate) testimonios de varias de las mujeres, algunas de las cuales lo califican como “un monstruo”. Ellas sufrieron o fueron testigos de los abusos sexuales y psicológicos que sirvieron de base a todo un imperio empresarial. Comenzó con una revista que surgió en el momento idóneo, fusionando la represión machista de los años cincuenta con los cantos de liberación sexual de la década posterior. En poco tiempo impulsó exclusivos clubes nocturnos y resorts vacacionales donde la cultura de la violación parecía formar parte de la lista de comodidades ofrecida a su poderosa clientela masculina. Todo estaba creado a imagen y semejanza de lo que el propio Hefner disfrutaba en el interior de su conocido y publicitado hogar.
La primera en denunciar en la serie es Jennifer Saginor, hija del mejor amigo y médico personal de Hefner. Después de que sus padres se divorciaran cuando tenía seis años, se crio en esa mansión que entendía como un refugio familiar. La ahijada del empresario narra cómo fue desdibujándose ante sus ojos a la que consideraba una figura paterna. Le sucede en el relato Holly Madison, una joven a la que le costaba conectar con la gente por lo que ella define como un no diagnosticado caso de Asperger, que, a principios de la década de los 2000, deseó formar parte del harén Playboy inspirada por la fama de Jenny MCarthy, Pamela Anderson y Anna Nicole Smith. Hefner, que presumió durante buena parte de su vida ante el beneplácito de los medios de comunicación de tener media docena de novias al mismo tiempo, siempre mantenía a una de ellas en una posición privilegiada. Ella logró ese puesto muy poco después de llegar a la mansión y lo mantuvo durante siete años. En el documental detalla la hábil manipulación que el entonces setentón Hefner empleaba con las veinteañeras de las que se rodeaba, para anularlas, enfrentarlas e incluso clonarlas entre sí, imponiendo un idéntico rubio oxigenado en sus melenas.
Los recuerdos de Madison van en paralelo con los de Sandra Theodore, que ocupó ese mismo lugar más de 20 años antes. Y contrastan con los de los amigos de Hefner, que culpan a Madison de ser una víctima. La aparición en la serie de defensores del dueño de Playboy y de su estilo de vida es una decisión arriesgada pero efectiva; cuanto más cuestionan los testimonios de las mujeres que aparecen en ella más los refuerzan.
Aún más sórdida es la entrega que detalla la máquina de propaganda y desinformación de Hefner. El magnate tenía en plantilla a un “equipo de limpieza” encargado de borrar todos los escándalos en torno a las agresiones sufridas por sus conejitas, las camareras de sus exclusivos clubs nocturnos, a manos de su poderosa clientela masculina. Cuando la maquinaria del emporio descubría que algunas de ellas habían sido drogadas y violadas, y hasta secuestradas durante días, se encargaba de retirarlas del mundo, sin ofrecerles amparo legal ni sanitario, para que el escándalo no trascendiera y su imagen de marca no se devaluara. Los agresores, a menudo estrellas de la televisión o el cine, gozaban de total impunidad y las víctimas eran borradas del mapa, cuentan los testimonios de Los secretos de Playboy.
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