‘Starstruck’ o cómo Rose Matafeo ha resucitado la fe en la comedia romántica
La actriz, comediante y directora neozelandesa ha creado a sus 30 años una serie que da la vuelta al canon clásico y que lo mismo bebe de ‘Cuatro bodas y un funeral’ o ‘Love Actually’ que de las series dramáticas coreanas
Rose Matafeo tenía 26 años cuando tuvo una idea borracha de whisky en un avión. Dándole vueltas al suculento cotilleo de unas amigas y su noche salvaje con un famosísimo actor tras encontrárselo bebiendo solo en un pub de Londres, pensó: ¿Y si convertía esa anécdota en una comedia romántica? Cómo no iba a hacerlo así si llevaba media vida marcada por ese género. Desde los trece le obsesionaban esas películas. En su adolescencia veía cinco veces a la semana El diario de Bridget Jones y su repertorio como cómica de stand up se centraba en reírse de los clichés con los que había nut...
Rose Matafeo tenía 26 años cuando tuvo una idea borracha de whisky en un avión. Dándole vueltas al suculento cotilleo de unas amigas y su noche salvaje con un famosísimo actor tras encontrárselo bebiendo solo en un pub de Londres, pensó: ¿Y si convertía esa anécdota en una comedia romántica? Cómo no iba a hacerlo así si llevaba media vida marcada por ese género. Desde los trece le obsesionaban esas películas. En su adolescencia veía cinco veces a la semana El diario de Bridget Jones y su repertorio como cómica de stand up se centraba en reírse de los clichés con los que había nutrido su educación sentimental. Matafeo, hija de un ministro rastafari samoano y una medio croata-escocesa que nació en la cama de sus padres en Auckland (Nueva Zelanda) y se crio bajo ese credo paterno, llevaba por aquel entonces dos años en Londres. Se mudó para probar suerte con su carrera y afianzar su relación con el también cómico James Acaster, que vivía allí.
Lo primero sí surtió efecto: en 2018 ganó el premio a la mejor comedia del festival Fringe de Edimburgo. Lo consiguió con Horndog, un monólogo donde se preguntaba cómo sería su vida en una romcom (abreviatura de comedia romántica), partiendo de que en ese imaginario ella estaba destinada a ser la amiga rara y no la protagonista sexy pero patosa (“Soy étnicamente ambigua y tengo el pelo rizado. Soy la que dirá algo ingenioso y nunca más se sabrá de mí”, decía). Ese triunfo la encaminó hasta un contrato con la BBC para grabar Starstruck (un adjetivo que define a los obsesos con los famosos del cine), una serie que escribiría y protagonizaría sobre qué pasaría si el centro del relato lo tomase la avispada y excéntrica, esa que siempre estuvo condenada a quedarse al margen. Un proyecto que quedaba en casa, porque también incluía a sus dos compañeras de piso y amigas en la vida real: la cómica Alice Snedden ejercería de coguionista y la actriz Emma Sidi sería Kate, su mejor amiga en esa ficción.
Con un giro de tuerca que actualiza el punto de partida de Notting Hill (1991), Starstruck se centra en la historia de Jessie, una taquillera de cine que malvive en una casa compartida en Londres combinando varios trabajos y que, en el primer capítulo, pasa una noche de borrachera y sexo con un famoso que conoce bebiendo solo en una fiesta de Nochevieja.
En un mundo en el que prácticamente cualquiera puede ser una estrella en algún rincón de internet, aunque nunca se llegue a fin de mes, su ligue no será un influencer nicho cualquiera. Al despertar entenderá que se ha acostado con Tom Kappor (interpretado por Nikesh Patel), un célebre y millonario actor de blockbusters que conoce prácticamente todo el planeta. Aunque conectará con él al instante, no buscará ningún tipo de compromiso (en su móvil lo guardará como “Tom famoso”) y se lo irá encontrando, algunas veces de forma casual y otras no tanto, durante todo un año. Si la primera temporada revertía los códigos de la comedia romántica al plantear hasta qué punto la protagonista estaba dispuesta a apostar por una relación en la que él es el que quiere comprometerse de forma sincera y honesta, la segunda ahonda en qué pasaría después de los títulos de crédito, cuando se intuye un final feliz.
Subvertir los arquetipos
“A diferencia de otras series más ásperas sobre veinteañeras a la deriva como Girls o Podría destruirte, en las que las creadoras son también guionistas y protagonistas, Starstruck marca distancia con estos dramedias (combinación de drama y comedia) y se reivindica como una serie luminosa”, apunta la profesora y coordinadora del departamento de Film Studies de la ESCAC, María Adell. La académica asegura que la serie está empapada de los clichés y de los precedentes que definen el género, pero los subvierte, respetando plenamente su esencia. “Aquí los arquetipos están invertidos: la que es alérgica al compromiso, la que boicotea la relación y la que no se aclara es ella, pero a la vez respeta el tono general que siempre tiende al optimismo”, indica.
Sin apenas promoción en España y casi de tapadillo en el catálogo de HBO Max, en nuestro país Starstruck ha ido haciéndose grande con la mejor estrategia: a fuego lento y a través del boca a oreja, explotando en esta segunda temporada. “Creo que lo que distingue a Starstruck de romcoms más clásicas y lo que consigue es que la espectadora piense ‘podría ser yo, esto quizá sí que me podría pasar”, apunta Leticia Vila-Sanjuán, columnista en S Moda y experta en este género. No anda desencaminada. Sin responder a los cánones de belleza normativa (lo que vendría a ser estar en las antípodas de los cuerpos esculturales y perfectamente tonificados que vemos en otras series como Élite), Matafeo ha conectado con toda una generación de mujeres que consume ávidamente contenidos sobre treintañeras desastrosas y sin blanca, mujeres que buscan su lugar en el mundo sin ambicionar despachos acristalados o anillos de compromiso. Solteras satisfechas, pero inquietas, jóvenes que asumen su paso a la vida adulta sin querer renunciar a su identidad e independencia. Y eso es lo que, en esencia, plantea Starstruck. “Ni ella es demasiado buena para el mundo que la rodea, ni él es el hombre misterioso protector, lo que hace que todo encaje a la perfección”, apunta la comunicadora experta en cultura pop y rastreadora de tendencias digitales desde su newsletter With love from Taipei, Ainhoa Marzol, sobre el porqué del enganche generacional con la serie.
Secundarios brillantes
Otro de los tantos del show, que lo enmarca como heredero de la mejor romcom a lo Cuatro bodas y un funeral o Love Actually (con un homenaje brillante en la segunda temporada) es que, como recuerda la académica Adell, “si los protagonistas son magnéticos es porque se apoyan en personajes secundarios absolutamente brillantes”. Algo que también sostiene otra adicta del género, la artista Rocío Quillahuaman: “Una buena romcom hace que te enamores de los protagonistas y sus amigos, pero también te tiene que hacer reír. Las que se hacen ahora, en general, no son graciosas. Meten a gente guapa sin ningún carisma a decir las cosas menos divertidas que se han dicho jamás. Starstruck no solo es una comedia excelente, sino que, además, hace que te enamores de ellos y que quieras que sean tus amigos, como pasa con Cuatro bodas y un funeral, Cuando Harry conoció a Sally o Notting Hill”, apunta.
Mientras España sigue descubriendo el fenómeno sin poder parar de recomendarlo, en EE UU, Matafeo se ha convertido en la nueva jefa de la romcom. Ha pasado por el plató de los programas de medianoche de Stephen Colbert y de Seth Meyers. The New Yorker le ha dedicado un perfil y The New York Times investiga sus influencias para moldear el romance generacional (pista: lo suyo es una mezcla de Descalzos en el parque y los K-dramas, las series románticas coreanas).
“Toda la efervescencia, la luminosidad, la fe en los seres humanos y las relaciones está en Starstruck”, destaca Adell sobre una serie perfecta para animar y llenar el vacío de esos días sombríos en los que el mundo siempre parece dispuesto a ponerse más feo de lo que ya nos tiene acostumbrado. Una apuesta en la parrilla televisiva que resume a la perfección Ainhoa Marzol: “Al final, lo que sale es algo que no te cambia la vida, pero de la que acabas diciendo: ‘jo, ojalá más de estas’”.
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