Documentales para entender el mundo
‘Attica’, nominada al Oscar a mejor documental, narra de manera seca y descarnada el sangriento motín que hace 50 años dejó 43 cadáveres en el patio de la prisión neoyorquina
Hace tiempo que es en la categoría de mejor documental donde se pueden encontrar las propuestas más fascinantes entre las nominadas a los Oscar. En ese quinteto estuvo hace años The Act of Killing, la crónica de la purga anticomunista del dictador indonesio Suharto, una orgía psicotrópica de amoralidad que provocó más de un millón de asesinatos. Escuchar lo...
Hace tiempo que es en la categoría de mejor documental donde se pueden encontrar las propuestas más fascinantes entre las nominadas a los Oscar. En ese quinteto estuvo hace años The Act of Killing, la crónica de la purga anticomunista del dictador indonesio Suharto, una orgía psicotrópica de amoralidad que provocó más de un millón de asesinatos. Escuchar los jactanciosos relatos de los verdugos supone una experiencia transformadora, resulta imposible desprenderse de tanto asco y estupor. Está en Filmin y no hay nada en el Top Terror de la plataforma que descomponga más el cuerpo.
Tampoco resulta fácil asimilar la rampante corrupción del sistema judicial brasileño que evidencia La democracia en peligro, crónica del esperpéntico juicio que llevó a Lula da Silva a la cárcel; ni certificar el aterrador futuro —o presente— del capitalismo que muestra American Factory, la constatación de cómo China pervierte las reglas de la economía con un ardid tan elemental como ignorar los derechos laborales. Se pueden ver en Netflix y son esenciales para tomarle el pulso al mundo.
Este año, el puñetazo al hígado lo sacude Attica, el relato seco y descarnado de lo acaecido hace 50 años en la prisión neoyorquina. El documental que acaba de estrenar Movistar+ muestra cómo el racismo sistémico propició un motín que tras cinco días de negociaciones —en las que los reos reclamaban excentricidades como poder ducharse más de una vez por semana—, se saldó con 32 presos y 11 guardias acribillados por policías racistas ebrios de venganza a los que las políticas de mano dura de Richard Nixon abrieron las puertas del penal. Aunque el sistema, con el gobernador republicano Nelson Rockefeller a la cabeza, pretendió hacer creer a la opinión pública que quienes habían asesinado a los guardias habían sido unos reclusos exhaustos y desarmados. Terror cotidiano.
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