¿Tiene sentido crear un sindicato para YouTube?

La Red de Creadores es el intento de UGT de abrir el debate sobre las condiciones de quienes trabajan en las redes sociales. Este primer ataque al ‘status quo’ ha sido con balas de fogueo, pero no hay que perder la cuestión de vista

Imagen del vídeo promocional de UGT con los youtubers Mauricio Schwarz y @isabelsd99.

A principios de diciembre, UGT lanzó un vídeo para dar a conocer la iniciativa Red de Creadores, brazo sindical que pretende iniciar un debate sobre las condiciones de los creadores en las diferentes redes sociales. Poco después organizaron, además, dos jornadas de encuentro con sus representantes, emitidas en streaming. Durante más de siete horas se expusieron problemas como las condiciones de uso (aunque las normas de las redes sociales no están, de momento, por encima de la legislación territorial), y...

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A principios de diciembre, UGT lanzó un vídeo para dar a conocer la iniciativa Red de Creadores, brazo sindical que pretende iniciar un debate sobre las condiciones de los creadores en las diferentes redes sociales. Poco después organizaron, además, dos jornadas de encuentro con sus representantes, emitidas en streaming. Durante más de siete horas se expusieron problemas como las condiciones de uso (aunque las normas de las redes sociales no están, de momento, por encima de la legislación territorial), y en otros un tanto etéreos (quejarse de no poder desgravar el tiempo empleado en documentarse, por ejemplo).

Hace 20 años el gran valor de internet era, al parecer, la desaparición de los intermediarios. En enero de 2001 Google estaba en el puesto 29 de los buscadores más conocidos. En 2021 no decimos “buscador”, decimos “Google”. Una red como Twitter suspende la cuenta de un jefe de Estado a raíz de un ataque sin precedentes a la democracia en un ya lejano enero de 2021. La anarquía utópica que nos ofrecían las redes ha dado paso a un conato de anarcocapitalismo que algunas grandes tecnológicas quieren implantar de forma tácita.

La nueva extrema derecha ha querido igualar las redes sociales con los medios de comunicación y legislarlas como tales. Pero una red social no es un medio de comunicación. Tomemos cualquier vídeo de YouTube: un contenido audiovisual que se genera sin que nadie lo solicite, que se aloja de forma gratuita en una plataforma que ofrece otros millones de vídeos, y que, si se dan unas condiciones, se monetiza. Estas condiciones incluyen que no se toquen determinados temas (vacunas, por ejemplo), y por eso youtubers como Lobo Estepario u Óliver Ibáñez no pueden vivir de sus vídeos salvo que recurran al micromecenazgo, opción que tomaron, por ejemplo, UTBH (Un Tío Blanco Hetero) y Alvise Pérez. A cambio de una módica (o no) cantidad al mes, los suscriptores pueden acceder a diversas prebendas como proponer temas, recibir audios de voz del gurú en cuestión, o acceder a vídeos de “cómo se hizo”. En los dos casos citados la llamada a la contribución se hace en pos de la militancia (antifeminista y anticomunista respectivamente), pero en otros se apela a la sororidad o al derecho a un sueldo justo. Pero, ¿qué es justo?

La joven Rosa, conocida como Ghoulbabyghoul en Tik Tok, donde cuenta con más de 3.000 seguidores, se graba con su teléfono móvil en la Gran Vía madrileña, el 24 de septiembre de 2020. Eduardo Parra (Europa Press)

La Plataforma de Creadores de UGT ha pedido que los youtubers conozcan qué algoritmos les hacen estar en una posición o en otra, para así poder organizarse las cuentas del mes y saber cuándo van a tener 800 visitas y cuándo van a tener 8.000.

Las caras visibles de esta iniciativa sindical están muy lejos de hacer los números ni siquiera de youtubers de nicho como Patri Jordán (nutrición y deporte), Iván Vázquez (jardinería) o SMDani (religión). Los youtubers españoles más potentes se han marchado de Youtube y de España mucho más preocupados por una carga impositiva (llega a ser del 40% de sus ingresos) que por un reparto democrático de las visitas que a ellos no les hubiera favorecido. Además, los youtubers de éxito ahora son streamers, a raíz de una caída drástica y nada casual de las visitas a sus vídeos, con el consiguiente reflejo en sus ingresos.

Hace 100 años la batalla comercial por el nacimiento del cine ya había tenido lugar. Un modelo de negocio ―que al principio no se veía como tal― ya contaba con grandes productoras (Universal Pictures, United Artist y Paramount Pictures estaban bien establecidas) y con una legislación. La batalla por los derechos de propiedad intelectual de los guionistas, por ejemplo, llegaría décadas después. La configuración del trabajo de creador de contenido como figura independiente dentro de cada marco legislativo llegará porque es inevitable: ha empezado como entretenimiento, pero ya hay profesionales de ello. Las condiciones para mantenerse son mucho más esclavas de lo que parece (dedicación permanente y cortar vínculos, prácticamente, con todo aquel que no pertenezca a la comunidad youtuber, y esto es algo que todos los que han tenido un amigo con un canal medianamente popular saben), y la remuneración es, desde luego, baja. Este primer ataque al status quo ha sido con balas de fogueo, pero no hay que perder la cuestión de vista.

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