Columna

Cantó

Al político se le ve permanentemente encabronado, artificiosamente agresivo, chungo, desprendiendo el tufo del teatro malo

Toni Cantó, en las Cortes Valencianas, el miércoles 17.Jorge Gil (Europa Press)

Es muy popular, aunque inexacto, el concepto de que todos los políticos son iguales. Sospecho que existe idéntica cantidad de mediocres, vagos, falsarios, corruptos e incompetentes que en el resto de las profesiones. Pero la suya, consistente en lograr la felicidad del prójimo, se expone en un permanente escaparate, su actuación ocupa la primera plana. Tal vez los frívolos ciudadanos que no votamos nos planteemos para qué demonios sirven, pero ahí están, como la Puerta de Alcalá. Incluso aparecen en la política personas inteligentes, sensatas, legales, en posesión de ideas y de modales, que de...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Es muy popular, aunque inexacto, el concepto de que todos los políticos son iguales. Sospecho que existe idéntica cantidad de mediocres, vagos, falsarios, corruptos e incompetentes que en el resto de las profesiones. Pero la suya, consistente en lograr la felicidad del prójimo, se expone en un permanente escaparate, su actuación ocupa la primera plana. Tal vez los frívolos ciudadanos que no votamos nos planteemos para qué demonios sirven, pero ahí están, como la Puerta de Alcalá. Incluso aparecen en la política personas inteligentes, sensatas, legales, en posesión de ideas y de modales, que deciden un día abandonar profesión tan golosa, como el socialista Eduardo Madina y el popular Borja Sémper. Nunca es tarde para constatar el lodazal que inunda a tu oficio y salir corriendo.

Más información

El contrapunto a los dos señores citados podría ejemplificarse en un trepa vocacional como Toni Cantó. No tengo memoria alguna de sus méritos como actor. Miento, recuerdo su grotesca aparición en el desenlace de Todo sobre mi madre, dando agonía a un transexual que embaraza a una monja y le contagia el sida, que deja enamorada huella en otra mujer que fue su pareja, la madre de su hijo y a la que puteó. Almodóvar se empeñaba patéticamente en convertirle en el Harry Lime de El tercer hombre y el Kurtz de Apocalypse Now.

Si como intérprete me resulta inexistente, como servidor de la cosa pública siempre me ha provocado grima. Permanentemente encabronado, artificiosamente agresivo, chungo, desprendiendo el tufo del teatro malo. Escandalizarse por su ancestral facilidad para saltar de barcos en naufragio, que al parecer eran la principal razón de su existencia, y enrolarse a toda hostia en el trasatlántico que había embestido a estos, sería ridículo. Es la naturaleza de un político como Dios manda.

Puedes seguir EL PAÍS TELEVISIÓN en Twitter o apuntarte aquí para recibir nuestra newsletter semanal.

Más información

Archivado En