Daniel Écija, de ‘Médico de familia’ a las series para ver en el móvil
La trayectoria del productor, que acaba de estrenar en TVE la cuarta temporada de ‘Estoy vivo’, resume la evolución de la ficción televisiva española en los últimos 25 años
Hace 25 años, cuando una comedia dramática canónica para toda la familia como Médico de familia superaba los 9 millones de espectadores en Telecinco, era difícil imaginar la soltura con la que ahora combinan géneros otras de las ficciones de Daniel Écija (Wittenoom, Australia, 58 años). Estoy vivo, cercana al cómic y con reminiscencias de la británica Doctor Who acaba de estrenar su cuarta temporada en los miércoles de La 1. Comen...
Hace 25 años, cuando una comedia dramática canónica para toda la familia como Médico de familia superaba los 9 millones de espectadores en Telecinco, era difícil imaginar la soltura con la que ahora combinan géneros otras de las ficciones de Daniel Écija (Wittenoom, Australia, 58 años). Estoy vivo, cercana al cómic y con reminiscencias de la británica Doctor Who acaba de estrenar su cuarta temporada en los miércoles de La 1. Comenzó como un thriller policiaco con tintes fantásticos y ha evolucionado hasta enfrentar a la ciencia ficción con un costumbrismo muy particular que cae muy cerca del centro de gravedad de su creador.
Parte de la trama se sitúa en el barrio madrileño de Vallecas, donde se crió su padre, emigrante que falleció a los 55 años, tras su regreso a España, por las consecuencias de su trabajo en las minas de Australia. “Esta serie está muy conectada a él, a su pérdida demasiado prematura y a lo mucho que le echo de menos”, explica el productor. Todo lo que tiene que ver con el campo de fútbol del Rayo Vallecano, con la Avenida de la Albufera e incluso con las comisarías de la zona ha configurado la ambientación más terrenal de esta historia. “Y yo, que no tenía pueblo al que ir en las vacaciones de infancia, me sobraba todo el tiempo del mundo para leer cómics y para que mi imaginación echara a volar. Al hacerme mayor, todavía muchas de esas cosas me rondan por la cabeza”, dice. Con el paso del tiempo, la propuesta ha ido evolucionando y sus responsables se centran en estos momentos en mantener su peculiar tono. “Queremos que sea un traje a medida de nuestros actores, de nuestra cultura española y de mi forma de entender la vida, que es la tragicomedia”, confiesa. Si Écija siente tan próximo este proyecto es también por la presencia de su actor principal, Javier Gutiérrez, que es una constante en su carrera desde que le dio sus primeros papeles televisivos en Periodistas y Los Serrano y formaron equipo en Águila roja.
En la línea del tiempo que resume su trayectoria como creador o showrunner, de las pretéritas Aída y Un paso adelante a las recientes Vis a Vis y La valla, se resume la ficción televisiva española y también su imparable evolución. El cambio, admite él mismo, comenzó con el estreno en 2007 en Antena 3 de El Internado, en la que se añadía un componente de misterio sobrenatural a la fórmula de los exitosos dramas adolescentes de la época. “Fue una ida de olla que funcionó. Se me vino a la cabeza viendo una película de M. Night Shyamalan [Múltiple, El sexto sentido]”, recuerda su máximo responsable. “Pero para que algo así ocurra, necesitas de la cadena se atreva a darte libertad en el momento adecuado. Es esa complicidad la que permite este tipo de cambios en las producciones españolas. Cuando llegó 7 vidas a Telecinco, por ejemplo, no existían las sitcoms en nuestro país”.
Sin el ‘haz lo que quieras’ que le dio Televisión Española hace unos años tampoco hubiera existido Estoy vivo. La serie, también protagonizada por Alejo Sauras, se colocó la semana pasada en tercera opción de su franja de emisión, tras las ficciones turcas Mujer y Love is in the air, pero es una de las más seguidas de la cadena pública en en diferido, a través de su web y su app para ver en dispositivos portátiles. Esta paradoja es un claro ejemplo del cambio de hábitos de consumo en televisión. Su nueva comedia, Deudas, con Carmen Maura al frente de una guerra entre dos familias, ha engrosado el catálogo de la plataforma digital de pago Atresplayer Premium antes de que, en un futuro, pueda verse en Antena 3. “Si una serie es buena, el espectador va a buscarla en su emisión tradicional o en un soporte digital”, defiende el showrunner. Para triunfar exclusivamente en la televisión en abierto, con horarios tardíos que no facilitan el visionado de sus programas, hace falta “enganchar a través de la horizontalidad que te permite la emisión a diario”, explica Écija. “Me atrevería a decir que al prime time le vendría muy bien las series diarias”. Por eso los culebrones turcos, que aparecen en pantalla varias veces a la semana, y propuestas de telerrealidad como La isla de las tentaciones, “que además alimentan de contenidos el resto de la parrilla de su cadena”, sí consiguen convocar a la audiencia a una hora determinada. “Solo cuando logras crear una sensación de evento, algo que tienes que ver ya par poder comentarlo al día siguiente, puedes permitirte ser un formato semanal en la televisión tradicional”, como ocurre con Mask Singer o Got Talent España.
Pero, a pesar de todos los cambios, la televisión siempre va a ser el campo de la emociones, defiende: “solo tenemos que acompañar al espectador en sus avances sociales”. Con Aída, desafió junto a su equipo los límites del humor mucho antes de que se convirtieran en una conversación global en redes sociales. Recuerda cómo a menudo les llegaban a las oficinas de la productora Globomedia cartas de distintas asociaciones, expresando su malestar por algunos de los chistes que pronunciaban sus personajes ficticios a costa de diversos gremios o minorías. “Ahora pasamos por momentos en los que tenemos que estar muy atentos de la autocensura, porque a menudo se entiende una crítica como una apología. Al humor hay que darle espacio y verlo como una liberación. Tiene que ser tremendamente atrevido, transgresor y libre”, concluye Écija.
Series sin sus creadores
“En Occidente se producen unas 1.000 nuevas series al año y cada vez es más complicado llamar la atención de la audiencia. Así que recuperar marcas conocidas es una apuesta más segura para que los nuevos canales y plataformas de televisión puedan hacer ruido entre tanta oferta”, apunta Daniel Écija. Él es el creador de El internado y el responsable de Los hombres de Paco, otra de las ficciones que está a punto de volver a la parrilla años después de su cancelación.
Pero las cadenas no han contado para ninguno de estos tres regresos con quienes construyeron su éxito. Los motivos son meramente empresariales. Ni Écija, fundador en 2017 de la productora The Good Mood, forma ya parte de Globomedia, dueña de los derechos de sus dos ficciones, ni Carlos Montero, creador de Física o química, está en Boomerang TV (antes llamada Ida y Vuelta). “No me parece acertado que prescindan de nosotros, aunque no seamos sus propietarios desde el punto de vista empresarial. Porque las series no se entienden sin el ADN de sus showrunners”, defiende. “Habrá que preguntar luego a la gente si ha sentido que los relanzamientos de estas ficciones seguían teniendo la identidad y la personalidad que le enganchó en su día. Yo lo dudo, porque nos retratan a los que estamos detrás de ellas”.
Écija explica que “resulta extraordinariamente doloroso” verlas de nuevo en pantalla sin haber participado en su evolución. “Son muchos años de trabajo los que necesitas para construir ese universo particular y ese proyecto termina siendo parte de tu vida. Las cadenas deberían mostrar cierta sensibilidad con esas series, de lo contrario, no han entendido el proceso de creación de sus productos”.
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