¡Por fin soy viejo!
El sino de los viejos es no entender un carajo de lo que dicen y hacen los jóvenes
Me pongo un programa de Playz, la plataforma internetera de RTVE para jóvenes que nunca verían RTVE porque creen que es más antiguo que esnifar rapé. Se trata de un debate donde sale mi querido amigo Edu Galán, que me ha pasado el enlace. Si no me hubiera avisado, ni siquiera sabría de su existencia, porque soy demasiado viejo y tengo los órganos de percepción de la molonidad muy atrofiados. Edu es tan viejo como yo, y aunque físicamente está muy echado a perder, su alma es juvenil, casi inmaculada. Por eso disfruta de la discusión y entra en el juego con una alegría que envidio...
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Me pongo un programa de Playz, la plataforma internetera de RTVE para jóvenes que nunca verían RTVE porque creen que es más antiguo que esnifar rapé. Se trata de un debate donde sale mi querido amigo Edu Galán, que me ha pasado el enlace. Si no me hubiera avisado, ni siquiera sabría de su existencia, porque soy demasiado viejo y tengo los órganos de percepción de la molonidad muy atrofiados. Edu es tan viejo como yo, y aunque físicamente está muy echado a perder, su alma es juvenil, casi inmaculada. Por eso disfruta de la discusión y entra en el juego con una alegría que envidio muchísimo. El programa se llama Gen Playz, lo factura la productora de Toni Garrido (un joven eterno dotado con un oído para captar el lenguaje de la chavalería idéntico al que afinaba Galdós para recoger el habla popular de su tiempo), y su estética es tan youtuber y su lenguaje tan pero tan coloquial y trufado de “mierda” y “coño”, que, a su lado, Sálvame tiene la elegancia de La clave de Balbín.
El sino de los viejos es no entender un carajo de lo que dicen y hacen los jóvenes. Como yo he crecido en un mundo de peterpanes que viven con sus padres hasta los treinta y escuchan trap a los cuarenta, pensé que jamás me iba a llegar esa anagnórisis de la edad. Qué alegría me dio ver Gen Playz y no entender de qué diablos iba aquello. ¡Al fin soy viejo!, me dije. No viejoven, sino viejo-viejo. Ya he alcanzado ese estado nirvánico en el que lo único que me queda por decirle a los chavales es que bajen esa música de mierda y dejen el botellón, que nos van a matar a todos.
Celebré la revelación con un consomé junto al brasero, feliz.